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domingo, 24 de noviembre de 2024

Eliseo Diego, el poeta de los reencuentros

Su devoción por la memoria y el universo de las pequeñas cosas nos ayuda a reencontrarnos con la poesía cotidiana de nuestra existencia...

José Armando Fernández Salazar en Exclusivo 05/08/2015
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Eliseo Diego fue el “culpable” de mis primeras lecturas. El poeta cubano, que cumpliría en 2015 los 95 años, fue uno de los autores invitados por el Ministerio de Educación para participar en la elaboración de los libros de Lectura de la Educación Primaria.

Para ese entonces ya estaba considerado como una de las más importantes voces de la literatura hispanoamericana y, sin embargo, se entregó con pasión y rigor al proyecto, que no ofrecía otro premio que contribuir a la formación de nuevos lectores.

Muchos años después, en una entrevista, el también integrante del grupo Orígenes diría que la mayor satisfacción que tenía como resultado de aquella aventura literaria fue encontrarse con niños en la calle que lo saludaban.

“A los niños se les ocurren cosas que nos sorprenderían si nos las dijeran. Lo que pasa es que ellos tienen cierta desconfianza justificada hacia las personas mayores”, dijo en una ocasión.

Eliseo Diego no fue un escritor de literatura infantil, aunque participó en concursos y escribió varios ensayos sobre este género. Yo lo consideraba como tal hasta que lo reencontré en el que fue su primer libro de poemas, titulado En la Calzada de Jesús del Monte, editado en 1949.

Otra vez el autor me condujo por una aventura literaria, esta vez para descubrir el inmenso misterio de la poesía, que según sus propias palabras “se presenta siempre donde menos se la espera, desde adentro, como una criatura”.

La nostalgia por la infancia, la claridad y sencillez del discurso y sus obsesiones con el paso del tiempo y la memoria, y las grandes historias que hay detrás de las pequeñas cosas, se convirtieron también en mis inquietudes espirituales, y lo seguí por sus cuentos, sus ensayos y sus agudos comentarios en entrevistas y comparecencias ante los medios.

Si, como él, me aventurara a hacer un poema sobre mis tesoros tendría que incluir uno de sus libros, quizás Divertimentos, que para los críticos es una de las raíces del género fantástico en la literatura cubana. Faltaría la novela que nunca llegó a crear porque “todas las novelas que a mí me hubiera gustado escribir ya han sido escritas”.

En 1993 recibió el Premio Internacional Juan Rulfo, uno de los más valiosos del continente. Así se reconocía una vida dedicada a las letras, desde su militancia en el grupo Orígenes, cuyo espíritu lo llevó a crear una obra autóctona pero sin renunciar a la tradición castellana.

Su método fue la síntesis, lo que le permitió crear un discurso transparente, preciso, original y seductor, en continuo coloquio existencial con los lectores. Ese tono pronto sería imitado por los poetas que integraron su generación y la que le precedió.

Para los que persistimos en leer poesía, la compleja sencillez de los versos de Eliseo Diego, con sus pausas y sus metáforas sorpresivas, contrastan con la ola actual de versos demasiado enrevesados. Tal parece que se ha perdido la naturalidad y la sencillez en una suerte de “carrera armamentista” por la experimentación formal. Quizás a ello se deba que los lectores de poesía hayan sido declarados en peligro de extinción.

Por esa razón es saludable reencontrarse con Eliseo Diego, no solo porque este año se conmemore un aniversario redondo de su nacimiento, sino porque con su devoción por la memoria y el universo de las pequeñas cosas nos ayuda a reencontrarnos con la poesía cotidiana de nuestra existencia.


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José Armando Fernández Salazar

Para mí no hay nada mejor que estar con los que quiero, riendo y escuchando a los Beatles


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