miércoles, 24 de abril de 2024

Había una vez un lugar mágico (+Foto)(+Video)(+Audio)

En el círculo infantil Estrellitas Rojas, de la ciudad de Matanzas, hay un equipo de mujeres con décadas de trabajo en la educación de los pequeños y también jóvenes que llevan a cabo una labor encomiable...

Jessica Mesa Duarte en Exclusivo 11/04/2022
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Circulo Infantil 1
La alegría es parte del día a día en los círculos infantiles (Foto: De la autora).

Pasa una muchacha y se saludan con una alegría cómplice. Mientras la joven se aleja, seguimos nuestra conversación y, en algún punto, como para no perder la oportunidad, me dice señalándola: “Ella estuvo en este círculo, yo fui su educadora”. Sonríe. “Su hijo también está en mi salón”. Hasta mí llegan las oleadas del orgullo que desprenden esas palabras, las asumo como una muestra de la sensibilidad con que “la seño Lurdes”, como le dice mi hija, habla de cada uno de los infantes a quienes sus enseñanzas le abrieron las puertas a la vida.

Lourdes María García Rey ha sido educadora de círculos infantiles durante 35 años. “Me causa mucha satisfacción y alegría que los hombres y mujeres que aprendieron aquí sus primeros pasos hoy traen a sus hijos. Es difícil de explicar lo que siento al darme cuenta del amor con que esos padres nos recuerdan y la confianza con la que dejan a sus pequeños bajo nuestro cuidado”.

A Lourdes trabajar con los niños le aporta “paciencia, paz, gozo, tranquilidad” (Foto: De la autora).

Pero no es la única seño con experiencia en el círculo infantil Estrellitas Rojas, de la ciudad de Matanzas, fundado en la barriada de la Playa el 27 de diciembre de 1978. Un equipo de mujeres con décadas de trabajo y jóvenes que se inician en estas funciones encuentra el equilibrio necesario para educar.

RECOMPENSAS DE TRABAJAR PARA LOS NIÑOS

“Si me dieran la oportunidad siempre escogería ser educadora porque esta tarea me aporta un crecimiento profesional pero, más importante aún, personal. Yo soy mejor cada día porque estos pequeños me estimulan a serlo”, confiesa emocionada Yarianna Torres Pérez, egresada de la Formadora de Maestros René Fraga Moreno, quien se desempeña hace un año como educadora de cuarto año de vida en la institución.

 Mujeres de diferentes generaciones conjugan sus saberes en pos de la educación de los niños (Foto: De la autora).

“Me encanta dedicarme a los niños, educarlos, brindarles enseñanzas que lo acompañarán toda la vida y al mismo tiempo aprender de ellos. Es increíble todo lo que

aprendemos de los niños. Existe una conexión especial entre las educadoras. Nosotras nos complementamos, colaboramos. Eso es muy importante para fomentar valores en el niño porque ellos constantemente están aprendiendo de lo que ven y perciben a su alrededor”.

De esa relación armoniosa da fe María Triana quien se jubiló, pero no encontró en la tranquilidad del hogar lo que necesitaba para mantenerse vital. Su vocación la estimuló a regresar. “Me reincorporé porque extrañaba mi labor. Me sentía alterada, poco útil y sola. Y aquí estoy, hace tres años, como maestra de computación. Me motivé por las sugerencias de mi médico, el psicólogo y el clínico de hacer algo que me gustara, por la oferta de salario que era buena y porque a esta labor le dediqué la mayor parte de mi vida.

Thaily Rodríguez Herrera, también egresada de la Formadora de Maestros y educadora de cuarto año de vida, comparte con ellas la mayor pasión de sus 20 años. “Desde pequeña me relacionaba bien con los niños, tenía mucha afinidad con ellos. Decidí estudiar esta carrera porque me gusta educarlos, guiarlos en las actividades. Las educadoras de mayor experiencia me ayudan mucho. Hice mis prácticas en este círculo, durante esa etapa aprendí todos los procesos y actividades que se le ofrecen a los pequeños para que aprendan. Ahora estoy terminando mi primer año de Servicio Social y me siento muy bien”.

