Cada 3 de diciembre Cuba celebra el Día de la Medicina Latinoamericana, un homenaje a la figura de Carlos J. Finlay, médico cubano cuya dedicación y visión marcaron un hito en la historia de la salud pública. Este día no solo conmemora a un pionero de la medicina, sino que también resalta el compromiso de la isla con uno de los derechos más fundamentales de la humanidad: el acceso a la atención médica, sin distinción de geografía, creencias, color de piel o nivel socioeconómico.
En el X Congreso Internacional de Historia de la Medicina, celebrado en septiembre de 1935, en Madrid, una delegación cubana presentó una moción que recibió la aprobación unánime de los presentes: “Se reconoció que Finlay fue el primero en establecer científicamente el principio de la transmisibilidad de las enfermedades infecciosas, del hombre atacado, al hombre sano no inmune, por insectos chupadores intermediarios, el 14 de agosto de 1881”.
Además, se resaltó que había sido “el primero en formular los principios higiénicos para la prevención de la enfermedad, y se aclaró el extraordinario papel desempeñado por su doctrina en el saneamiento del área del Canal de Panamá durante su construcción. El médico cubano había expuesto su teoría en un trabajo en la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, en 1881”.
Sin embargo, su legado no fue aceptado fácilmente; el reconocimiento tardío de sus aportes, debido a intereses políticos, refleja las luchas históricas de Cuba en el ámbito de la medicina.
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Desde el triunfo de la Revolución en 1959, Cuba ha priorizado el acceso universal a la salud y la educación. La Campaña de Alfabetización, que erradicó el analfabetismo en 1961, es un ejemplo del compromiso del país con la formación de ciudadanos educados y sanos. Las universidades cubanas, al ofrecer educación gratuita y accesible a todos, han permitido que estudiantes de diversas partes del mundo se formen como profesionales de alta calidad, contribuyendo así a la salud en el Tercer Mundo.
La creación de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) en 1999 es uno de los logros más significativos de este esfuerzo. Fidel Castro, en su discurso inaugural, enfatizó que esta era “una modesta contribución de Cuba a la unidad e integración de los pueblos”. La ELAM ha matriculado a miles de estudiantes de diferentes etnias y nacionalidades, formando médicos comprometidos con la atención primaria de salud y el bienestar de sus comunidades.
No obstante, la medicina cubana enfrenta constantes desafíos. Las barreras impuestas por la política internacional, especialmente por Estados Unidos, han dificultado la labor de sus profesionales, quienes deben demostrar su valía repetidamente ante un mundo que a menudo cuestiona su formación. A pesar de ello, los médicos cubanos continúan su labor con un espíritu indomable, enfrentándose a condiciones difíciles y llevando salud a los rincones más olvidados.
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Cuba, con su rica tradición de cooperación internacional en el ámbito de la salud, se erige como un ejemplo de cómo la medicina puede ser un derecho humano y no un privilegio. En este Día de la Medicina Latinoamericana, se renueva el compromiso de la isla con la salud universal, recordando que cada esfuerzo, cada investigación, cada vida salvada, son pasos hacia un mundo más justo y solidario. La historia de Finlay y la lucha continua de los médicos cubanos nos recuerdan que la salud es un derecho que trasciende fronteras y que la medicina, en su esencia más pura, es un acto de amor por la humanidad.
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