Leía por estos días un comentario que valoraba como “un reto para los servicios médicos mundiales” el enfrentamiento a la inédita expansión de la COVID-19, que ha trastornado en apenas unas semanas la existencia humana en todo el orbe.
Y no deja ciertamente de ser un desafío en muchos sentidos, pero tal vez tiene más de clara evidencia de que, con los cánones mercantilistas, la humanidad no ha garantizado ni garantizará una efectiva defensa global contra imprevistos como el que azota hoy a la gran mayoría de las naciones.
Según un relato de la prensa norteamericana, Danni Askini, residente en la ciudad norteamericana de Boston, luego de cuatro consultas consecutivas en que fue devuelta a su hogar con sus problemas respiratorios agudos a cuesta, logró realizarse una prueba que resultó positiva para la COVID-19.
Poco después le esperaba en su buzón un sobre con una factura hospitalaria por 34 mil 927 dólares y cuarenta y tres centavos, un monto que ahora no sabe cómo va a pagar.
Limitación que resulta cotidiana para otros 27 millones de sus conciudadanos, todo por la exagerada, contumaz y extendida privatización de la atención médica en la primera potencia capitalista.
Eso, con el añadido de un presidente egocéntrico, prepotente e ineficaz que restó importancia y hasta hizo burlas de un flagelo que, hasta que se escriben estas notas, afectaba a casi 23 mil estadounidenses y matado a unos trescientos.
Un mandatario que llegó además a la infamia de pretender comprar y monopolizar los derechos exclusivos sobre una posible vacuna contra el mal, y que lejos de preocuparse por los tremendos problemas y desbalances sanitarios de su país, ha dedicado en cambio su tiempo a denostar a los médicos cubanos que prestan servicio en numerosas naciones del orbe, y que al influjo de Washington sobre gobiernos adeptos del Hemisferio como Brasil o el golpismo boliviano, fueron regresados a la mayor de las Antillas con el inevitable desmedro de las históricamente resentidas capacidades sanitarias de dichas naciones.
Galenos que, con su elevado sentido humanitario y solidario, ahora mismo cubren urgencias contra la COVID-19 en China, Lombardía (la región italiana más golpeada por la pandemia), Venezuela, Jamaica, Surinam, o Nicaragua, y reiteran su disposición de acudir en socorro de quienes los necesiten.
El jefe de gobierno de una potencia mundial donde el doctor Anthony Fauci, jefe de su Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, admitió públicamente hace unas horas que el sistema local de salud “está fracasando” en la forma en la que está respondiendo a los nuevos casos de coronavirus.
Aunque en profundidad, lo exacto sería asumir que son la privatización de los servicios de salud y el haber convertido en burdas mercancías el bienestar y la propia existencia del ser humano, los elementos que transforman la práctica y la atención médicas en limitadas, excluyentes, discriminadoras, insensibles, indiferentes y monetizadas hasta el tuétano.
De manera que, sin dudas, el alto y desesperante precio que hasta este mismo instante está pagando la población mundial ante los embates de la COVID-19 resulta –como se dijo en párrafos iniciales- un reto para la comunidad sanitaria mundial…pero debía ser también el principio del fin de una concepción egoísta, reductora, absolutista, asimétrica e indecente con relación a la salud y su inherente condición de derecho humano básico, elemental y esencial.
yadirka lora
23/3/20 16:40
Esto esta más que confirmado por la palabra de DIOS estamos viviendo un escenario profético: Porque se levantará nación contra nación , y reino contra reino ; y habrá pestes, y hambres , y terremotos en diferentes lugares. Mateo 24:7
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