A la trinitaria Margarita Macías las fechas exactas se le confunden en los recuerdos. Con casi 90 años sobre sus hombros y la sinceridad a flor de piel, admite que varias estampas se le traspapelan, pero otras permanecen inmunes a la desmemoria. Tal es el caso, entre otras, del día en que nació su hijo, cuando el agua de mar le rozó los tobillos y cuando fue por primera vez un museo.
“Ocurrió en la década del ´80 —narra—. En ese tiempo Armando Hart, entonces ministro de Cultura, impulsó el desarrollo de los museos fuera de la capital del país. Ver delante de mí el reloj de una de las familias más ricas de Trinidad, tener una porcelana a menos de un metro de distancia… fue algo impresionante”.
De a poco, la idea de concebir estos espacios, llevada a cabo a veces bajo la égida de los expertos, otras por intuición, se fortaleció con el enriquecimiento de las colecciones museables. Empezaron las transferencias, las donaciones por parte de los lugareños poseedores de piezas de valor, la compra de objetos para las salas expositivas; proceso que contribuyó a perfilar cada museo desde lo temático.
Así fue conformándose el variopinto paisaje actual: uno que abarca desde la entidad más renombrada hasta otra cuyo nombre pasa inadvertido, aunque atesore objetos únicos e invaluables.
¿Cuáles resultan los 10 museos más sui-géneris de Cuba? ¿Acaso todo se reduce a los límites habaneros? Estas y otras interrogantes viajaron anclaron en buzones de expertos, o generaron el debate entre ciudadanos de a pie y colegas de profesión.
A sabiendas de críticas e inconformidades, de obviar algunos centros archiconocidos, Cubahora se aventura a cruzar semejante cuerda floja desde el Occidente hasta el Oriente del archipiélago, sin más pretensiones que conformar esa especie de Top 10. Aquí, sin embargo, no existen jerarquías, solo la brújula del recorrido.
ITINERARIO DE VIAJE
Apenas llegar a Pinar del Río seduce la casa donde habitara la familia Fernández Vega, luego transmutara en escuela de enseñanza primaria hasta erigirse como el Museo Municipal de Consolación del Sur, inaugurado el 14 de diciembre de 1979, como respuesta a la iniciativa de Hart.
Cuesta creer que tras los muros de mampostería, la cubierta de tejas, los amplios vanos y portones se ponga a disposición de los visitantes toda la vida del territorio, a través de sus colecciones de fotografía, arte, numismática, vestuario, armas…; cuesta creer que allí se palpe la evolución de los procesos biológicos en el universo vegetal a través de ejemplares de Palma Corcho; un recorrido que fusiona sociedad, naturaleza e historia en un mismo concepto.
Ahora, el viento que se escurre entre los penachos nos conduce hasta Matanzas —no piense usted que La Habana queda fuera. Solo que, capital al fin, constituye el fin del trayecto—. Allí, enclavado en Cárdenas, se alza uno de los museos más antiguos de Cuba: el Oscar María de Rojas, primero en construirse con el doble propósito de salvaguardar piezas museables y funcionar como biblioteca pública.
Dedicado al hijo raigal, considerado por los eruditos como el Padre de la Museología Cubana, quien asumiera además el primer liderazgo de la institución fundada en 1900, el museo descuella por custodiar alrededor de 100 000 piezas, distribuidas en más de 10 colecciones básicas: Culturas Precolombinas de América, Cultura Precolombina de Cuba, minerales, conchas y caracoles, por solo aludir a algunas.
Aquí se conversa de la firma de la Constitución de la República de Cuba del 21 de febrero de 1901, de la historia de la bandera que identifica la nación, se contemplan las cartas de Tomás Estrada Palma y los libros originales de Gertrudis Gómez de Avellaneda. El diapasón alcanza hasta la arqueología, con la exposición insectos, mariposas y un esqueleto de más de 5 000 años de antigüedad, hallado en la Cueva Calero.
Aún sin abandonar la tierra del teatro Sauto, Cubahora sucumbe ante la colección de arte africano del Museo de Arte de Matanzas. Donada por Lorenzo Padilla, artista plástico, coleccionista de arte y grabador cubano, está considerada como una de las más importantes y abarcadoras en el área iberoamericana.
Esculturas de pequeño, mediano y gran formato, tambores litúrgicos, entre otros objetos sagrados correspondientes a 14 países y 72 etnias, entre los que destacan Angola, Burkina Faso, Camerún, Congo, Costa de Marfil, Gambia, Guinea Bissau, Mali, Nigeria, Sierra Leona y Tanzania integran el fondo; más de 300 piezas que explican nuestra heterogénea identidad.
Mientras la Atenas de Cuba se desdibuja, la villa fundada en las márgenes del río Yayabo exhibe un museo cuya edificación relaza más que la riqueza de las artes decorativas. En pleno añejo corazón del terruño el visitante alza la vista hacia la llamada casa de las 100 puertas, la primera de dos plantas por estos lares, a saber.
Propiedad de la familia Valle Iznaga, la vivienda deslumbra por sus techos de madera preciosa, las persianas francesas, los vitrales de medio punto y, sobre todo, el presuntuoso lema estampado en el escudo familiar: “El que más vale no vale tanto como Valle vale”.
