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viernes, 15 de noviembre de 2024

El catalejo de Junior Fernández

Entrevista con el escritor para niños y adultos Junior Fernández Guerra...

Yasel Luis Toledo Garnache en Exclusivo 05/12/2019
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Junior Fernández Guerra- Director de Ediciones EncaminARTE
La narrativa es mi espacio de relax y no por eso deja de ser muy seria, solo que me lo tomo con más calma, expresó Junior.

Llegó a nuestro país proveniente de la fría ciudad soviética de Novosibirsk, donde nació en mayo de 1984, pero Junior Fernández Guerra es indudablemente muy cubano. Residente en la provincia oriental de Las Tunas, su mundo más íntimo es el del arte y la literatura, como fiel enamorado de la fotografía y la plástica, la poesía y la narración.

Sus textos, para niños o adultos, tienen el encanto de la seducción, desde una voz que parece muy personal, por eso resulta fácil imaginarlo como uno de sus personajes o al lado de ellos. En Powershot, por ejemplo, libro de cuentos, parece coger la cámara y estar todo el tiempo dentro de las páginas, apretar el obturador, conversar, disfrutar o ponerse nervioso en medio de los conflictos.

Entre sus reconocimientos, se incluyen el premio de Narrativa y el Especial del Público en poesía en los Juegos Florales de Matanzas (2013), el Memoria Nuestra (Holguín 2014), el de Décima Toda luz y toda mía (Sancti Spíritus 2014), el de décima escrita Cucalambé (Las Tunas 2015), el Oscar Hurtado de Terror fantástico (La Habana 2016), el Calendario en literatura infantil (Habana 2018) y el Fundación Ciudad de Santa Clara en décima (2018).

Tiene publicados libros, como Fabulaciones del verbo; Extraños ritos del alma. Antología de voces en la niebla; Cantábulas y epopemas del bardo Pul Salalira y Ejercicio de contaminación. En cada uno de los cuales se percibe su presencia, algo totalmente intencional.

“Creo que es indispensable que los lectores sientan mi voz, aunque sea solo un susurro allá en el fondo del cuento o el poema. Siempre trato de crear una especie de dialogo, que a veces funciona. Trato de explorar aspectos de mi realidad, tanto objetiva como subjetiva, que también es la de muchas personas no solo en Cuba.

“Eso que llaman voz, dentro de la literatura, es una suma de muchos factores, pero fundamentalmente es una cuestión de perspectiva, una cuestión de declarar el punto único desde el cual uno percibe lo demás”.

Indudablemente tu literatura es para disfrutar y pensar sobre la realidad, a veces reinventada por ti o mirada con un catalejo diferente desde la ciencia ficción y la fantasía. Sale así naturalmente o responde a un propósito.

—Siempre responde a un propósito. Siempre pienso muy bien sobre lo que quiero escribir y generalmente hay un proceso de retroalimentación que puede durar varios meses antes de comenzar, otras lecturas, música, materiales audiovisuales…, que pueden aportarme elementos o herramientas para luego construir mis propias consideraciones sobre el hecho.

El proceso de la escritura es lo espontaneo. Allí es donde está la magia: la manera en que todas esas cosas comienzan a articularse y para mi sorpresa, construyen algo con lo cual me siento satisfecho. Me gusta que el resultado me sorprenda.

Creo que cuando uno pierde la capacidad de asombrarse ante la creación, deja de ser un acto útil para uno mismo. Para escribir mi libro Extraños ritos del alma, estuve casi un año leyendo biografías y obras de más de una veintena de escritores y artistas, y para Ejercicio de contaminación, unos seis meses releyendo a Sartre, a Steiner, a Nietzsche y a otros tantos filósofos.

Uno construye su imaginario personal a partir del imaginario colectivo, y ser consciente de eso ayuda mucho. Con Cantábulas y epopemas… el proceso fue un poco diferente. Fue el resultado de una catarsis que provocó en mi la idea de que sería padre por segunda vez y no había hecho nada al respecto, desde la literatura, claro está.

Aunque el libro lo escribí en menos de 15 días, de igual manera hay muchas voces escurriéndose entre sus líneas, voces que me han acompañado desde la primera vez que tuve un libro entre mis manos y que continúan conmigo hasta hoy, multiplicándose. Pero en todos los casos disfruto mucho el proceso y trato (aunque definitivamente no es algo controlable) que los demás disfruten el resultado.

