Además del ojo fílmico de la cámara y del espectador siempre atento en la oscuridad de las salas, debe mediar la vista del crítico, ese gurú de las artes que sabe cómo brindarnos deshecha la madeja de las películas. Existen obras con un alto vuelo discursivo y una complejidad cuya apreciación llevan acompañamiento, por ejemplo una de mis cintas favoritas, Eyes wide shut, de Stanley Kubrick, es una pieza abierta que nos conduce a varias interpretaciones, pero sobre todo que aboga por la elevación del concepto de consumo cinematográfico más allá de las consabidas fórmulas. El crítico mira por nosotros en ese camino escarpado, donde el artista dejó si acaso alguna migaja de sentido para que escudriñemos el interior.
¿Qué fuera de nosotros sin esos espacios que desde antes ya nos explicaban que en la cinta El gabinete del Doctor Caligari se prefiguraba la crisis de un paradigma humanista destruido por la guerra y la decadencia económica mundial? Son las artes quienes nos hablan, pero en el transcurso de la escucha a veces no podemos traducir a solas los susurros de esas pitonisas. El mundo de la creación, visto desde afuera y sin referencias, pareciera un caos, una especie de ciclón donde se reviven las mismas fórmulas para matarlas mediante giros originales. En los meandros de un universo como ese aparece la figura del crítico salvador, el guardavía en la oscuridad, ese farol que en la neblina le dice al joven que ya antes existían un discurso y un ser humano a los que vale escuchar, unas referencias que prefiguran el presente.
Tenemos en nuestro país una larga tradición de esos guardavías, desde que se inició el cinematógrafo hasta las recientes producciones y es que Cuba dispuso de una excelente y abundante red de publicaciones generales y especializadas, donde la crítica pudo construir su propio discurso y llegarle a las masas. Aunque en la actualidad dicho espacio se ve reducido, aparecen alternativas en los medios audiovisuales y en la web, donde críticos de la talla de Frank Padrón y Joel del Río nos ofrecen sus útiles coordenadas para el consumo, si bien sabemos que el espectador de hoy prefiere separarse el ejercicio responsable y caer en el marasmo audiovisual.
Se agradece la presencia de Rolando Pérez Betancourt, quien nos ofrece amenas crónicas desde su columna en el diario Granma y el espacio de cada viernes La séptima puerta cuyo nombre alude, en esa manía referencial del crítico, a un famoso filme de Polanski. En estas entregas, el analista no solo desmenuza sino que incita al consumo de buena calidad, incluso a contratenor de las películas mismas (muchas veces nos ha dicho que vale la pena ver esta o aquella, solo como ejercicio del pensar). Y de eso se trata, no solo de acompañamiento, sino de creación, porque el crítico es un escritor.
Para Rolando, Padrón, del Río o Galeano, existe la crítica casi como una vía de vida, al punto en que para el espectador cubano a veces resulta difícil acercarse a un filme sin que resuene la voz de alguno de ellos como acompañamiento. Vale aclarar que, aunque existe en las universidades de las artes una asignatura al respecto, no suele haber mucha tendencia en el mundo del arte hacia la vocación crítica. Y ocurre porque el panorama de las retribuciones es ingrato, ya que mientras el autor se dedica a crear algo nuevo, nuestro analista tiene la obligación de ver allí lo viejo, evaluarlo, comparar las referencias y el hilo argumental novedoso. No siempre van a tirarle una alfombra roja al encargado de los tomatazos (de hecho, nunca existió tal agasajo). Por eso los nombres en el mundo de la crítica se cuentan con los dedos de una mano.
Los autores tienden a ver en el analista a un intruso, le niegan la sed y el agua, alargan fosos frente a las salas de exhibición como castillos medievales, contravienen cualquier criterio que no aluda exclusivamente al éxito de la pieza. Hasta hace unos años, al brillante Rufo Caballero lo retaban a hacer un video clip y todo porque el hombre era implacable en su columna con aquellos realizadores del gatillo alegre. Alegan los medievales que niegan la crítica, que esta última estaría sufriendo lo que Miguel de Unamuno llamó la envidia hispánica, o sea recelos ante la genialidad. Pero, no son legales ni éticos entonces esos fosos que le niegan al analista el acceso, ni las piedras que alguien quiso lanzar en una lapidación bíblica, por haber blasfemado cuando en verdad el crítico cumplía con un deber.
Se extraña, eso sí, el concepto de la reseña como crónica, que mezcle la disección con lo lúdico. La gente tiene derecho a divertirse leyendo (y el crítico escribiendo) más allá del cumplimiento o no de unas normas editoriales en los medios de prensa, las cuales existen para garantizar la calidad, pero no como freno a la superación de la misma. Vale decir, no obstante, que el estado de la crítica cinematográfica dista del tratamiento desolador y el casi abandono de su homóloga en el plano literario (al menos la que aparece en la prensa generalista, ha perdido toda coordenada técnica, al punto de caerse en la cursilería y, ¡horror!, la vagancia).
En Cuba hay críticos de gran valor, pero en el futuro careceremos de ellos si no les damos el sitial meritorio junto al oráculo. Será tarde luego cuando queramos que en las páginas de los diarios vuelvan a asomar la reseña o la crónica de cine, con matices didácticos y una fuerte carga culta. Un discurso creativo no se construye de un día para otro, menos aun cuando escasean incentivos y vocaciones o predomina una visión utilitaria del crítico solo como trasmisor de datos esenciales y consabidos. En realidad, quien analiza también está creando una obra paralela que no tiene que coincidir con sus referentes, mucho menos replicar con exactitud juicios ajenos.
Entre el gatillo alegre de los realizadores que no asumen la seriedad de la crítica y la ignorancia de quienes pretenden prescindir de referencias a la hora del consumo, existe una fina línea en la neblina, que el tren de la cultura solo puede atravesar si en lo oscuro aparece el guardavía con su farol, emitiendo la luz del análisis sobre nosotros.
lila
25/10/19 6:00
el autor está escribiendo cada vez mejor. la soledad del corredor de fondo. el único camino... suerte!!!
Paloma
23/10/19 14:27
Lo más triste de todo es que vivimos es un país que destina cuantiosas sumas a la preparación y superación de todos sus ciudadanos sin distinción alguna, para que a la postre no redunde en beneficio del aumento del acervo cultural de cada cual debido a que la modernidad y sus conceptos filosóficos ganan más espacios cada día; por su puesto eso no se expresa por generación espontánea, hay todo un andamiaje a nivel global que lo propicia, lo nutre y lo sostiene. Por tanto las circunstancias nos están retando a ser más creativos y sobre todo con un nivel de atracción o de seducción, por así decirlo, para captar los públicos que prefieren no pensar, no saber, no aprender ni aprehender algo: HE AHÍ EL DESAFÍO, NO CANSARSE, NO RENDIRSE, SIEMPRE INSISTIR, PORQUE AUNQUE NO LO PAREZCA HAY OIDOS RECEPTIVOS PARA EL BIEN COMÚN.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.