En los primeros años de la década de los 70 del siglo pasado fue que me llamó la atención esa manera de obtener alimentos, aunque la estaba viendo desde que nací en un hogar donde prevalecía con terquedad la cultura china.
El edificio habanero de becados de F y Tercera tenía en 1972 varios de sus 24 pisos totalmente habitados por estudiantes vietnamitas que frecuentemente me invitaban a degustar platos tradicionales donde siempre había algo no procesado y daba la nota verde a la comida.
Alrededor de una fuente de revoltillo con varios tipos de vegetales de hojas fue la conversación en la cual el tema central fue responder mi pregunta sobre el origen de esas yerbas frescas que no había en ningún mercado capitalino en aquellos tiempos.
"De nuestro huerto", me decían sin que notaran que les estaba creyendo. "Nosotros mismos lo sembramos" me repetían una y otra vez, hasta que de la explicación verbal pasaron a la acción de llevarme hasta el balcón desde donde se divisa el malecón.
Bajé la vista ante el reclamo y miraba hacia donde señalaban y explicaban que esto es cilantro, aquelllo es perejil, esto otro es tomate, más allá sembramos ají y cebolla...
Y para concluir la exposición, antes de probar el revoltillo, me llevaron hasta el balcón de otro piso donde estaba la sorpresa que presentaron así (textual porque lo recuerdo bien): Y de aquí es de donde te damos el ají picante que tanto te gusta.
Entonces fue cuando hice cálculos de que no era un solo balconcito, sino que los sembrados estaban en todos los pisos, y recordé que desde que abrí los ojos hace 72 años había visto tales modalidades de cultivar que practicaba mi madre.
Era una emigrante china que hizo un cantero de poco menos de un metro cuadrado en un pequeño patio de cemento, donde tenía todos los condimentos necesarios, incluidas calabazas y otras plantas parecidas que además de brindar sombra, daban frutos.
En los 60, pero tampoco en los 70 del siglo pasado había una inflación comparable a la actual, ni la crisis de los 90 enfrentada con un plan llamado Período Especial en tiempo de paz, pero asiáticos asentados en Cuba practicaban una agricultura que hoy podría aliviar algunas situaciones.
Si una cabeza de ajo cuesta en nuestros días entre 30 y 50 pesos, y cosechamos una en una latica de las usadas para envasar leche condensada, sería un ligero alivio para un día, pero si en vez de una son 10, habremos resuelto ese condimento por más días y economizado 300 o 500 pesos, cifra astronómica para una jubilación de 2 125 pesos.
A veces hasta por casualidad estamos recibiendo la señal de una solución, pero no siempre le hacemos casos, como cuando obtenemos varias calabazas de plantas nacidas de semillas que hemos botado en en los alrededores de la casa.
Y no se trata solamente de que una calabaza de 5 libras tenga tal o más cual precio, sino que también logramos un pequeño alivio a las agudísimas carencias alimentarias actuales.
Por supuesto que en ese tipo de sembradío no se pueden usar maquinarias ni alcanzar altos volúmenes de ningún producto, pero gramo a gramo, se hace una libra, y libra a libra... también se van ahorrando centavos y pesos.
No son hectáreas y más héctareas, ni toneladas y más toneladas, pero si aprovechamos cada palmo para sembrar...
¿Palmo? "antigua unidad de longitud antropométrica: la medida entre el extremo del dedo pulgar y el extremo del meñique con la mano extendida."
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