Al respecto, Sandra Rodríguez Lima, comparte sus apreciaciones desde su responsabilidad como directora del círculo infantil Estrellitas Rojas: “Tenemos un equipo de educadoras con experiencia y otras noveles cuya interacción contribuye al buen funcionamiento de este lugar”.

 Las trabajadoras del círculo infantil ofrecen orientación a la familia (Foto: De la autora).

Por toda esta labor la institución fue seleccionada para validar el proyecto institucional del Tercer Perfeccionamiento de la Educación Cubana. “Hemos superado muchos retos. Ya los círculos infantiles han ganado otra connotación y más responsabilidades pues preparan a los niños para lograr el máximo desarrollo integral posible hasta los seis años. Ello incluye sus habilidades intelectuales, comunicativas, permite al niño tener un mayor conocimiento y más herramientas para su posterior ingreso a la escolaridad”.

LA COVID-19, RETO MAYOR PARA LA PRIMERA INFANCIA    

El testimonio de Vivian Arévalos Morales, enfermera en el centro de la primera infancia, confirma la prioridad que se le dio en el país a la protección de la población durante los tiempos más duros de la pandemia, una atención reforzada en el caso de los más pequeños y que aún es rigurosa con el fin de mantener sanos a los niños y trabajadores de la institución.

“Llego todos los días a las 6 y 30 de la mañana. Lo primero que hago es revisar que se realice la desinfección de los salones, los juguetes y objetos antes de la llegada de los niños. Cuando termino el recorrido por todas las áreas realizo la pesquisa de todos los niños y trabajadores para evitar que entren con alguna sintomatología asociada no solo a la COVID-19, sino a cualquier enfermedad y les oriento a los padres la conducta a seguir en cada caso.

 Para las seños también constituye una ardua labor. “Cuando los niños llegan al salón les lavamos las manos, acción que realizamos con sistematicidad al concluir cada proceso. También les inculcamos este hábito para que lo hagan de forma independientemente”.

“Les cambiamos el nasobuco porque, a pesar de que lo traen de sus casas, al llegar aquí han estado en la calle. Esta acción se repite varias veces al día, por ejemplo después de las meriendas y el almuerzo, si está húmedo o sucio aunque ya lo hayamos hecho hace solo un momento; estamos pendientes de que tengan puesta la mascarilla correctamente”, precisa Lourdes García Rey.

“En la etapa más difícil de la pandemia venían pocos niños pero el círculo se mantuvo abierto para que los padres cuya labor era indispensable pudieran trabajar, asevera la joven Thaily.

“Esta infatigable labor se tradujo en cero contagios dentro del círculo. En nuestra institución, independientemente de que fue la única de su tipo que prestó servicios durante el aumento de los casos de COVID-19 en Matanzas, no se produjo ningún evento epidemiológico”, agrega Arévalos Morales.  

Sandra Rodríguez Lima también comparte sus experiencias en ese sentido: “Aquí cumplimos un grupo de medidas higiénico-sanitarias que hoy mantenemos aunque los índices de contagio han disminuido en las últimas semanas, entre ellas el uso permanente y correcto del nasobuco, la constante desinfección de las superficies. Esto permitió que no exista ningún tipo de incidencia asociada a la institución”.

UNA LABOR QUE REGOCIJA Y RECONFORTA

A Lourdes trabajar con los niños, entregarle su tiempo y dedicación cada día le aporta “paciencia, paz, gozo, tranquilidad”. Se le entrecorta la voz, suspira y continúa. “Me gusta ver cómo los niños aprenden. A veces entran casi sin saber caminar, sin saber hablar y utilizar sus cubiertos, sin hábitos ni habilidades. Verlos después convertidos en hombres y mujeres trabajadores, seres humanos increíbles que han formado una familia, es la mejor sensación. Saberme parte de ese crecimiento me produce una satisfacción que no se puede comparar con nada. Si a eso le añades que me traen también a sus pequeños, que lo dejan con nosotras con la seguridad de que estarán bien cuidados, mira, no hay palabras que puedan expresar lo que eso significa para cualquier educadora”.

