Más de cuarenta largometrajes de ficción agigantan la dimensión de una mujer que no aparenta más allá de 25 años, por ese candor que refleja su mirada y lo grácil de su silueta que contrastan con la vital energía de una actriz de treinta años de carrera, laureada por 40 filmes que han marcado puntos de luz en la cinematografía francesa.
Capaz de esculpir en pantalla una galería de personajes que transitan por caracteres antagónicos, desde la adolescente de A nuestros amores, hasta La jugadora, en 2011, ella ha tallado trazo a trazo personalidades marcadas por interiorizaciones que ha ido engranando a fuerza de introspecciones con un mínimo de recursos expresivos, una sonrisa vaga que se torna en signo de intensa tristeza o una alegría que revela la concesión de un sueño largamente acariciado.
Aunque ha merecido importantes premios internacionales en una filmografía de excepción, bajo la maestría de directores como Agnes Varda, Maurice Pialat, Jacques Doillon, André Téchiné, Jacques Rivette y Claude Chabrol, Sandrine se percató de que su arte requería otra dimensión. Ya no le bastaba estar delante de la cámara, sino detrás, y comenzó su carrera de joven cineasta con un documental de estremecedor realismo, Ella se llama Sabine, inspirada en su hermana autista. Pero le reclama la actriz y el gusto por crear historias con un imaginario audiovisual muy propio, trabajado con óptica de retrato testimonial.
DE QUIEN BUSCA NUEVOS CAMINOS A SU FIEBRE CREADORA
—¿Por qué decidió iniciarse como realizadora en la cúspide de su carrera como actriz?
—Porque dirigir no implica para mí el abandono de mi faceta de actriz, pues adoro ser actriz, es algo que forma parte, una parte importantísima de mi vida. Pero quise probarme y una no debe ahogar sus impulsos de creación. Siempre quise abordar el tema del autismo, porque forma parte de mi mundo familiar.
“Asistí a una jornada dedicada a esta enfermedad, pues necesitaba conocer sus causas y medir sus consecuencias, pues mi hermana Sabine la padece y yo necesitaba comprenderla, ayudarla y contribuir a la posibilidad de mejorar el estado en que se encontraba.
“Consideraba ineludible hacer algo por ella. Y esta convicción me llevó a filmar Ella se llama Sabine, hace cuatro años. Además, no es solo la historia de mi hermana, sino de otros jóvenes que padecen este mal y no han de quedar relegados a su enclaustramiento mental sin que nadie se percate que necesitan ayuda con suma urgencia.
UN RETRATO DE NUESTRA SITUACIÓN FAMILIAR
Fotograma del documental "Ella se llama Sabrina". (Foto: Cortesía del Festival de Cine Francés)
—¿Qué le ha reportado este documental?
—Ante todo, una gran satisfacción, desde el punto de vista moral y ético. Porque me ha permitido hablar en nombre de mi familia, pero también me siento pintora de una parte del público que se encuentra en una situación similar.
“Quisiera que este documental sea lo mejor para Sabine y mi objetivo no era brindar una información acerca de lo que representa el autismo, sino un retrato de nuestra situación familiar, porque pienso que ella lo merece”.
—¿Cuál fue la reacción de Sabine al presenciar el documental?
—Le hizo mucho bien verlo. Incluso observar su feminidad fue algo que le agradó mucho. Ella nunca había viajado y disfrutó mucho de esa experiencia, le motivó grandemente conocer otros países. Ha adquirido nuevas experiencias y el gusto de realizar cosas por sí misma.
MOSTRAR LA ESENCIA DE MIS PERSONAJES
—¿Cómo define la actual etapa de su vida artística?
—Sobrepaso los 40 años y he dedicado treinta a la actuación, por lo cual me he visto precisada a evolucionar, desde todo punto de vista, para lograr una especie de tamiz en mi labor interpretativa al desechar lo superfluo y mostrar la esencia de mis personajes. Pero ante todo, impedir que existan puntos de contacto entre las caracterizaciones que denoten una repetición. Me aterra repetirme y espero haber logrado ese desdoblamiento total a que aspiro.
“Esto no quiere decir que imponga mi voluntad a los directores. Asumo los personajes con la óptica de los realizadores, pero con mis puntos de vista acerca de los sentimientos y emociones inscritos en sus cadenas de acciones y reacciones inherentes a su modo de ser para apropiarme de su historia, hasta borrarme como persona del universo que le pertenece”.
NECESITO ESTAR DELANTE Y DETRÁS DE LA CÁMARA
—¿Y en cuanto a Sandrine la cineasta?
—Actualmente me encuentro en una situación bastante nueva para mí, por la necesidad que experimento de situarme delante y detrás de la cámara. Compartir mi vida entre la actriz y la realizadora, porque la experiencia de haber dirigido se ha transformado más que en una vocación, en una necesidad.
“Dirigí el documental como un deber familiar. Pero mientras lo filmaba, me percaté de que estaba adquiriendo una dimensión infinita de posibilidades. Porque hacer cine, plasmar una idea en imágenes es una experiencia inenarrable.
“Por eso, no quisiera renunciar a esta vía de creación que acabo de descubrir y que me ha proporcionado momentos de felicidad por la acogida internacional que ha recibido el documental, me ha alentado a dirigir mi primer largometraje de ficción, Me da rabia, que escribí a cuatro manos con Jerome Tonerre”.
—¿De qué trata el argumento?
—Una muchacha se encuentra en la calle con un hombre desaparecido que había sido el gran amor de su madre. El individuo había sido muy importante en su juventud, pero ahora se encuentra sin trabajo y sin domicilio fijo. Los protagónicos serán interpretados por William Hurt y Alejandra Lamy. Estamos ultimando los detalles para iniciar el rodaje.
TRANSFOMARME HASTA DEJAR DE SER SANDRINE
—¿Planea algún nuevo largometraje como actriz?
—Se trata de una película, dirigida por Claude Lelouch, con un personaje cuya complejidad me interesa, porque me permitirá transformarme en una mujer desconocida hasta dejar de ser Sandrine. La actuación siempre me permite disfrutar sensaciones difíciles de explicar, en ese tránsito de transmutaciones, que implica este arte.
—¿Qué impresión le ha producido este segundo viaje a Cuba?
—Me siento muy atraída por esta isla tan bella. Siento una emoción muy especial porque al visitarla experimento una felicidad como la que sentía en los días de mi infancia. Cuba me inspira esos sentimientos.
Fiore
26/4/13 15:07
Ya se acaba esta edición del Festival, pero una de las gratas experiencias que he podido tener como espectadora ha sido"Ella se llama sabine". Sin grandes pretensiones en cuanto a la documentalística pero en extremo humano y sensible...tuve que reprimir mis lágrimas...un aplauso par Sandrine y por supuesto, para Sabine..
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