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jueves, 31 de octubre de 2024

Whiplash o el precio de la excelencia

El filme musical norteamericano, que obtuvo tres estatuillas doradas en los Premios Oscar, reflexiona sobre los métodos para lograr la eclosión del talento...

Diany Castaños González en Exclusivo 14/04/2015
3 comentarios

El director novel Damien Chazelle, a quien conocemos como guionista de Grand Piano (2013), afirmó querer hacer con Whiplash “una película sobre música que se pareciera a una bélica, donde los instrumentos sustituyen a las armas y las palabras son tan violentas como las pistolas”. Justamente eso es Whiplash: duelo. Pero uno muy peculiar, donde la lucha es por lograr la excelencia humana.

El argumento: Andrew Neiman (Miles Teller) es un joven y prometedor baterista de jazz que se matricula en el conservatorio de música Shaffer, en Nueva York, considerado el mejor del país. Allí, Andrew se encuentra con una competencia feroz donde sus sueños de grandeza son asesorados por Terence Fletcher (J. K. Simmons), un perfeccionista y abusivo director de orquesta que no se detendrá ante nada para obtener el máximo potencial de un estudiante.

Chazelle, que tiene en la música su otra gran pasión artística (además del cine), utiliza el mundo sonoro como escenario en el cual presentarnos una historia que destierra los clichés del género musical —casi en su totalidad, en la película se escucha o se hace música— y convierte los ensayos de un conservatorio de primera categoría en un campo de batalla.

Originalmente Whiplash fue concebida en forma de un guión de 85 páginas. Para buscar financiamiento para su película, en el año 2013, Chazelle tomó 15 páginas de su guión original y las adaptó en un cortometraje protagonizado por Johnny Simmons en el papel de la batería y J.K. Simmons en el papel del profesor. El cortometraje, de 18 minutos, logró gran éxito (se estrenó en el Festival de Cine de Sundance de 2013) y atrajo a los inversionistas a firmar y producir la versión completa del guión. Como en ese cortometraje, la película mantiene el dinamismo propio de los videos musicales, con abundantes planos cortos, lo que de alguna manera recrea la imagen de latigazos (whiplash significa latigazo o golpe lacerante, además de ser el nombre de una pieza de jazz).

J.K. Simmons, eterno actor secundario al que habremos visto en películas como Spiderman o Juno, fue multipremiado por su actuación en Whiplash (2014). Obtuvo desde los premios Oscar hasta los Globos de Oro, pasando por la felicitación y los lauros de cuanta asociación de críticos valoró su trabajo.

Y es que en Whiplash, si Simmons no está en escena se percibe un descenso del nivel del filme. Este actor llena con su presencia la gran pantalla de cada plano. Musculoso, vestido de negro, con la cabeza rapada, muestra el zigzag de las venas de sus sienes y un puño que aplasta en el aire el error, y logra con ello una mezcla visceral de ingenio y manipulación. Su caracterización en esta cinta fue tan distintiva, tan cabal, que sus gestos, ceñidos con su mano, acompañados de su frase “Not quite my tempo!” quedarán —con toda seguridad— en la memoria de cuanto espectador se llame a sí mismo cinéfilo.

La controversia que pueda suscitar esta cinta se encuentra en el modo despótico en que este profesor exige a sus alumnos en clase. Simmons encarna a un hombre autócrata, que ejerce una fuerte violencia psicológica sobre sus alumnos. Sus razones, reveladas en su justo momento, implican la necesidad de obtener de cada estudiante un esfuerzo y una entrega que vaya más allá de lo que este mismo pensaba que podía dar, en cuanto a desarrollo musical se refiere. Este profesor no es un hombre que crea exclusivamente en el talento, sino en su mezcla con la perseverancia, el sacrificio constante, la disciplina. Pero en una constancia que mueva y provoque con tanta vehemencia y desespero como si de respirar se tratase.

¿Cuál es el límite de exigencia que debe tener un profesor? ¿Puede la violencia verbal engendrar belleza y la consagración de lo perfecto? Eso es algo que cada cual decidirá, en base a sus propios conceptos. Y esa precisamente es la intención de Chazelle: que se reflexione, a partir de la pedagogía de este maestro, sobre los métodos adecuados para favorecer o no la eclosión del talento.

Como un choque de platillos en la batería, este drama psicológico llamado Whiplash culmina —rotundamente— con una escena magistral donde se toca la pieza del repertorio jazzístico que nombra a la película, con tal fervor, que esta, aún después de los créditos, queda atronando en la memoria del espectador… como latigazos


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Diany Castaños González

A aquella muchacha le gustaba acostarse soñando imposibles, hasta que despertó una mañana segura que, durante la noche, había dormido apoyando su cabeza sobre el ombligo de Adán.

Se han publicado 3 comentarios


ss
 16/4/15 8:36

El tema de que la genialidad consiste en un mínimo de talento y grandes dosis de trabajo cotidiano no es nuevo, pero aquí ha sido tratado de modo exquisito.  A mi juicio el director evita la respuesta contudente para que la conclusión, si es posible, quede de parte del espectador.

Lírico
 15/4/15 8:49

Hace unos pocos días tuve la posibilidad de disfrutar de este filme ya que  lo pude copiar en la PC de un amigo, y realmente es una obra maestra sería bueno que se proyente en la TV cubana esto serviría de ayuda en la reflexción para no pocos profesores y maestros que tenemos hoy  ejerciendo en las aulas, para que se ubiquen en la realidad de su profesión y no confundan este medio con un campo de batalla donde el enemigo se encuentra en desventaja porque depende de la calificación de su oponente para alcanzar la victoria.   

ss
 14/4/15 14:47

Fenomenal este Simmons mostrando el viejo axioma de que la letra(aquí la música, por supuesto) con sangre entra. Después, con más tiempo, comento

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