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viernes, 22 de noviembre de 2024

Nersys Felipe: ¿Y a dónde voy, si no es a Guane?

La Premio Nacional de Literatura 2011 dialoga con Cubahora sobre su querido poblado, su quehacer escriturario y la producción literaria infantil en el país...

Mayra García Cardentey en Exclusivo 13/02/2014
3 comentarios
Nersys Felipe- 2014
Nersys Felipe, Premio Nacional de Literatura 2011.

De ella, nadie pudiera proferir palabras insanas. Sería más que injusto, pecaminoso. Como un valor, una parte de la cultura que debemos defender, le define el laureado escritor Reynaldo González. Zuleica Román, presidenta del Instituto Cubano del Libro la equipara junto con Dora Alonso como una de las escritoras cubanas más importantes de los siglos XX y XXI. “Nersys Felipe ha sido importantísima para dos generaciones de cubanos que hemos aprendido a conocer la historia, la cultura, la flora y la fauna de nuestro país con sus historias”.

Al saber de su Premio Nacional de Literatura en el 2011, el entonces Ministro de Cultura, Abel Prieto, lo clasificaba como un jonrón pinareño. “Merecido y más por alguien tan entrañable para todos nosotros, por la autenticidad, la humildad y el amor que le caracteriza”.

Y es que para lograr hacer literatura como Nersys Felipe hay que ser Nersys. No se puede de otra. Es como una especie de niña perenne contenida en una silueta semi redonda de setenta y tantos años. Traduce el pensamiento como un infante, se proyecta como una pequeña gigante, es tímida y su voz suena como la de una niña, una tan dulce y melodiosa, como una grabación radial de cuentos infantiles.

Más que incuestionable literata, es una persona sencillamente encantadora, un ser humano único, casi perfecto, insuperable. Una conversación con ella, nunca es tarea fácil y menos corta. Lleva dedicación y muchos años.

NO HAY LITERATURA INFANTIL, SOLO LITERATURA

—¿Cuánto hay de cierto de que los inicios literarios fueron casi “por obligación”?

—Desde el punto de vista de escribir para lectores u oyentes, la primera vez fue en septiembre de 1970. Con anterioridad hacía algunos escritos para determinados eventos; nada serio. Fue entonces cuando en Radio Guamá me proponen un programa para niños, con cinco frecuencias semanales de 13 minutos. Debía buscarle título, tema, argumento, todo yo sola; nadie me ayudó. Además, tenía que narrarlo y manejar las voces. Asumí la tarea para quedar bien, no porque pensaba que iba a poder, o me gustó la idea de escribir, o me interesó. Lo hice más para poder hacer las voces. Escribir, tenía que hacerlo; la locución, quería hacerla.

—Y luego…

—¿Y luego? Me fue gustando y acabé loca, enamorada de lo que hacía. La literatura llegó a mí poco a poco, como todas las cosas en mi vida, que se han encadenado una tras otra. No las he buscado, ellas mismas se hallan entre sí, se encuentran. Las personas de mi generación que fueron criadas en la casa, tranquilas, no salían a buscar ni cambiar nada. Más que hallar mi camino en la literatura, la literatura me encontró a mí.

—La técnica literaria, ¿cómo la descubrió?

—Aprendí sola a escribir. Cuando aquello no había ni libros para niños, ni talleres de literatura.

—Pero ya estaban algunos clásicos: Dora Alonso, Eliseo Diego, Mirta Aguirre, Onelio Jorge Cardoso…

—Sí, pero no tenían libros publicados. En esos tiempos, antes del 70 había pocas divulgaciones infantiles. Sus escritos solo salían en los periódicos y las revistas. Los leía todas las semanas. La mayor circulación empezó con Eliseo Diego, cuando promovió los concursos La Edad de Oro y el Casa de las Américas, para estimular que las personas escribieran más para los niños.

—Esa ha sido tarea ardua, de décadas. Con usted, son solo dos exponentes de la producción literaria infantil que cuentan con el Premio Nacional de Literatura. Incluso algunos del sector opinan, prejuiciosamente, que es más fácil escribir una obra para infantes que una para adultos, que lleva menos creación y tiempo. ¿Qué piensa?

