Al pie de su horca, Julius Fucik escribía periodismo. Entre letra y letra, por más de un año, soportaba las torturas de la Gestapo. Hablaba desde su humanidad desgarrada, desde la vulnerabilidad de sus circunstancias en el pedazo de tiempo que le tocó. Escribía desde un corazón al que aún le quedaban ganas de defender, para su propia sorpresa. Y terminó su reportaje –traducido hoy a más de 80 idiomas- diciendo: “Hombres: os he amado. ¡Estad alerta!”.
Recuerdo ese episodio de Fucik en que detiene la narración de su entorno hostil, de sus propios agobios para decir: no puedo escribir hoy, pienso en ella, en su suerte, en si nos volveremos a ver, en todo lo bueno que ha hecho por mí.
Es gracias a ella, su esposa, que el mundo puede leer los manuscritos de ese hombre que el fascismo asesinó el 8 de septiembre de 1943. En esta fecha, se instauró, desde 1968, el Día Internacional del Periodista, un gremio llamado por el propio Fucik a no olvidar, ni a los buenos ni a los malos.
No es el mero hecho de escribir lo que hace que hoy lo recordemos. Es el acto de amor -y de fe, diría mi profesora Iraida Calzadilla - que implica hacer periodismo bajo cualquier circunstancia, el compromiso de ser periodista 24 horas, de vivir con las sensibilidades alertas y experimentar esa necesidad de ir contando a los demás lo que vemos, como quien acaba de hacer un descubrimiento.
En parte, se trata de eso: descubrir en la cotidianidad lo mucho que queda por decir. Quien la escribe tiene como misión reinterpretar la realidad y mostrarla en nuevas formas, rica en nexos, alegorías, en anclas al pasado y al futuro.
Esta profesión es probablemente una de las menos retribuidas y de las más peligrosas y vilipendiadas del mundo; pero todos llegamos a ella con un llamado. La verdad es la única luz en este camino. Desafía saber que uno ejerce una carrera con tanta historia, con tanta lucha, con tanto poder para transformar como lo tiene la palabra: edifica o destruye.
La primera lección que aprendí en clases la dio el profesor Roger Ricardo Luis con solo pararse frente al aula: el talento auténtico se viste de humildad. Nuestras plumas solo se empuñan si la meta es el bien; no son armas cargadas de ira, sino de convicción de la utilidad.
Cierto. Hay una herramienta de transformación social en nuestras manos, pero para el bienestar de otros, y no del propio. Por eso, primero urge ser buenos; luego, ser periodistas. Ryszard Kapuscinski lo dijo de una vez y para siempre: “Las malas personas no pueden ser buenos periodistas”.
Esta es una profesión para gente que ama, no un lugar para héroes. El riesgo del ego existe, y muchas veces llega al trono apoyado por el reconocimiento social de la labor. La batalla del día a día es contra el YO que pretende levantarse sobre el NOSOTROS.
Un principio fundamental taladra en mi mente desde que leí al mexicano Francisco Zarvo: “No escribas como periodista, lo que no puedas sostener como hombre”. Ese tono imperativo regresa cada vez que me siento ante la página en blanco y ella me reta, burlona: “y ahora, ¿qué dirás?”. Eso somos, seres con algo que decir, en busca de la mejor manera de decirlo.
Nuestro oficio está llamado a una constante superación, como reflejo de las complejidades del hoy, y el cubano, en especial, necesita despojarse de fórmulas y transitar caminos más creativos, con la licencia de equivocarse, pero con la obligación de corregir.
En busca de respuestas, o de preguntas que se han hecho otros, encuentro reflexiones como estas del exdecano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana, Julio García Luis, en su libro “¿Qué periodismo queremos”:
Todavía el más grave error de nuestra prensa está en lo que se deja de decir”.
“Nuestra prensa debe contribuir decisivamente a eliminar el dogmatismo y la inercia en el pensamiento”.
La apertura, la crítica y el debate son indispensables para restablecer la confianza hacia la prensa”.
Los jóvenes necesitan hallar en nuestra prensa más opciones de pensamiento y menos verdades definitivas”.