¿Qué prefieres: la poesía o la narrativa? ¿Cautivado por el público infantil, por el adulto o por ambos?

—Necesito ambas cosas, aunque cada una por cuestiones diferentes. La poesía para mí (y en especial la décima) es algo muy serio, es, parafraseando a alguien que no recuerdo, es el rayo que señala la tiniebla exacta en que uno habita. Es mi espacio para reflexionar y concientizarme de las cosas. Lo que llaman inspiración poética, para mí es algo más parecido a la meditación.

Es un poco explorar una idea desde una especie de supra conciencia inducida que tiene como finalidad un movimiento del espíritu, un estallido a través del cual comienzan a aflorar sensaciones, sentimientos, pensamientos, y como dije antes, esas cosas de alguna manera logran articularse para construir algo. Yo como poeta solo intento estar ahí, en el lugar exacto, para que el rayo de la poesía me ilumine y nazca de mis manos el poema.

La narrativa es mi espacio de relax y no por eso deja de ser muy seria, solo que me lo tomo con más calma. Aquí sencillamente intento contar algo que me parece curioso, real o fabulado, no interesa, pero casi siempre, para no ser tan absoluto, tiene un trasfondo real. Encontrar una buena historia que contar y luego hallar la manera de hacerlo. A veces tienes una buena historia, pero la manera de contarla no funciona.

En ocasiones, logras una estructura espectacular y, sin embargo, lo narrado no es tan bueno. Por eso es tan importante compensar técnica y contenido de manera que ninguno de las dos se quede detrás. Me gusta mucho experimentar, jugar con el texto, con las estructuras, pero la historia siempre es importante, y no la sacrifico por nada.

En cuanto al público, creo que ambos son complicados, cada uno a su manera, aunque ciertamente el infantil me ha cautivado. Es increíble como los niños son capaces de asimilar conceptos que no conocen, pero que de alguna manera interpretan en el contexto del cuento o del poema. Tienen una gran capacidad de extrapolación y lo más importante: son extremadamente sinceros y críticos. Cuando algo no les gusta, sencillamente no lo leen.

¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Lugar preferido para escribir? ¿Alguna especie de ritual?

—Siempre pienso bien lo que voy a escribir, pero generalmente no pienso sobre qué voy a escribir. La idea viene sola y a veces de la manera más ingenua, pudiera decir, pero siempre es algo que me causa duda, me provoca una reflexión. El texto, o libro, es mi respuesta a eso, es el resultado de explorarlo desde varias perspectivas, de analizarlo hasta donde humanamente puedo.

Escribo en mi casa, generalmente de madrugada y me resulta muy difícil hacerlo en otro lugar. No tengo rituales específicos a la hora de escribir y ni siquiera intento ponerme metas. Trato de hacerlo lo más espontaneo posible, aprovechar el poco tiempo que tengo y, sobre todo, disfrutarlo.

¿Cuán difícil es ser escritor en la Cuba de hoy, más desde Las Tunas, a cientos de kilómetros de la capital?

—Yo no creo mucho en eso del fatalismo geográfico, o mejor dicho, necesito no creerlo. Sé que influye, pero no es determinante. Es cierto que algunos están físicamente en el centro neurálgico de la cultura en Cuba, La Habana, pero, ¿verdaderamente eso representa una ventaja? Siempre pienso que, por ejemplo, Luis Yuseff, Jose Luis Serrano y Emerio Medina viven en Holguín; Teresa Melo y Oscar Cruz en Santiago de Cuba; Eldys Baratute en Guantánamo y Carlos Esquivel en Las Tunas, por solo mencionar algunos de los grandes, y eso para nada ha frenado su carrera literaria.

—Esos son mis referentes en ese sentido y la piedra en que me apoyo cuando alguien vine a hablarme de eso. Todo es una cuestión de actitud y generalmente lo del fatalismo es más una excusa que un argumento, aunque eso no quita que la mirada de ciertos decisores se deba volcar más a menudo hacia otras zonas del país y abandonar la comodidad de tomar lo que más cerca les queda, aunque no siempre sea lo mejor o lo más representativo.  Para mí no es tan difícil ser escritor y vivir en Las Tunas. En realidad, es una ciudad muy tranquila y desde mi perspectiva, un verdadero paraíso para la creación, y esto lo digo desde el punto de vista social y no institucional. Con las instituciones culturales hay que trabajar muchísimo todavía.