A pesar de sus diferencias de edad, todas las entrevistadas coinciden en lo extraordinario de la creación de los círculos infantiles por iniciativa previsora de Fidel Castro y Vilma Espín, en tan temprana fecha como el 10 de abril de 1959, cuando el corazón de la Revolución cubana comenzaba a latir.

“Esta medida revolucionaria y efectiva desde muchos puntos de vista, contribuyó desde el primer momento a que la mujer cubana cobrara protagonismo dentro de la sociedad, se empoderara desde su labor profesional y resultados de trabajo”, expone Rodríguez Lima.

“Esta es la primera enseñanza que recibe el niño fuera del hogar, aquí en parte se forma y consolida su personalidad, reconoce los valores y los practica. Gracias a la labor de los círculos infantiles los padres pueden trabajar, seguir desarrollándose profesionalmente”, apunta Yarianna.

Tayli agrega: “Nuestra labor es indispensable para la sociedad pues cuidamos a los niños para que los padres trabajen, los educamos en un ambiente seguro, tranquilo; contribuimos a que enriquezcan sus conocimientos, los guiamos y orientamos. Tratamos que siempre se sientan amados”.

Para estas mujeres, armadas con la paciencia y la entrega de muchas personas y la sensibilidad capaz de derrumbar cualquier obstáculo, el amor es un factor determinante para ejercer la profesión.

“Una educadora debe tener ética, dominio de la pedagogía, conocimientos sobre sus necesidades intelectuales y habilidades físicas en cada etapa de su crecimiento, mucha responsabilidad porque sus padres nos confían lo más importante que tienen y su cuidado depende de nosotros”, explica Yarianna. “Amor, sensibilidad, un trato cariñoso con los niños, respeto hacia ellos”, agrega Taily.

Son fundamentales “el amor, el afecto, la entrega. Debemos recordar que los niños se separan de las personas más importantes de sus vidas por lo que nosotros tenemos que convertirnos también en parte de su familia”, sostiene Sandra.

Mientras Yonaisys Cause García, quien lleva 18 años trabajando en el sector y actualmente funge como subdirectora docente en la institución, observa a pocos metros de distancia. Seguramente ordena sus ideas para intentar explicar el remolino de sentimientos que le anuda la garganta. “Estuve dos años fuera por problemas personales pero esto es lo que me gusta: trabajar con los niños, ser testigo de su crecimiento físico e intelectual desde que entran en segundo hasta que salen en sexto año de vida. Para mí esto es mi vida...”. Su voz se rompe en un intento por continuar la conversación y su silencio, húmedo por las lágrimas que asoman a sus ojos, ratifica la incondicionalidad de estas mujeres que nacieron y viven para educar a nuestros niños.

PASAJE DE UN ANIVERSARIO ESPECIAL

—¿La pasaron bien hoy? —les pregunto asombrada de su disposición para hablar delante de la grabadora.

—Sí —respondieron al unísono.

—¿Por qué?

—Por los payasos, por los cakes, por la fiesta —responde ella con alegría contagiosa.

—¿Les gustó la fiesta en el círculo?

—¿Y saben qué celebramos hoy? —exploré un poco más allá en busca de una respuesta que anunciara el cumpleaños del círculo, pero el pequeño desde la inocencia me devolvió una pregunta vestida de sorpresa…

—¿Porque los niños son la esperanza del mundo?

—¿Les gustaría que les haga un cuento?

—¡Sí! —exclaman emocionados.

—Había una vez un lugar maravilloso, era un lugar mágico donde todos los niños son felices… ¿Saben cómo se llamaba ese lugar?

Otra vez me desarman con esa inocencia de la que solo los niños son capaces… —¡El círculo! —Y se alejan corriendo a su salón donde sus amiguitos ya comparten los dulces y las alegrías de una fiesta inolvidable.


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Jessica Mesa Duarte

Periodista y escritora de guiones radiales.


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