Por sus salones deambulan las almas contando la leyenda de cuando el piano fue trasladado a hombros por los esclavos desde el trinitario puerto de Casilda, de los amores y desamores de los propietarios, de la abundancia recibida de los ingenios, el ganado mayor y otras actividades. De ahí que no resulte extraño sentirse en los días del esplendor azucarero al recorrer sus espacios y admirar la lampistería francesa y española, y ver cómo la luz se escurre entre las hendijas centenarias, transformando el Museo de Arte Colonial, que abriera el centenar de puertas el 10 de octubre de 1967, en un escenario signado por la opulencia.
Mientras que los predios del Espíritu Santo muestran orgullo, la tercera villa de Cuba entra al ruedo con dos propuestas: el Museo de Arquitectura Colonial y el de la Lucha Nacional contra Bandidos.
El primero, antigua residencia de los herederos de Saturnino Sánchez Iznaga y María Rosa de la Merced Sánchez Cantero, enclavada en uno de los costados de la Plaza Mayor, constituye todavía un ejemplo en cuanto al montaje museográfico —todo un boom en su momento—, por su dinamismo para exponer el desarrollo histórico y arquitectónico de Trinidad. La también llamada Casa Azul, por el color de su fachada, resulta el único de su tipo en mostrar el desarrollo de la casa vernácula. A la vez, ofrece la clave para comprender el trazado urbano de Trinidad en interrelación con los modos constructivos y el desarrollo económico del territorio.
El Museo Nacional de la Lucha contra Bandidos, por su parte, reseña los episodios del enfrentamiento contra las bandas contrarrevolucionarias imperantes en Cuba entre 1959 y 1965. Antigua sede del convento de los franciscanos, luego escuela primaria, el centro lo enaltece su carácter especializado en historia, armas y documentos.
Por eso, desde 1984, cruzar el umbral supone en encuentro con episodios imprescindibles de la historia patria, con la figura de quienes se dejaron la piel en el combate cuerpo a cuerpo con el enemigo a través de imágenes, maquetas y objetos personales.
A miles de kilómetros de la tierra que la investigadora Alicia García Santana bautizara como un don del cielo, Ciego de Ávila propone el Museo Provincial Coronel Simón Reyes Hernández, Premio Nacional de Conservación 2015.
Abierto al público desde el 13 de marzo de 1983, sirvió en sus inicios como comandancia al ejército español, y durante la República Neocolonial fue sede de la junta electoral. En una ciudad donde priman las construcciones del siglo XX, sorprende este edificio con su cubierta de tejas a dos aguas, fachada con portal de puerta a dos hojas, ventanales con balaustres y otras características propias de la centuria anterior.
Más allá de sus exponentes arqueológicos, documentales y etnológicos, tal vez uno de las principales potencialidades recaiga en su arquitectura, según el consenso de los expertos.
Continuando viaje se llega a Holguín, tierra del primer cementerio aborigen de agricultores ceramistas encontrado en Cuba. Así, aparece el Museo de Sitio de Chorro de Maíta, donde se presume existió contacto hindo-hispánico.
Testigo de la transculturación, Chorro de Maíta, ha convertido a Banes en la capital arqueológica de Cuba, un lugar que, pese a los embates de huracanes, supo, literalmente, renacer de sus cenizas e imponerse ante el capricho de la naturaleza de desperdigar ese mare magnum de despojos humanos y mantener a buen recaudo su colección de vasijas, adornos e indumentaria aborigen así como el cementerio y la aldea taína que recrean los días de la isla antigua.
Siguiendo la ruta del Oriente, Santiago de Cuba sugiere incluir en la lista de privilegiados el emblemático Museo Provincial Emilio Bacardí Moreau, primero de su tipo en Cuba, dueño de valiosas muestras de la cultura precolombina, del arte nacional como un frac perteneciente a José Martí, y objetos personales de Carlos Manuel de Céspedes.
El lugar, declarado Monumento Nacional desde 1999, exhibe entre sus atractivos momias egipcias traídas por los mismos fundadores del museo y las momias paracas del Perú.
Luego de desandar la Isla, Cubahora regresa a La Habana para elegir del mar de instituciones radicadas en la capital el Palacio de los Capitanes Generales, considerado la obra de mayor importancia arquitectónica de todo el desarrollo Barroco en Cuba.
Construido en La Habana Vieja, sirvió de sede del cabildo, cárcel y varias oficinas del gobierno. Con un total de 40 salas de exposición permanente acerca de las luchas independentistas, los espacios que conforman su dominio se engalanan con pizas valiosísimas el devenir histórico de esta nación.
Considerado el museo más importante del Centro Histórico de La Habana ostenta, entre tantas otras reliquias, objetos de la colección personal del doctor Emilio Roig de Leuchsenring así como un conjunto de artistas cimeros de la plástica cubana en diferentes períodos.
Tras el peregrinaje, Cubahora se alista a descansar.
Yarian Quintana
19/5/15 13:36
Muy interesante este artículo.
De los museos que se mencionan en este trabajo he visitado cuatro: El Museo Oscar María de Rojas; una institución preciosa la cual visito con frecuencia desde bien pequeño y que muestro a todo aquel que visita mi ciudad natal y le interesan los museos. Es un lugar del cual me siento muy orgulloso. El Museo Bacardí; sin dudas una institución que me cautivó el día que tuve la dicha de visitarla. Hasta el tamarindo del patio tiene su historia!!! El Palacio de los Capitanes Generales; espectacular lugar. El Museo de Arquitectura Colonial; un lugar sencillo, bien pensado y organizado, con un ambiente que te causa la sensación de que viajaste al pasado.
Mi lista no está ordenada por orden geográfico sino por orden de gusto.
Saludos.
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