Escribir de cambios de protocolos de conexión, direcciones engañosas u objetos conectados a la red de redes se ha convertido en tópico habitual de muchos espacios digitales. Primeramente con el objetivo de lograr un mayor índice de visitas y luego para popularizar cuestiones que hasta hace algún tiempo solo eran asunto de grandes empresas de telecomunicación.
Sin embargo, cada vez con más frecuencia asistimos a la publicación de datos, patentes, experiencias y suposiciones futuristas que nos acercan y alertan sobre un futuro posible que modela nuevas relaciones humanas y prevee cambios profundos en las interacciones entre personas y objetos, a partir del nacimiento de la Internet de las Cosas.
En nuestro país no ha sido diferente, pues el periodista Amaury del Valle abordó el tema en junio de este año, pocos días después del lanzamiento oficial del protocolo IPv6, “que sustituirá en cuatro o cinco años al IPv4, y que implicará el aumento de las 4 000 millones de direcciones IP actuales hasta llegar a unos 340 sextillones, una cifra casi imposible de visualizar: 340 + 36 ceros”, anunció del Valle.
Para este colega, con la nueva forma de conexión se extenderá casi al infinito la posibilidad de que cada vez más computadoras, equipos y hasta objetos se conecten entre sí, lo que haría realidad el sueño de un universo interconectado e inteligente, donde se pueda controlar mediante la web desde una PC convencional hasta un simple bombillo.
El concepto de Internet de las Cosas, acuñado por Kevin Ashton a finales de la década del 90 del pasado siglo, se refiere a procesos de hiperconexión, entendida como la posibilidad de configurar cada objeto de la realidad dentro de una estructura de red. Esta red, conectada al mundo físico por medio de etiquetas de identificación por radiofrecuencia (RFID), se ha hecho realidad gracias a la explosión de conectividad que se ha dado en los últimos años, sobre todo en los dispositivos móviles, llamados post PC.
Desde noviembre de 2005, la Unión Internacional de las Telecomunicaciones, agencia de Naciones Unidas, presentó su informe sobre el Internet de las cosas. “El próximo paso es integrar cosas en una red de comunicación. Esta es la visión de una verdadera red ubicua: en cualquier lugar, a cualquier hora, por cualquier persona y con cualquier cosa”. Las cuatro tecnologías que enumeraba para hacerlo posible eran las citadas RFID, los sensores inalámbricos, la inteligencia embebida y la nanotecnología.
Uno de los ejemplos más citados en la web tiene que ver con la posibilidad de que una estudiante española en el 2020 pase un fin de semana a los Alpes y los sensores de los neumáticos sean capaces de avisarle sobre una avería, la chaqueta multimedia tendrá ajustes de temperatura, podrá comunicarse con su novio mediante una videoconferencia con solo utilizar las gafas y se encontrarán en el camino gracias a sus navegadores. Otras investigaciones se refieren al control de electrodomésticos en función del perfil del usuario (que la televisión se encienda por el canal preferido de quien quiere verla, baje el volumen si suena el teléfono, entre otros).
La idea es muy simple pero su aplicación es difícil. Si todos los equipos y productos que utilizamos a diario estuvieran equipados con dispositivos de identificación minúsculos, la vida cotidiana sufriría una transformación radical. “Es como si el planeta desarrollara un sistema nervioso que permita, si somos capaces de interpretar correctamente la enorme cantidad de información que nos ofrece, crear sociedades más eficientes, ser menos destructivos, e interconectar distintos aspectos de nuestra vida para descubrir nuevas formas de hacer”, expresan los autores de Read Write Web, popular espacio noticioso sobre temas de Internet.
Aunque cada vez son más las personas que utilizan Internet a diario, es importante comprender lo que puede representar para nosotros y el planeta que cada vez haya más “cosas” de todo tipo, como sensores de temperatura, de tráfico, o de consumo de agua y electricidad, por citar algunos ejemplos, conectadas a la Red, generando datos e información de forma continua.
“El Internet de las Cosas tiene carácter político. Es algo digno del aprendiz de brujo, que va a afectar a toda nuestra vida, con grandes repercusiones sociales, económicas y sobre la privacidad. Por lo tanto, más vale que sea construida de forma inclusiva, ya que, de lo contrario, el temor puede superar sus beneficios”, considera el experto Peter Hirshberg, miembro de la Fundación de la Innovación Bankinter.
Alex
8/9/12 21:14
Muy bueno el articulo, pero de que sirve toda esta tecnologia y este avance si creo que aun no se ha puesto en funcionamiento el cable de fibra optica que nos enlaza con venezuela, 4 o 5 años es muy poco en mi opinion.
Leidys
6/9/12 18:00
La incertidumbre en cuanto a la privacidad está muy justificada, incluso en la actualidad no nos percatamos de que muchas de nuestras acciones digitales son registradas para otros fines, que pueden ser publicitarios o de otro tipo. Elevar el grado de conocimiento y aguzar el "sentido común" para compartir solo aquello que no pueda ser utilizado con fines engañosos es una buena estrategia. Gracias por comentar.
Janet
4/9/12 10:53
Super interesante, felicito a la autora. Definitivamente muchas de estas "cosas" nos facilitarían la vida, pero otra vez nos cae la duda (con cierta dosis de certeza) y todo ese cúmulo de información a dónde va a parar?? que pasa con la privacidad de los usuarios??
Viviana
4/9/12 10:29
Eso está excelente, desde el punto de vista tecnológico imagino que implementarlo no debe ser nada fácil. Ojalá podamos ver esos desarrollos, aunque sea a largo plazo.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.