—Es un error pensar eso. Tuve dos libros que los escribí rápido, casualmente los dos premios Casa: Cuentos de Guane y Román Elé. Cada uno me tomó un año, los hice incluso mientras realizaba los guiones de radio. Pero con Pepe y la Chata, uno de los textos que saldrán en esta Feria Internacional, estuve cuatro años, si no más. Con la infancia de Martí, protagonista de mi relato, hay muchas lagunas grandes: su relación con la familia, el entorno en el que vivía. Para construir mi historia, caminé mucho por La Habana: fui a la calle Industria, al Puerto, la Plaza Vieja, a La Catedral, a Prado, hasta visité donde lo bautizaron. Tuve que conocer la ciudad de aquella época. Luego, me senté a escribir; necesité también consultar con personas que saben de su obra, para que me brindaran un asesoramiento histórico. En ese tiempo, no me importó ni la casa, ni mi esposo o mis nietos, solo mi libro y Martí. Hay textos para niños que llevan mucho tiempo. También existen muchos elementos que no ves en la obra. Un libro es la punta de un iceberg, como dice el propio Hemingway: todos ven la superficie, pero nadie percibe lo que está en el trasfondo marino.

—En una entrevista Zuleica Román manifestó que el propio hecho de que haya que clasificar los textos, genera siempre algún tipo de predisposición. “Nunca he creído que Dickens escribió para niños, que todas las historias de los Hermanos Grimm sean para pequeños, o que El Principito sea literatura infantil”, dijo. ¿Qué piensa al respecto?

—Todo es literatura. Sí es buena, es para todo el mundo. Estoy segura de que Pepe y la Chata la leerá la familia entera. A mí me paran en la calle personas mayores y me agradecen por la publicación de mis libros. El reto está en escribir uno que niños y padres puedan compartir, que lo disfruten de un mismo modo, salvando distancias generacionales. Es una encomienda gigante, desde el punto de vista creativo.

—El Premio Nacional, a manos suyas, constituye un reconocimiento a la literatura infantil de Cuba, que no se agenciaba un galardón de este tipo desde que Dora Alonso, reconocida autora de El cochero azul, lo conquistara en los 80. ¿Dora Alonso para Nersys?

—Tuve un vínculo pequeño pero intenso con ella. Una vez fuimos a un Congreso donde habían extranjeros y cubanos: a los extranjeros los pusieron en un Hotel y a los demás en un albergue de Cultura que no tenía las mejores condiciones. Cuando ella se enteró me montó en la máquina, habló y me llevó para el hotel. En otra ocasión, vino a la Biblioteca Provincial de Pinar del Río e hizo que me llamaran porque no quería dar sola el taller con los niños, lo quería hacer conmigo. Incluso, en cierta vez, en Viñales (ella iba mucho allí) dio un conversatorio en la Casa de la Cultura y me invitó también, quedó precioso. No se puede pensar cómo semejante personalidad se molestaba por los demás, por mí para que no estuviera incómoda y compartiera con ella. Dora nunca quiso protagonismo, no quería ser la primera. Era muy sencilla, muy amiga de sus amigos y sabía, sobre todo, reconocer el valor de los otros. Los libros de Dora, cuando se leen en la madurez, se aprovechan más.

TODO LO QUE TENGO SON LIBROS

—De sus textos, los más conocidos son Cuentos de Guane y Román Elé. El primero es más intimista; al segundo algunos autores e investigadores lo clasifican como un libro para aprender a escribir para niños.

Cuentos… es lo que conocía, es el libro de mi pueblo, de mi madre, de mi abuelo, de la época en la que fui niña. Román… aunque sigue en Guane, es mi triunfo, lo que me permitió trascender el hecho de escribir sobre lo único que sabía; en él creé personajes, situaciones. El estilo es real.

—¿Cuánto de Nersys en Ine (Cuentos de Guane), Cruz (Román Elé) o Maísa?

—Cruz lo único que tiene parecido a mí es que estudió en un colegio religioso y que pensamos igual. Ine comparte algunos elementos personales; el narrador tiene más de mí. En Maísa hay otra relación: es mi existencia, mi vida con mi padre que nos adoramos. Maísa es más Nersys.

