Muchos en su lugar pensarían que ya alcanzaron la cúspide, que no hay nada más allá por lograr pues, con una trayectoria enriquecida por reconocimientos nacionales e internacionales y distinguida ahora con el más importante de los galardones de las artes escénicas, ¿qué meta más alta les faltaría por conquistar?
Pero, lejos de pensar en los bombos y platillos del reconocimiento, los merecedores del Premio Nacional de Teatro 2020 prefieren valorar este como el mayor desafío que han enfrentado en la vida. Esa es la clave que hace más de dos décadas distingue el trabajo del diseñador Zenén Calero Medina y el actor y director de Teatro de Las Estaciones, Rubén Darío Salazar.
Como peculiaridades, el Premio Nacional de Teatro se entregó por primera vez en el mes de julio y a dos personalidades del arte de las tablas. No podía ser de otra manera porque, desde que estos dos grandes de los retablos cubanos se encontraron un día, juntos soñaron, crearon un grupo extraordinario, crecieron, desbordaron talento, no se conformaron y fecundan buen hacer en los jóvenes que se inician en los retablos.
Cada uno desde su especial manera de pensar y concebir el arte aporta valores difícilmente superables. Nadie se atrevería a imaginar a Las Estaciones sin la singular belleza de los muñecos de Calero Medina o sin el riquísimo entramado cultural que le aporta Rubén a cada una de sus puestas.
Entre lo más selecto del teatro cubano de estos tiempos, ambos son de los artistas auténticos, consecuentes, aplaudidos en escenarios dentro y fuera de Cuba con igual intensidad y sin remiendos ni artísticos ni humanos.
Es por ello que cada día Rubén y Zenén acuden a la cita más importante de sus vidas, una que convoca a la excelencia, la creatividad, el talento y los valores humanos para, con su maravilloso hacer, reflejar en los demás esa luz propia que solo poseen los grandes hombres.
RUBÉN DARÍO SALAZAR: “LA VIDA ES UN RETO”
Descifrar lo mejor de las personas, desnudar el ángel de sus almas es un don que le ha permitido a Rubén Darío Salazar reconocer en quienes lo rodean la luz y, en ellos mismos reflejar la suya propia.
Hubiera sido un excelente periodista a juzgar por el profundo sentido del análisis que albergan sus palabras y la convicción con que emprende cada uno de sus quijotescos proyectos, pero sus veletas asomaron a otros puertos y un buen día se descubrió artista teatral.
“Obtener el Premio Nacional de Teatro, el galardón más alto de las artes escénicas, es una alegría mayúscula. Es maravilloso estar al lado de grandes maestros como Raquel y Vicente Revuelta, Abelardo Estorino, Mario Balmaceda, Rosa Fornés, Flora Lauten; tanta gente maravillosa que, incluso, está al lado nuestro, como Carlos Celdrán, Carlos Díaz, que uno puede disfrutar ahora mismo en la escena.
”Realmente nunca pensamos merecer tanto, pero la vida nos congratuló y lo que haremos será disfrutarlo con nuestro trabajo de siempre”.
Santiaguero de cuna, en la puesta en escena de sus obras se perciben la tempestad de una estirpe de mambises procedente de la tierra caliente en perfecta armonía con el aire sosegado que le brinda la bahía de Matanzas, provincia donde ha hecho suyo el legado de Dora Alonso y Virgilio Piñera.
Desde su ingreso en el Instituto Superior de Arte, desandando sus primeras huellas en el grupo Papalote, hasta llegar a la creación de Las Estaciones, han crecido a la par el creador y el ser humano, el artista y el hijo, a quien su madre aún lo acompaña para ser testigo de las buenaventuras de aquel pequeño que soñó y se ha convertido en el hombre que ha hecho del teatro más que arte, su vida.
“Cuando llega un premio así uno repasa todo. En mi caso pensé desde que era niño e iba al guiñol con mis padres, trabajaba en la radio o como teatro aficionado, los maestros durante la etapa de la universidad, hasta en todas las personas que influyeron en este resultado.
”Recuerdo con especial cariño a Nilda García Alemán, mi maestra de radio; Humberto, mi instructor de teatro aficionado en la secundaria y en el preuniversitario; Félix Salas, quien ya murió; Abelina Prada, otra instructora de arte fabulosa; Ana Viña, mi maestra; Graciela Pogolotti, Rine Leal, profesores magníficos del ISA. René Fernández en la etapa de Papalote, por supuesto; Dora Alonso, esa amiga incondicional, Carucha Camejo...
”Es un repaso que llega hasta uno mismo porque me doy cuenta de que nosotros también nos convertimos en maestros para otras generaciones. Ahí es donde uno comienza a ponerse serio, sabe que tiene que hacerlo bien, incluso, yo diría, hacerlo aún mejor”.
