//

viernes, 22 de noviembre de 2024

El secreto de sus miradas

La escuela de enseñanza especial para alumnos ciegos y de baja visión “Abel Santamaría Cuadrado” está llamada a mejorar la formación de niños y jóvenes desde la diversidad…

Giselle Vichot Castillo en Exclusivo 16/06/2016
1 comentarios
Niños con necesidades educativas complejas
Loraine Delgado Jerez es una una de las alumnas que brillan hoy en su salón de tercer grado. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

La clase de la maestra Josefa tiene cinco niños. Tres niñas y dos varones, para ser exactos. Loraine, Erick, Yusimí, Janet y Raiquel son sus nombres. La dinámica en esta aula es igual que en cualquier otra de la enseñanza general, lo único que varía es el tiempo de realización de las actividades de acuerdo al diagnóstico de cada uno de los estudiantes.

“Hoy buscamos lo que a nuestro juicio debe ser y será un sistema educacional que se corresponda cada vez más con la igualdad, la justicia plena, la autoestima y las necesidades morales y sociales de los ciudadanos en el modelo de sociedad que el pueblo de Cuba se ha propuesto crear”.

Desde hace 54 años, mucho antes de que el líder histórico de la revolución cubana señalara la premisa fundamental de toda la obra educativa cubana, en el discurso que pronunciara en el acto de inauguración oficial del curso escolar 2002-2003, la educación especial en el país está llamada a mejorar la formación de niños y jóvenes desde la diversidad.

María Josefa Vega, o Fefa como también la suelen llamar, ha consagrado 44 años de su vida a la formación de niños con necesidades educativas complejas, específicamente con discapacidades visuales o diversidad funcional de la visión.

Actualmente Josefa forma parte del claustro de profesores de la escuela de enseñanza especial para alumnos ciegos y de baja visión “Abel Santamaría Cuadrado”, ubicada en la Ciudad Escolar Libertad, del municipio de Marianao. Fundada en 1985, esta escuela surge por un llamado de la Revolución.

Joseja

Loraine junto a su profesora Josefa. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

Antes del triunfo del primero de enero de 1959, en Cuba existían pocas instituciones para la enseñanza y educación de niños con necesidades educativas especiales. La mayoría de estos centros eran mantenidos con fondos privados o con la caridad pública, y solo uno de ellos tenía un carácter estatal.

Frente a este panorama, el país se planteó la firme decisión de llevar la educación con un enfoque científico y humanista a todo el pueblo, sin distinción de raza, sexo, credo religioso, grupo social o discapacidad. Comenzó, entonces, un amplio haber para cimentar la educación de las personas con otras necesidades educativas.

MÁS QUE EL SALÓN DE CLASES

“La enseñanza especial es una enseñanza de infinito amor. Cuando los niños llegan a nuestras aulas, con la discapacidad propia de su diagnóstico, necesitan mucho de la comprensión y la atención de sus maestros para salir adelante e insertarse en la vida de manera normal”, asegura la maestra Josefa.

“Loraine Delgado Jerez es una niña ciega con retinoblastoma binocular en ambos ojos. Llegó a esta escuela con cuatro años”, comenta Josefa sobre una de las alumnas que brillan hoy en su salón de tercer grado.

“Es una niña con un rendimiento académico alto y su estilo de aprendizaje es independiente. Desde la experiencia propia de la escuela, los niños diagnosticados con esta patología por lo general son muy inteligentes; sin embargo, como si se tratara de una ironía de la vida, escasamente llegan a la adultez.

El retinoblastoma es una neoplasia maligna que se origina en las células de la retina de los ojos. A nivel mundial se diagnostican cada año entre 5000 y 8000 nuevos casos. En Cuba existe una incidencia de seis a ocho casos anuales con una tasa bruta de 0,2 por cada 100 000 habitantes, lo que representa alrededor del tres al 12 % de todos los tumores de la infancia, y ocupa el quinto lugar entre los tumores malignos primarios sólidos en menores de cinco años.

