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domingo, 22 de diciembre de 2024

La tierra entre las manos: del placer a la necesidad

El autoconsumo y el autoabastecimiento local constituyen vías de concreción para juntar las mejores experiencias y esfuerzos en función de la soberanía alimentaria en Cuba…

Liudmila Peña Herrera en Exclusivo 02/10/2020
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CUBA AGRICULTURA
En particular, el autoconsumo y el autoabastecimiento local constituyen hoy, más que nunca, tareas impostergables para Cuba

I

Aseguran los más entrados en años, que la tierra devuelve los cariños con creces, y los desamores también. Debe ser por eso que al campesino santiaguero Geovanis Cruz Baldoquín, asociado de la Cooperativa de Créditos y Servicios “Mario Muñoz”, en la comunidad de La Cristina, no le avergüenzan los surcos que han quedado marcados en sus manos, como prueba del uso cotidiano de los insumos agrícolas. Son las cicatrices que comparten quienes asumen el trabajo de la tierra, las marcas de la guerra diaria del labrador contra las inclemencias del tiempo y las carencias de determinados implementos que podrían humanizarles los esfuerzos a él y a otros campesinos cubanos quienes, aun así, no han abandonado el camino de la producción de alimentos.

«Aquí hay que rescatar cosas que antaño siempre tuvo el campesino —le dijo Geovanis a la emisora Radio Majaguabo, del Tercer Frente, y su experiencia comenzó “a caminar” en las redes sociales gracias a la periodista Yaniuska Pérez Verdecia, quien lo compartió en su perfil de Facebook—. Con la ayuda de la familia tengo dos hectáreas de café y debo sembrar otra este año, crío ganado vacuno, ovino, caprino, porcino, tengo un micro huerto para producir verduras, vegetales y condimentos frescos, y también incursiono en la actividad apícola».

Para el labriego Geovanis, lo importante es producir para autoabastecerse y entregar más alimentos al pueblo, usando también productos orgánicos que no afectan al medio ambiente.

II

Ese mismo afán de sacarle frutos a la tierra es el motor impulsor de Yanier Pérez Iglesias, un joven holguinero a quien nada le impidió transformar dos hectáreas de tierra ociosa y completamente «perdida» en una finca hoy reverdecida y sembrada de plátano burro y yuca.

«Fui tumbando matas, dando candela, sacando troncones… Entonces, según voy limpiando pa´llá, voy preparando más tierra», me contaba Yanier hace un año, con la naturalidad de quien no cree que ha hecho nada fuera de lo común. Y no fuese realmente algo extraordinario si la tradición campesina que ha acumulado Cuba durante siglos no se hubiese visto empañada durante no pocas décadas por la migración de los jóvenes hacia las ciudades en busca de futuros más promisorios y labores mejor retribuidas, la pérdida de cosechas por falta de combustible o debido a estrategias ineficaces para transportarlas desde el surco hasta las tarimas, las complejidades para adquirir fertilizantes, entre otras muchas razones que se han entrelazado y redundado en terrenos baldíos y baja productividad de tierras cuyas bonanzas yacen en el recuerdo de nuestros abuelos.

Y aunque en Cuba llevamos décadas «buscándole la vuelta» a la productividad, la crisis económica internacional provocada por la COVID-19 —que ha limitado las exportaciones de grandes productores de alimentos a nivel mundial— nos pone ante el imperativo de utilizar con eficiencia cada pedazo cultivable de tierra, no solo en las zonas rurales sino también en las ciudades. No en vano, el presidente de la República de Cuba, Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha insistido en que la agricultura nacional debe convertirse en la principal fuente de alimentación en el país, y hacerlo de la forma más independiente posible.

