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viernes, 22 de noviembre de 2024

Lo real

La belleza más dura de aquí es la verdad del escenario, la del arte que es arte y vida al mismo tiempo, hay que creer en esas dos cosas y en el ahora y en el yo que se las juegan...

Mario Ernesto Almeida Bacallao en Exclusivo 04/04/2022
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Pañuelos rojos-mujeres
Lo real es la furia, la amorosa furia, de ser, amar y construir la justicia(Foto tomada de la página de Facebook de Los pañuelos rojos)

Si me preguntan por lo real, yo no haré más que señalar los ojos de aquella mujer mientras baila la danza de Oyá. Los ojos, sí, y su puñal, su rostro, los batás que otras mujeres tocaban… Real es la verdad cruda y dulce de los batás y la de los pies descalzos de aquella mujer que agreden el suelo de granito.

No hay nada más revolucionario que la belleza, insiste un día tras otro el maestro Helmo Hernández. Y la belleza más dura de aquí es la verdad del escenario, la del arte que es arte y vida al mismo tiempo, porque para mirar así, para bailar el remolino frenético de la muerte o de, otra vez, la vida, que es Oyá, hay que creer en esas dos cosas y en el ahora y en el yo que se las juegan.

Corre el ocho de marzo de 2022 y los hombres lloran al ver gruñir a Oyá.

En la mañana también vivimos algo cierto: el poder y la impotencia de la burocracia, esa que la Real Academia de la Lengua retrata cuando en su cuarta acepción dice: “Administración ineficiente a causa del papeleo, la rigidez y las formalidades superfluas”.

Estamos en un parque y un grupo de mujeres, apoyadas por algunos hombres, con paños rojos y violetas al cuello y los puños, cantan y escenifican un guion que se parece mucho a la verdad que sienten, la que se juegan. “Sin socialismo no hay feminismo”, grita uno de los carteles. “Sin feminismo no hay socialismo”, complementa otro.

Lo gritan los carteles y lo gritan las voces de quienes los levantan, en tanto una mujer fuma en un banco junto a otros cartelones que reconocen, asumen y lloran las muertes, en el mundo y en Cuba, de cualquier hembra a manos del macho, en toda dimensión y sentido.

Se toman de la mano y cantan y la burocracia entra aquí. La burocracia parece ser una funcionaria del gobierno municipal que agarra a una mujer por la mano y la saca del círculo para pedirle que detenga todo, porque lo que está sucediendo “no está autorizado”.

La burocracia es real y fantoche porque grita que lo que aquí ocurre pone en peligro la Revolución con la misma fuerza con que oculta que lo que verdaderamente siente en riesgo es su cargo; con la misma torpeza con que desconoce que la Revolución no resulta menos que un acto de peligro, subversión y fe y que jamás peligra tanto como cuando tiene que pedir permiso para ser, para crecer, para decir.

La burocracia condena cualquier intento de Revolución porque está dispuesta, aun sin que sus ejecutantes sean conscientes de ello, a implosionar la Revolución antes que implosionar ella misma como burocracia.

La burocracia no es en verdad una funcionaria del gobierno, mucho menos esta, que llora impotente mientras oprime un brazo, que llora porque no entiende, no sabe… y eso claro que le duele, sinceramente le afecta. La burocracia es una enfermedad, es un fantasma y es muerte. La burocracia es cierta.

Pero tiene enemigos jurados, como la niña que desde un balcón de San Rafael canta y baila los cánticos y los bailes que, unos metros más abajo, toman vida entre carteles y banderas; o como esta otra niña, algo mayor, que en la calle se suma a decir, contraria a la ancestral canción, que Arroz con leche quiere y necesita muchas cosas antes de casarse.

Enemigos jurados como el tipo que va pasando y le enseña la lengua y el dedo del medio de sus manos a la cámara que lo enfoca o como los y las estudiantes, como las profesoras y los profesores que, una hora más tarde, aplaudirán eufóricos ante el guion de trapos rojos y violáceos  felizmente llevado a término, ahora sí, en una facultad de ciencias médicas.

La burocracia tiene enemigos jurados como ese amigo torpe, igual de torpe que honesto, que le saca bemba con furia y escribe en un estado de WhatsApp “del carajo que…”, o como ese otro amigo que le exige quitarlo, torpe y crudo también, porque la burocracia es muro recio y este ocho de marzo aún es largo y peligroso, porque este ocho de marzo en la Cuba que corre aún tiene que salirse con la suya para que Cuba corra; y porque a ese muro, por ahora, no hay mejor forma de vencerlo que saltarle por encima, burlarlo y continuar, para que, al final del día, una mujer descalza con puñal en mano, junto a otras que un día también saltaron ese muro burocrático y machista que les imponía: “Solo los hombres pueden hacer vibrar el batá”, hagan llorar a los hombres de las gradas.

Lo real es la furia, la amorosa furia, de ser, amar y construir la justicia… le pese a quien le pese.


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Mario Ernesto Almeida Bacallao

Periodista y profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana


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