Fue exactamente un 7 de noviembre de 1863, hace 150 años, cuando La Habana acunó en su regazo a uno de los principales poetas modernistas de América Latina: Julián del Casal, el talento poético más lúcido de este movimiento de renovación literaria en Cuba, en el siglo XIX.
Catalogado como romántico idealista, Casal desde muy joven mostró su interés por las letras. A los dieciséis años —mientras cursaba sus estudios en el Real Colegio de Belén— fundó, junto a varios compañeros, el periódico manuscrito El Estudiante, donde publicó sus primeros versos. Luego de graduarse como bachiller comenzó la carrera de Derecho, pero la falta de fondos lo llevaron a dejar la universidad y terminó dedicándose primero al periodismo y, posteriormente, a la literatura.
Partió hacia Europa con la pretensión de visitar París, ciudad natal de los poetas que admiraba. Pudo llegar solo hasta Madrid y regresó a Cuba. Poco después publicó su primer libro de poemas Hojas al viento, en 1890.
Comenzó a destacarse dentro del panorama literario por una “poesía doliente y caprichosa”, como la catalogara el mismo José Martí en una crónica sobre la temprana muerte del bardo (contaba solamente 29 años), que publicó en el periódico Patria, en Nueva York en 1893.
Luego vendría su segundo libro titulado Nieve, en el cual los especialistas han señalado que se mostró plenamente modernista. Sin embargo, no residió solo en la sensibilidad y exquisitez de su poesía el mayor aporte a nuestra literatura. Su prosa —aunque poco divulgada— se considera de un gran valor literario. Se caracteriza por la belleza, colorido, melancolía y excelente forma. En este género, también, figura como uno de los mejores narradores costumbristas cubanos del siglo XIX.
Sobre la personalidad de Casal, los investigadores aseguran que era triste y pesimista, aunque no es menos cierto que la fatalidad lo acompañó en su vida. Huérfano de madre a los cuatro años, enfermizo, este “hondo y exquisito príncipe de melancolías, como le llamó el poeta nicaragüense Rubén Darío —con quien llegó a entablar una profunda amistad— falleció la noche del 21 de octubre de 1893 con la ironía de la vida a flor de labios. Un ataque de risa, provocado por un chiste, le produjo una hemorragia y sufrió la mortal rotura de un aneurisma.
Luego de su breve vida, vio la luz Bustos y Rimas, el tercer y último libro que alcanzara a escribir.
De su muerte Martí escribió: “Murió de su cuerpo endeble, o del pesar de vivir, con la fantasía elegante y enamorada, en un pueblo servil y deforme (…) Por toda nuestra América era Julián del Casal muy conocido y amado, y ya se oirán los elogios y las tristezas. Es como una familia en América esta generación literaria, que principió por el rebusco imitado, y está ya en la elegancia suelta y concisa, y en la expresión artística y sincera, breve y tallada, del sentimiento personal y del juicio criollo y directo. El verso, para estos trabajadores, ha de ir sonando y volando. El verso, hijo de la emoción, ha de ser fino y profundo, como una nota de arpa. No se ha de decir lo raro, sino el instante raro de emoción noble y graciosa. Y ese verso, con aplauso y cariño de los americanos, era el que trabajaba Julián del Casal”.
Cuando en aquel entonces el Héroe Nacional sentenciaba que, con la obra de Casal, “la poesía vive de honra” vislumbraba el camino certero hacia su inmortalidad. Hoy, a 120 años de su muerte, el panorama literario y escénico rememora su nombre.
Hasta el próximo 18 de noviembre, tiene lugar Lunes de Academia, un ciclo de conferencias sobre su figura, organizado por la Academia Cubana de la Lengua en el Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.
Julián del Casal o la música del porvenir, El verdeante Casal de José Lezama Lima, Luisa Campuzano: Al rescate con Casal, Algunas fuentes en la obra de Julián del Casal, y Casal joven, exótico, aficionado a los retratos, han sido los temas abordados por especialistas y escritores para acercarse y conocer mejor la obra del gran poeta.
Mientras, las artes escénicas le tributan desde la memoria teatral con la rememoración de una importante obra que se inscribe dentro de una temática recurrente en nuestro teatro: la línea de los poetas.
Mascarada Casal, escrita en 1985 por Salvador Lemis, fue publicada por la editorial Letras Cubanas en su colección Pinos Nuevos. El texto —que responde a una estructura fragmentada de la acción y la ficción— recrea la vida del poeta a partir de una representación organizada por las Máscaras. En la pieza, por supuesto, aparecen escenas que remiten a fragmentos de su vida y visiones incompletas de la historia personal.
Los sucesos fundamentales giran en torno a develar las diferentes aristas de la vida de Casal y ello se logra con la intervención de personajes extraídos de la realidad que convivieron junto al poeta. Así, por estos días Cuba evoca y engrandece la memoria de Casal.
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