“Los niños llegan hasta la escuela especial ‘Abel Santamaría Cuadrado’ por diferentes vías, siempre y cuando sean vistos en la consulta de baja visión. Esta consulta está constituida por un oftalmólogo, especialista en baja visión, un optómetra, un rehabilitador visual y un psicólogo. Este equipo de especialistas son los encargados de realizarle al niño una serie de pruebas para emitir luego el diagnóstico. Se diagnostica primero la identidad gnoseológica y después la calidad de visión del niño”, explicó a Cubahora Bárbara Baute Puerto, rehabilitadora visual del centro y máster en Educación Especial.

“Desde que el niño es diagnosticado con la enfermedad visual se somete a un programa de estimulación que ayudará al equipo médico que lo atiende y a su familia a poder entender cómo funciona ese niño, qué herramientas proporcionarle, desde una corrección óptica hasta una adaptación, teniendo en cuenta la atención educativa especializada. Estamos hablando de un conjunto de acciones”, agregó la especialista.

Diversidad visual

Hanset Socarrás padece de catarata congénita. A través de la rehabilitación visual ha logrado avances para aprender a convivir con su condición. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

Como ninguna persona es igual a otra, ninguno de estos niños lo es, aunque tengan el mismo diagnóstico oftalmológico. Por tanto, para todos y cada uno de ellos, después de hacerle la caracterización de acuerdo a sus necesidades educativas, se traza una estrategia de trabajo individual que va desde el trabajo educativo en la escuela hasta las orientaciones para el hogar, que incluyen la vinculación del educando con la comunidad, declaró a esta reportera Sara Valdés Iriarte, secretaria docente.

Con una matrícula de 83 alumnos, de ellos 36 niñas y 47 niños, la escuela tiene entre sus objetivos fundamentales la integración social de sus estudiantes. “Una vez en el centro, al niño se le proporcionan las herramientas necesarias para la vida: orientación y movilidad, rehabilitación visual, braille, preparación para la vida doméstica… Con estos conocimientos incorporados, el alumno sale preparado para matricular en la enseñanza general, explicó.

“Alcanzar la integración social de sus educandos deviene el propósito fundamental del colectivo de trabajadores del centro, porque en definitiva el medio social integra a todos por igual, personas con discapacidad y sin discapacidad, personas enfermas y sanas”, agregó.

Preparada para su incorporación a la enseñanza general, Loraine es una niña que tiene muchas vivencias. Gracias a su familia y al trabajo en conjunto con la escuela puede reconocer y asociar fácilmente elementos de la cotidianidad.

“No cabe orgullo más grande en el pecho que aquel que te acoge cuando vas caminando por la calle y alguien te grita ‘maestra’. Aún más si se trata de hombres o mujeres con una discapacidad, que son parte activa en la sociedad cubana y que ahora educan a sus hijos, quizás partiendo de los principios que un día le inculcaste en el aula. Soy feliz y vivo orgullosa de mi profesión, la más noble y dedicada”.

Como otros educadores cubanos, Josefa es de las maestras que no pueden estar fuera del aula. Hace algunos años se reincorporó a la enseñanza, amparada por las legislaciones sobre el trabajo de los pensionados por edad, vigentes en la Ley N.o 105 de Seguridad Social.

“Me jubilé porque creí necesitar un tiempo de descanso. Luego no podía estar en casa. Estaba aburrida y me sentía ociosa, entonces decidí volver al aula. Para mí el aula es lo máximo”. Para esta consagrada educadora la vida fuera del salón de clases no tiene sentido, siente que en el rol que hoy desempeña se esconde el secreto de muchas miradas.

Puede ver imágenes de la escuela en alta resolución en nuestra página en FLICKR.


Compartir

Giselle Vichot Castillo

La mamá de Amelia y editora de la Revista Cubahora

Se han publicado 1 comentarios


Carolina
 21/6/16 14:57

Un artículo permeado de sensibilidad y ternura. Felicidades a la redactora.

Deja tu comentario

Condición de protección de datos