Es noticia, y se agradece. Aquel concurso que para estimular la creación musical se realizó en Cuba por primera vez en 1978 volverá a ser una oportunidad para los cantantes y compositores del país.
Se le rendía homenaje al maestro, fallecido dos años antes de esa primera edición, y durante diez ediciones creció el talento en el escenario cubano y en el arsenal musical nacional. Luego de una década sin realizarse, la convocatoria abrió en el 2000 y después en el 2016, y en el recuerdo se ha mantenido, por ejemplo, la premiación de Beatriz Márquez en cinco oportunidades de las seis que se presentó, antes de figurar como jurado.
La buena nueva en este 2019 es que en el venidero agosto saldrá al aire otra edición del concurso, pero “diferente”. Con el auspicio de RTV Comercial, su director, Manolo Ortega, ya ha declarado que ofrecerá un espectáculo que mantenga las bases tradicionales del concurso y, claro, la cubanía de las creaciones, pero que necesariamente se aderezará con la contemporaneidad.
Ortega lo tiene concebido como un programa de participación que sesionará en dos momentos. En diez emisiones se competirá en las categorías de interpretación y composición, así que en las cinco primeras aparecerán en escena los cantantes preseleccionados que luego defenderán las obras en competencia. Solo se podrá “arreglar” eso después de la sexta emisión, es decir, a partir de ese momento el compositor podrá escoger al cantante que desea interprete su pieza.
El también director de proyectos tan aplaudidos como Bailando en Cuba y Sonando en Cuba no quiere adelantar todavía quiénes conformarán el jurado, pero afirma que “son quienes deben ser”, en un concurso tan relevante como este.
“El público podrá participar en el teatro Astral, como en proyectos anteriores, durante las galas de presentación final, y será testigo entonces de la elección del premio de composición, el premio de interpretación y el gran premio que reúna las dos condiciones”.
Del jueves 13 al domingo 16, a partir de las 9:00 de la mañana, en el teatro Astral se realizará el casting para que los cantantes interesados de todo el país se presenten, “preferiblemente para escucharlos a capela”. La convocatoria para que los compositores inscribieran sus obras se lanzó desde 2016, y asegura Ortega que ya tienen poco más de 700 obras.
Es de vital importancia que durante el concurso se retome, una y otra vez y siempre de manera creativa, la figura de Adolfo Guzmán “para que las nuevas generaciones conozcan sobre su vida, sobre su obra, sobre su talento y libertad creativa… Para que entiendan por qué es un símbolo de la música cubana en el país y en otras latitudes”.
Comenta Ortega que esta nueva edición del concurso, en tanto proyecto audiovisual abarcador, propondrá las secciones con participación del público (cabina de canto por la ciudad), presencia de humor e ingenio (valoración de los temas en competencia a través de la mirada de unos avispados “críticos”), presentación de elementos narrativos (la génesis de las canciones en competencia contadas por sus autores), entre otras ideas.
La noticia, nueva y necesaria, encierra un gran desafío. ¿Cómo “enganchar” al público, en especial a los jóvenes? Tal vez suceda igual que cuando se inició Bailando en Cuba, cuando hubo quien se dedicó a admirar la nueva propuesta y hubo quien criticó y rememoró el pasado, calificándolo mejor.
Lo importante, al fin y al cabo, es que no pase desapercibido, y que no se pierda la esencia de lo que en 1978 se gestó. “Lo que realmente importa es que es una iniciativa para defender e impulsar la buena música, esa que además refleja todo el talento que en este país se atesora. Honraremos aquella idea pero, a la par con los nuevos tiempos, introduciremos elementos que nos permitan revivirla y mantenerla”.
José Manuel Ubals Alvarez
23/8/19 21:36
¿Quo vadis, Guzmán? Por Dr.(PhD) José Manuel Ubals Alvarez Profesor Titular de Estética en la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana. Cuando Adolfo José Guzmán González (13 de mayo de 1920-30 de julio de 1976) compuso su distinguido “No puedo ser feliz” imaginaría acaso que ese mítico tema vendría a ser el paradigma de la concreción de un festival, que justamente llevaría su nombre. Legítimamente no lo creo; pero lo que, si es loable considerar, es que este emblemático evento musical amerita nuevas y urgentes miradas. Los que como yo sobrepasan los 50 años de edad recordamos que esperar ese concurso desde 1978 y a tenor con las diez ediciones que se sucedieron se convirtió, como diría Tomás Borge en una “paciente impaciencia”, por disfrutar de las autorías, composiciones e interpretaciones de lo que se producía contextualmente en el país en un momento determinado. Vinieron los años en que, por razones objetivas y subjetivas, se dejó de oficiar este concurso. Una voluntad férrea de sus organizadores habituales; con el apoyo de las autoridades cercanas a esta actividad, ha facilitado el que se haya hecho un ingente esfuerzo por rescatar el mismo, en un marcado intento de dialogo entre tradición y modernidad. Si usted revisa la entrevista que Paquita Armas Fonseca le hiciese a ese director de nuestros días para una buena parte de lo que en materia músico-danzaria se concibe en nuestra televisión que es Manolito Ortega, este dice que se trataría de un concurso diferente. Esto lleva a este humilde redactor a formularse varias conjeturas y preguntas: 1. ¿El que se haya concebido el concurso desde otras dinámicas es lo que ha llevado a no tener en cuentas para nada al Premio Nacional de la Música del año 2006 Miguel Lino Patterson Meriño, cuando el también Artista de Mérito del ICRT del año 2008, en varias ocasiones estuvo dirigiendo con notable acierto los destinos musicales del conclave de referencia? ¿Por qué no se tuvo en cuenta para ser miembro del jurado por su trayectoria en este certamen? O ¿Por qué no dirigió la Orquesta del ICRT de la cual es su titular hace varios años y es el formato musical idóneo para acompañar a los vocalistas en certamen? ¿Qué razón entonces tiene que el organismo llamado ICRT cuente con un Coro y una Orquesta que por antonomasia le corresponde este tipo de acompañamiento? 2. Con la estela de presentadores, locutores y conductores que posee la radio y televisión de nuestro país, ¿por qué ha hecho falta que sea la excelente vocalista Luna Manzanares quien haya conducido el programa? 3. Respetamos el trabajo de Manolo Ortega, cuyas probadas cualidades para este tipo de ejercicio artístico nadie duda, pero pregunto, ¿no se han dado cuenta el resto de los interlocutores que nos pareció estar viendo una versión de Sonando y Bailando en Cuba? 4. Respetando el jurado del certamen, pudo haberse hecho una mejor selección, de Beatriz Márquez, de Adalberto Alvarez y de Edesio Alejandro no tengo dudas, pero a decir verdad que aportaron Israel Rojas que, por cierto, es un excelente compositor, una especie de Silvio Rodríguez de la Cuba de hoy, pero que todavía está asistiendo a ser un vocalista de talla para evaluar a otros. Obsérvese que él y la musicóloga invitada fueron los que siempre dieron una puntuación menos rigurosa que el resto de las otras tres celebridades. Son solo nobles reflexiones en el intento de que la familia de la música cubana y nuestros melómanos sigan consumiendo un producto cultural que asista a la excelencia que hoy no posee ese concurso a diferencia de otros años. Sirvan estas humildes ideas para seguir pensando a Cuba desde la cultura artístico musical. ¿Adónde vas, Guzmán?
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