A raíz de la presencia de la COVID-19 en la nación, el viceprimer ministro y ministro de Economía, Alejandro Gil, dieron a conocer a finales de marzo las iniciativas de Gobierno para reordenar la gestión de la economía nacional, de acuerdo con las limitaciones que imponía —y aún impone— el momento. La directriz principal de todas consistía en priorizar las soluciones nacionales como centro de la gestión económica. Entre ellas, la agricultura urbana, suburbana y familiar, así como los cultivos de ciclo corto estuvieron dentro de las preponderantes. Se dispuso, además, que se priorizara el autoconsumo y las producciones locales, y que los mayores recursos materiales y financieros estuviesen destinados a la producción de arroz, plátano, frijol, maíz, huevos y carne de cerdo, y en su distribución se favoreciera a los productores que obtuviesen los mejores rendimientos.

En particular, el autoconsumo y el autoabastecimiento local constituyen hoy, más que nunca, tareas impostergables para una nación que, además de enfrentar la Covid-19, debe sobrevivir en medio del férreo bloqueo económico impuesto por el gobierno estadounidense.

III

La Empresa Pecuaria La Vitrina —ubicada en el municipio villaclareño de Manicaragua— es uno de los más de 20 centros productores de alimentos de esa provincia que, según un reporte de la Agencia Cubana de Noticias (ACN) logra satisfacer la demanda cárnica que cada mes contribuye al autoabastecimiento de sus casi cien trabajadores, gracias a la producción de de aves de corral, ganado menor (ovino, porcino y caprino) y varias especies cunículas.

Osvaldo Contreras López, obrero de esa empresa, aseguró que el quid del éxito está en «garantizar fuentes naturales y sostenibles de alimento animal antes de iniciar la ampliación progresiva de los módulos pecuarios». Por eso se aprovechan el King grass —forraje que constituye una importante reserva para los períodos de poca disponibilidad de alimentos—, la caña de azúcar, la paja seca de arroz y los desechos vegetales de viandas y hortalizas como calabaza, yuca y boniato en función del engorde de los animales. 

El presidente cubano expresó a mediados de marzo del 2020, en el balance anual del Ministerio de la Agricultura que «hay que sembrar distinto, buscar alternativas, porque necesitamos cumplir con los planes de siembra», se refería a la situación que presentan las extensiones de tierra que tradicionalmente se han utilizado para la producción de alimentos. Y cuando se trata de la soberanía alimentaria de este país, cada iniciativa, cada idea que resulte válida será bienvenida.

Por eso, la convocatoria «Desde el barrio, cultiva tu pedacito», de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), ha encontrado no pocos seguidores, que comparten Redes Sociales, imágenes de sus cultivos en patios, jardines, parcelas y hasta balcones. En Camagüey, por ejemplo, existen alrededor de 32 500 patios y parcelas sumados a este movimiento, de los cuales más de 5 500 están ubicados en la ciudad cabecera.

La coordinadora de los CDR en el municipio camagüeyano de Santa Cruz del Sur, Damaris García Hidalgo, ha probado que la idea es perfectamente realizable. Según contó el periodista Raúl Reyes Rodríguez en su perfil de Facebook (7), Damaris ha sembrado en el patio de su casa maíz, calabaza, plátano burro, limón, cereza y ciruela, y junto a su esposo plantará en el reducido terreno yuca, boniato y habichuela.

La misma idea de aprovechar al máximo cada palmo de tierra ha llevado a retomar la idea de los organopónicos que florecieron décadas atrás. Amparo Cordero Carceller, directora de la Granja Urbana en Santiago de Cuba, explicó al periódico Sierra Maestra que en ese municipio cuentan con 15 organopónicos que no han dejado de producir, y también se trabaja en las nuevas casas rústicas de cultivos.

Más allá de la extensión de las tierras y de la especialización de quienes las cultiven, el escenario cubano actual —marcado por la estrechez económica y las limitaciones para acceder a determinados insumos y productos en el mercado internacional— impone la necesidad de producir todos los alimentos que sea posible, según cada contexto y capacidad, sin desdeñar las particularidades de los territorios, y los criterios y necesidades de los productores. La soberanía alimentaria de Cuba está en la tierra, hacia allí hay que dirigir esfuerzos, miradas y aprendizajes.


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Liudmila Peña Herrera

Periodista


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