—En muchos de sus textos aborda valores importantes para los niños. Tuvo en cuenta, además, temas vinculados al racismo y la muerte, tópicos vedados durante mucho tiempo en las obras infantiles.

—Nunca dije: “voy a escribir sobre esto”. Mis textos son como soy. En mi infancia me llenaron de buenos valores. Mi literatura no es nada especial, en ese sentido; como yo hay miles de mujeres criadas así, con creencias de todo tipo. Mis pensamientos, mi forma de ser se engendraron conmigo, viven conmigo. Ellos son yo, cómo voy a escribir sin esos valores.

—¿Cómo inculcarlos desde la literatura cuando hay una tendencia a la pérdida del hábito de la lectura?

—Estará en manos de la familia. Si en una casa los padres no leen y no hay libros, el niño no va leer nunca en su vida. Si esperan que solo dependa del maestro, no será suficiente. Aficionar a las personas a la lectura es sembrarles gustos, darles alas y otro corazón. El libro amado será sostén, alivio y compañía.

—¿Cómo logra ese lenguaje infantil, esa temática fresca, a pesar de los años?

—(Risas). Periodista, pero sí ya me conoces. Soy una pequeña niña, trastornada como los muchachos. Toda mi vida he sido así. Esa algarabía se me quedó para siempre.

—¿Lo que no puede faltar en sus libros?

—Diálogos; mis textos, o cualquier volumen para niños deben tener diálogos.

—Los reconocimientos siempre halagan, aunque usted ha dicho que su mejor premio es el público.

Cuando me dieron el Premio Nacional de Literatura, me agasajaron de lo grande. Todo fue muy lindo, aún es muy sentido. Siempre satisface saber que la estiman a una. Si a una no la quieren, de qué sirven los premios, de nada. Si yo pierdo el amor de mi gente, qué me queda. Mi bien más preciado junto con el público es mi familia. Todo llega y sale de ella. Todo lo que tengo son mis seres queridos y mis libros.

TODOS LOS HOMBRES DEBEN SIEMPRE REGRESAR

—La Feria ha traído mucho movimiento para alguien que le gusta estar tranquila en su “caracol”, como nomina a su casa en la calle Virtudes en la capital pinareña

—Me ha trastocado todo, me lo ha revolcado todo (risas). Se lo he dicho a muchos ya, que cuando termine esta locura, me voy a tomar unas eternas vacaciones…

—En una ocasión me confesó que aunque le dieran el Premio Nacional de Literatura nunca se iría para La Habana…

—Nunca hubiera querido, aunque si me pongo más viejita me tendré que ir con mi hijo. No me puedo quedar sola. Ya no me queda nadie acá.

—¿Y qué pasa entonces con Guane?

Siempre regreso a Guane, y creo que de alguna u otra manera siempre lo haré. He tenido algunas lagunas sin ir, pero en determinados momentos retorno. Es mi lugar de volver. Todos los hombres tienen que tener un lugar donde regresar, un espacio para encontrarse consigo mismo. ¿Y si no es a Guane, adónde voy a ir?

Portada de su libro Solo un humito.

Portada de otras de sus obras, Cuentos de nato


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Mayra García Cardentey

Graduada de Periodismo. Profesora de la Universidad de Pinar del Río. Periodista del semanario Guerrillero. Amante de las nuevas tecnologías y del periodismo digital.

Se han publicado 3 comentarios


Marcela
 8/1/18 10:40

Gracias por esta nota, estoy muy felíz de conocer un poco de Nersys, me encanta leer cuentos de Guane. Desde Argentina me ha llevado a Cuba a través de tan bella escritura. He llorado tanto y también se las leo a mis hijitos. Abrazotes

Daisy Contreras Madrazo desde FB
 14/2/14 10:28

Entre los libros de cabecera de mi hija está Cuentos de guane y Román Elé. Se los recomiendo.

Mercy
 13/2/14 8:35

Cuando me llega la maestra "Carmela" por la reciente película cubana "Conducta", coincide esta lectura hermosa de Nersys sobre Nersys y la necesidad de inculcar valores en los niños. Reconforta nuestro arte, sin dudas.

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