¿Todavía se puede aspirar a lo verdaderamente nuevo en la literatura o los autores deben conformarse con dominios de técnicas y abordajes de historias de alguna manera reflejadas por otros?

—No creo que uno deba enfrascarse en la búsqueda de lo nuevo. Esa es una cuestión muy vana teniendo en cuenta que, como escritores, tenemos la responsabilidad de comunicar. La novedad estaría para mí en el contenido y no en la forma, y más aún, en la perspectiva desde la que se aborda el contenido. Los motivos de la literatura son los mismos desde Aristóteles hasta hoy, eso no cambiará nunca, pero la manera en que esos motivos nos afectan, por una cuestión histórica o de contexto, es lo que puede cambiar.

Mi realidad y la de mis padres o la de mis hijos en este momento, aunque no lo parezca, no es la misma, pero todos amamos, odiamos, sentimos miedo, rencor, alegría, dolor… eso es lo que nos hace humanos. Lo que nos hace únicos, es la manera tan íntima y particular con que lidiamos con todas esas cosas y la manera en que podemos percibir y sensibilizarnos con las experiencias de los demás. No creo que uno deba conformarse con nada, pero sí se debe ser sincero con uno mismo y con los demás a la hora de escribir.

No me gusta definir la literatura como buena o mala. Para mí sencillamente existen diversos niveles dentro de la creación que siempre, definitivamente, le van a servir a alguien, más allá de que a uno le guste o no. Muchas personas no podrían leerse nunca a Lezama, o a Borges, pero sin embargo se leen “Crepúsculo” o “50 sombras de Grey”, y lo disfrutan, y de alguna manera les aporta y les sirve, aunque algunos no logremos entender cómo es posible.

En eso también consiste la diversidad y hay que respetarla. No creo que las personas que leen y disfrutan Paradiso pierdan el interés en ese nivel escritural sencillamente porque Stephenie Meyer siga publicando sus novelas. Cada producto tiene un público que lo consume y no creo que tenga nada que ver con haber descubierto una formula nueva. Sencillamente se hace, y ya está. El resto se verá con el tiempo. Si trasciende o no, eso no lo controlamos nosotros.

Algunos consideran que la literatura cubana no vive un buen momento. ¿Comparan a los autores actuales con otras generaciones como las de Nicolás Guillén, Carpentier, Lezama, Cabrera Infante, Carilda…? ¿Qué piensas?

—Las comparaciones son inevitables, pero creo que se debe ser muy objetivo en ese sentido. No creo que sea prudente hacer una evaluación cualitativa puesto que existe un abismo generacional, epocal y contextual insalvable entre ellos y nosotros. Creo que la literatura cubana se está reponiendo todavía del duro golpe que supuso el Quinquenio Gris, sobre todo porque las generaciones posteriores a ese periodo se quedaron sin referentes inmediatos y tuvieron que comenzar a reinventarse a partir de la cobertura (mínima) que les quedó.

Confundimos cultura con ideología y eso fue fatal. Creo que todavía lo es un poco, pero como ya te dije, creo también que nos estamos recuperando. Hay muchos autores jóvenes, que de alguna manera han quebrado cánones importantes dentro de la literatura cubana contemporánea, que han revelado una autenticidad y una fortaleza intelectual que los ha colocado en los más altos podios, no solamente en Cuba, gente que piensa la literatura, que vive la poesía y que manejan estilos propios y muy eficaces como mismo hicieron los autores de antaño.

Pero como ya te dije, la comparación sería absurda. ¿Cómo comparar a Oscar Cruz o a Sergio García Zamora con Guillén o con Lezama? ¿Cómo comparar a Jamila Medina o a Legna Rodriguez con Carilda o con Fina García Marruz? Todavía somos jóvenes, y tenemos el tiempo a nuestro favor en esta carrera hacia la trascendencia, que es todo acto de creación.    

¿De qué depende el éxito y la legitimación literaria?, ¿solamente de la calidad de la obra y la promoción?

— La calidad de la obra siempre es importante, pero creo que la promoción es y será la piedra angular para, como dices, legitimar un producto artístico o literario. Hay muy buenos títulos en nuestras librerías, que pasan desapercibidos porque nadie se toma el trabajo de visibilizarlos y lo más triste es que en ocasiones es exprofeso.