Locuaz, siempre en movimiento Rubén no apaga las luces, cada puesta es una nueva aventura. Nada de silencios. Atrás quedaron muchas cosas, una vida no cabe en una entrevista. Dejaremos la luz tenue en el escenario y aplaudiremos como si estuviéramos frente a uno de esos espectáculos que ya necesitamos para volver a ser niños.
“No solamente un premio es un reto; vivir, trabajar y crear también son retos. Los retos se dan de manera cotidiana y los seres humanos nacimos para enfrentar lo que encontramos en el camino. Lo que pasa es que si uno de enfrenta a gusto, lo disfruta, lo hace con sentido de la responsabilidad y compromiso, es aún mejor. Eso es lo que hacemos la gente del teatro, que este se transforma en el puesto de combate, en un arma ideológica expansiva. En el caso nuestro, sobre todo dedicados a la infancia, a esos hombres y mujeres del futuro”.
Por ahora haremos un pacto con el que mantendremos abiertas las puertas a hombres como Rubén, quienes hacen del arte un pretexto para amar la vida.
ZENÉN CALERO MEDINA, EL HOMBRE DETRÁS DEL TELÓN
Zenén Calero Medina posee una extraña habilidad que solo tienen los artistas. Él es capaz de hablar con la mirada antes de que salgan palabras de su boca y sus pensamientos son tan profundos como el azul de sus ojos.
El tiempo le ha teñido las barbas y el pelo con tonos blancos, pero no le ha arrebatado la vitalidad y las ganas de hacer, la inspiración inagotable y la renovación constante. Gracias a su talento y creatividad sin límites, se convirtió este 2020, junto a Rubén Darío Salazar, su compañero de aventuras hace más de 20 años, en merecedor del Premio Nacional de Teatro.
“Recibí la noticia con mucho placer y alegría porque llegó en un momento en el que estoy trabajando en el escenario, haciendo luces, preparando proyectos nuevos, soñando una vida futura en el arte y representa el resumen de todo lo que he podido hacer hasta este momento”.
Llegó al diseño escénico casi por casualidad. Durante sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas de Matanzas se interesó por conocer la experiencia de ser parte de un escenario a través de sus muñecos y vestuarios. En ese empeño, Teatro Papalote guio sus primeros pasos. Con René Fernández Santana aprendió a apreciar las interioridades de los títeres.
El joven Zenén comenzó a relacionarse con otros muchachos soñadores como él para regalar arte. De esa feliz unión surgió Las Estaciones, una institución que ha marcado su carrera y su vida.
Zenén es un hombre sencillo, modesto, conversador, profundamente humano y muy exigente en su trabajo. Le gustan los premios, pero estos no constituyen el propósito de su esfuerzo. Trabaja con el único motivo de alimentar el mundo interior de los espectadores.
“El premio no es solamente el reto que uno tiene en la vida creativa, sino lo es cada obra; cada momento en el que uno se sienta a pensar un espectáculo se convierte en un reto sin siquiera darnos cuenta.
”Pensamos en el trabajo del teatro como vía para desarrollar nuestra vocación, hacer lo que nos apasiona, donde creamos un espacio y un tiempo para el público y le llevamos una propuesta con un mensaje positivo para formar a un público mejor”.
Se entrega al teatro desde que se levanta hasta que pone nuevamente la cabeza en la almohada y entonces comienza a soñar con sus títeres. Quizás aprendió la constancia de su madre quien, sentada en una máquina de coser, le mostró lo que la imaginación y el talento pueden lograr. Con ella conoció la magia de crear y, desde que tomó en sus manos el primer proyecto, cada vez nos sorprende con nuevos mundos, solo posibles gracias a su sensibilidad e ingenio.
“Es un momento en el que sobre todo pienso en mi madre, una de las personas que más me ayudó en mi trabajo. Recuerdo también a todos los que han trabajado conmigo en estos cuarenta años: carpinteros, costureras, atrezzistas, pintores. A ellos también les debo este premio”.
Zenén se sienta cómodamente, lee el guion, piensa en las propuestas, la trama, el mensaje y comienza a trabajar. Zenén crea un títere y nos regala un sueño.
Jessica
25/9/20 19:31
Es un privilegio para Matanzas contar con la presencia de estos dos grandes maestros del teatro y es más privilegiada aún porque no son los únicos. Esta provincia es una plaza fundamental dentro del arte de las tablas en Cuba
Mary
25/7/20 14:19
Sin dudas dos grandes hombres de nuestra cultura gracias por esta bella entrevista llena de sensibilidad .Felicidades por el premio.
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