Después de 30 años, sus señalamientos persisten. Como una luz al final del túnel se nos presenta la tan anhelada Ley de Prensa. Mientras llega, quiero pensar que sí, que este inicio con el anteproyecto de Ley de la Comunicación Social puede convertirse en más que cambios de nomenclaturas. Los nombres de las instituciones no definen su eficacia; esa depende de su coherencia con el contexto.
Diría que a la par de las cuestiones legislativas, hay que mirar a las aulas, atender los sueños y las preocupaciones de una generación de periodistas a quienes no estamos dando el mejor ejemplo.
Ellos no habitan un universo color de rosa. Crecen profesionalmente en un mundo donde cada vez es mayor la cifra de periodistas asesinados (316 en 2021, y en el primer trimestre de este año se había duplicado la cifra respecto al período anterior).
Tomado de: www.rsf.org
- Consulte además: Mundial: ataques a periodistas en tiempo real
Con su edad, yo me preguntaba cómo especializarme en temas culturales. Hoy, ellos se cuestionan sobre la seguridad de un periodista en Cuba, de sus libertades, de la censura. Cada día amanece un nuevo país, con nuevas interrogantes.
Hay que mirar al interior de las redacciones. ¿Cuántos periodistas profesionales se van de ahí? ¿Por qué? ¿Cómo se están construyendo las agendas mediáticas? ¿Qué tanto se mira por la ventana a ver qué sucede más allá de una computadora o las cámaras? ¿Se huye de los lugares comunes y los discursos manidos? ¿Cómo dejar de centrarnos en los dirigentes, las reuniones y los balances? ¿Por qué no contamos más historias? ¿Por qué no hacemos que la gente llore o ría con lo que escribimos? ¿Por qué no recordamos que somos humanos y ese es el vínculo principal con el lector o espectador? ¿Por qué no volvemos al aula y leemos los clásicos, los grandes?
El acceso a la información es un reclamo permanente en los congresos de la Unión de Periodistas de Cuba. Es cierto que ya es hora de darle respuesta, pero no en letra muerta. Las estructuras mentales y los miedos son los peores enemigos de toda evolución. Los miedos a preguntar y los miedos a responder.
¿Quién decide lo que es información pública o privada? Y una vez que se otorgue el acceso, ¿qué hacemos con esa libertad de preguntar y escribir? Eso no va en ninguna ley, sino en la ética, en el apego a un compromiso de transparencia con el pueblo.
Cuba tiene una fortaleza: su academia. Las facultades donde se imparte Periodismo en el país cuentan con un claustro de lujo, hombres y mujeres con estudios profundos en sus ramas y con años de trayectoria. Los libros de texto de nuestros estudiantes están escritos, en muchos casos, por esos mismos profesores que tienen en sus aulas.
La bibliografía de autores internacionales es de la mejor y siempre actualizada. Las conferencias son oportunidades para un debate franco y un análisis minucioso del contexto mundial y nacional. Las conexiones con personalidades de la comunicación a nivel internacional están garantizadas, incluso con eventos como ICOM.
Nos falta que la academia salga de las universidades e impacte las redacciones, que los jóvenes podamos asumir responsabilidades en nuestros medios con el acompañamiento – no con el celo ni los tropiezos- de las generaciones más experimentadas.
Todo recién graduado de Periodismo en Cuba es un hervidero de pasiones que vale la pena encausar para el bien de nuestra prensa. Urge que nos abran espacio en eventos internacionales, mirar el quehacer latinoamericano, detectar las áreas de lo no contado y habitarlas. Hay potencial en los jóvenes periodistas, traemos las bolsas cargadas de qué decir.
En 1943, al pie de su horca, Julius Fucik hablaba del amor a los hombres como motivo de su texto. En el siglo anterior, José Martí era categórico: “No merece escribir para los hombres quien no sabe amarlos”. Y en este siglo, esta periodista sigue creyendo que sin amor no somos más que metal que resuena o címbalo que retiñe.
Gardenia
8/9/22 15:44
Qué decirte que no sepas? Mejor dicho, imposible. Simplemente, Chapó!!!!
yudit gutiérrez
8/9/22 14:54
Excelente!!
Lázara Bacallao González
8/9/22 9:49
Gracias por este artículo,que como pidiera Martí:"látigo con cascabel" reflexiona sobre temas medulares para el periodismo actual,que urge ahora y no después,cerca del pueblo y sus realidades.Latiendo cada victoria o herida juntos.Felicidades en su día!
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