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martes, 24 de diciembre de 2024

La melaza no siempre es dulce

Melaza, el filme de Carlos Lechuga, no es una comedia cubana más, sino una obra de arte que exterioriza la complejidad económico-social del país a través de ese humor irónico pero constructivo, heredero del mejor cine cubano...

Carlos Ríos en Exclusivo 05/10/2013
1 comentarios
Melaza, película cubana
Yuliet Cruz y Armando Miguel Gómez encarnan los personajes protagónicos de Melaza.

Recuerdo vívidamente el día que lo conocí. Fue en casa de Alejandro Brugués. En aquel momento, la intención era entrevistar al director de Juan de los Muertos, quien daba los detalles finales al guión de la película.

“Este es Carlitos Lechuga, va a ser de los buenos”, dijo Brugués a una colega y a mí, para presentar al joven con barba y tabaco que tecleaba frente a una laptop.

Nosotros imaginamos que era descendiente del transcendental periodista Carlos Lechuga. Por aquellos días su imagen semejaba a uno de los barbudos que descendieron de la Sierra en 1959.  Su nombre todavía no figuraba en las marquesinas de los cines cubanos, pero sus diégesis ya habían despertado el interés de consagrados del cine cubano como Humberto Solás y Juan Carlos Tabío.

Carlos Lechuga escribía Melaza. No tenía el nombre de los personajes, pero ya tenía estructurado su relato y, sobre todo, una idea muy clara del cine que quería hacer. “No te puedo hablar del cineasta como algo abstracto. En general, mi perspectiva de casi todo lo que hago, y me interesa escribir o realizar, es bastante neorrealista o del cine social, y trato de acercarme desde mis propias experiencias, porque Cuba es un país complejo. Será  una historia de amor entre un profesor y la directora (luego fue la recepcionista) de una fábrica en un pueblo rural», comentó aquel día entre bocanadas de humo.  

Y no faltó a su palabra. Durante el último Festival del Nuevo Cine Latinoamericano se estrenó  la cinta. Un filme que cuenta —alejado del melodrama— la historia de amor entre Mónica (Yuliet Cruz) y Aldo (Armando Miguel Gómez), dos habitantes de un pueblo ficticio que son el pretexto para desencadenar los conflictos y diseccionar la Cuba de hoy, la de las zonas rurales.

Aunque reí con algunos personajes y situaciones, también se me aguaron los ojos. Melaza no es una comedia cubana más que elude la realidad económica actual mediante el choteo. No.

Para mí, exterioriza la complejidad económico-social del país, lejos de las ya típicas ciudadelas y rincones marginales de la capital cubana. Las palmeras y el cuidado de los planos y colores de la película, amalgamados con la sensualidad de Yuliet Cruz y las situaciones incómodas en las que se ven envueltos todos los personajes, son parte del aldabonazo audiovisual de Lechuga.

La otredad en Melaza se construye desde una zona rural del país. Se refleja el drama humano de los viejos bateyes y pueblos nacidos a la sombra de los centrales azucareros. Un contexto generalmente soslayado en la filmografía insular de la última década y sobre el cual muy poco se habla en otros medios de comunicación.

También devuelve la voz a esos núcleos familiares cuyas rutinas sociales y culturales fueron desmanteladas junto con los centrales azucareros, vetustos e improductivos por su tecnología y mecanismos de dirección obsoletos. Así como, trasluce la desidia colectiva y el oportunismo que en ocasiones se esconden en las manifestaciones o mítines populares.

Además, posee ese humor irónico, pero constructivo del cual gozó en algún momento el cine cubano tras el lente de Tomás Gutiérrez o Juan Carlos Tabío. Ese sentido de la crítica a través de la risa, para invocar o más bien provocar reflexión, es usado inteligentemente por Carlos Lechuga, y pudiera decir que los sarcasmos en Melaza, más que risas, afligen.

El cuidado de aspectos artísticos como la fotografía, dirigida por Ernesto Calzado y Luis Franco, el sonido (Rubén Valdés), la dramaturgia y la dirección actoral (casi siempre asignatura  pendiente de los directores contemporáneos), la hacen una cinta para observar con todos los sentidos.

Melaza, aunque no es un canto a la nacionalidad, ni siquiera creo que haya sido la intención de su guionista, la refleja sutilmente sin grandilocuencias, a examinar como obra de arte y no como una producción errante más, de esas que tanto pululan y deambulan por el cine cubano de los últimos tiempos. 

Durante casi un año, el filme de Carlos Lechuga ha estado presente en varios certámenes y festivales del séptimo arte. Además de la XXXIV edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, ha participado en cerca de 25 Festivales Internacionales. Entre los galardones recibidos durante su periplo están los del XVI Festival de Málaga,  del jurado del Vancouver Latin American Film Festival, Premio de la Prensa Cinematográfica en el Festival de La Habana,  premio especial del jurado en la Muestra de Jóvenes Realizadores. Además, tuvo el honor de clausurar el Festival de Toulouse.

 Y aunque recae en el novel director plantar bandera en el cine cubano, como su abuelo en el periodismo y la diplomacia, además de  recrear en la pantalla grande las historias que los cubanos esperamos ver, su imagen de “rebelde” sigue encendida, a pesar de las ventiscas sopladas sobre Melaza


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Carlos Ríos

Se han publicado 1 comentarios


MARIA DEL CARMEN
 5/10/13 17:20

y donde se podra ver o bajar???? nunca vi una pelicula cubana....

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