La Biblia nos cuenta que cuando el iracundo Jehová decidió arrasar a Sodoma y Gomorra por sus horrendos pecados, la indecisa mujer de Lot quedó convertida en estatua de sal, por mirar hacia atrás.
Pero en esta San Cristóbal de La Habana anda de boca en boca una leyenda que sobrepuja en poesía a la del Génesis bíblico.
UN POQUITO DE HISTORIA
Fue el extremeño Hernando de Soto (c. 1500-1542) uno de aquellos aventureros que cruzaron el Atlántico hasta el Nuevo Mundo, donde ejercieron lo que contemporáneamente llamamos genocidio.
Tras trece años de malas andanzas por este continente, en 1532 regresa Soto a España, provisto de una enorme fortuna.
Se casa con Isabel de Bobadilla (1505?-1546). La novia, además de pertenecer a una de las más encumbradas familias españolas, era hembra de buen ver, pues el Inca Garcilaso la catalogó como una mujer de extremada hermosura.
Con la autorización del emperador Carlos V, quien lo nombra gobernador de Cuba y adelantado de la Florida, De Soto organizó a costa de su bolsillo una expedición para explorar la mencionada península.
Vino a Cuba, acompañado de Isabel. Y partiría en 1539 hacia tierras norteñas, al mando de mil hombres. (Antes, nombró a su esposa como gobernadora. Primer y único caso en el cual una mujer ha ejercido la máxima autoridad en la Isla).
Por allá anduvo De Soto dando tumbos durante tres años, hasta que sus cofrades depositaron sus maltrechos restos en el fondo del Mississippi, río que algunos afirman él “descubrió”. (Y los indonorteamericanos que allí moraban, ¿nunca se dieron cuenta de que tal corriente de agua estaba ante sus ojos?).
Según la tradición, día y noche, Isabel escudriñaba el Estrecho de la Florida. Hasta que llegaron sobrevivientes con la infausta noticia. Y la viuda se consumió entre suspiros y sollozos.
Sí, según la fe popular, aquí también una mujer se transformó en estatua, pero no por el pecado de la duda, sino por la añoranza del amor perdido.
Es la Giraldilla, que en su insomnio de bronce, desde lo alto del Castillo de la Real Fuerza, hace siglos espera la reaparición de su amado por las aguas del Estrecho.
En efecto, las gentes aseguran que es Isabel de Bobadilla, la esposa de Hernando de Soto, quien aguarda el regreso del conquistador, muerto en la Florida.
PERO AHORA VIENE… EL CHISME
Cierto historiógrafo --¿o chismógrafo?-- alguna vez opinó que lo antes narrado era una especie de folletín telenovelesco, distante de lo realmente ocurrido.
Según la nueva versión, Isabel no se extinguió de pena, sino que fue nuevamente el blanco de un flechazo del travieso Cupido y pasó los pocos años que le quedaban junto a grata compañía masculina.
¿Dónde radica la verdad?
Sea como sea, yo me quedo con la primera versión.
Porque muy a menudo la leyenda es más poética que la vida.
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