Las editoriales creen que su trabajo termina con la impresión del libro y no es así. Ahí es que comienza su trabajo. Algunas ni siquiera hacen un mínimo esfuerzo en la distribución y por eso la mayoría de los buenos libros que se publican por todo el país son prácticamente invisibles.

¿Qué piensas sobre el reflejo y “análisis” de la literatura cubana actual en los medios de comunicación? Mucho se habla sobre la necesidad de una crítica literaria y artística más frecuente. ¿Cómo podrían ayudar los propios creadores al análisis de sus contemporáneos?

—Creo que todavía hay mucho por hacer desde los medios para la literatura. La cobertura que se le brinda a los eventos y premios literarios no deja de ser una nota al pie en algún programa, y los que todavía insisten en visibilizar a nuestros escritores (Papeles en blanco, Paréntesis, El autor y su obra) no creo que tengan la significación necesaria dentro de la programación.

Obviamente necesitamos una crítica literaria que ayude a impulsar todo esto. Una crítica sincera y eficaz, alejada de paternalismos y tibiezas que nada le aportan a un autor como autor. Hay muchos escritores realizando un trabajo importante en este sentido, pero la cobertura que tienen sus críticas y reseñas se pierde dentro de otro volumen de información más “importante”, incluso dentro de las secciones culturales.

—¿Qué otros escritores jóvenes cubanos sugieres a los lectores?

—Hay muchos escritores jóvenes haciendo un trabajo impresionante desde y para la literatura, y mencionarlos a todos sería hacer una lista demasiado larga. Pero a mí personalmente me interesan mucho las estéticas de Jamila Medina, Zulema Gutiérrez, Sergio García Zamora, Idiel García, Leymen Pérez, José Alberto Velázquez y Antonio Herrada, por solo mencionar algunos.

—¿Cómo te defines como escritor y persona?

—No me gusta definirme, aunque pueda sonar extraño. Creo que cuando uno se define como algo está cerrando su espacio personal a un millar de espectros y posibilidades que también son válidas y aportan, porque uno nunca es una sola cosa, sino el resultado de muchas. Siempre trato de ser sincero, tanto en lo personal como en lo profesional, decir lo que pienso de la manera más justa, hacer lo que quiero sin causar daños colaterales (al menos no directos) y respetar las opiniones de los demás, aun cuando no coincidan con las mías.

—La fotografía aparece en varias de tus obras, ¿alguna pasión especial por eso?

—En realidad, mi primer acercamiento a la AHS fue desde la plástica, en Santiago de Cuba. Trabajé mucho tiempo con el Proyecto Ennegro y mis obras fueron expuestas en varios espacios como La alianza francesa, el Teatro Heredia en el marco del Festival del Caribe y en la Bienal de la Habana. Por ese entonces trabajaba instalaciones esculturales de gran formato.

La fotografía vino después y definitivamente me cautivó. Cuando tengo la cámara en las manos es como si el mundo se me revelara desde una dimensión completamente nueva y excitante. Intento captar eso, no lo que veo, sino lo que percibo en ello. Hasta ahora he podido realizar más de diez exposiciones personales de fotografía y me han invitado a otras tantas colectivas. Algunas de mis fotografías han sido utilizadas por algunas editoriales como Ediciones La Luz y Editorial Sanlope en la cubierta de sus libros.

—¿Cariño especial a algún libro o premio?

—Todos mis libros y los premios que han alcanzado, marcan un momento importante dentro de mi labor como escritor. Importantes a nivel personal. Creo que, a todos, de alguna manera les tengo el mismo cariño, porque muestran mi evolución y, sobre todo, una pequeña parte de mi pensamiento y de mi vida.

— ¿Cuáles son tus principales sueños en la literatura?

— Obviamente uno quisiera trascender en las arenas del tiempo, y que el nombre de Junior Fernández Guerra se escriba junto al de César Vallejo, Jorge Luis Borges, Charles Baudelaire, aunque suene pretencioso. Pero en realidad no me preocupo por eso porque es algo que no puedo controlar. Yo puedo controlar lo que digo, lo que pienso, lo que hago, nada más que eso.

Lo demás es una cuestión de ponerse las metas tan alto como uno pueda colocarlas, y trabajar, sin vanas pretensiones, toda la vida en ello. Solo el tiempo dirá lo que quedará de uno mismo en los demás. Por ahora, lo único que quiero, es que nunca me falte algo bueno que decir.


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Yasel Luis Toledo Garnache

Periodista


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