Después de tantos años dentro de las salas de atención al paciente grave parece que pocas cosas o casos nos puedan sorprender. Pero nada mas lejos de la verdad. Es, de esa manera peculiar que solo la medicina conoce, cuando los fantasmas del pasado nos acechan, en ocasiones, de formas insospechadas.
La tía Carmen la conocí de niño, era mi madrina protectora ante cualquiera que intentara lastimarme. Con un tamaño no superior al metro cincuenta, ojos carmelitas claros, pelo cano encaracolado, envuelta en carnes sin llegar a ser una persona obesa y con un carácter de aquellos, que solo los parientes cercanos a los Guironelli conocen; era una persona a querer y respetar.
Su cariño me ha acompañado siempre a pesar de haber abandonado este mundo demasiado pronto, cuando yo tenía apenas unos catorce años. Ella entre otras cosas me enseñó en las noches de apagón que por entonces también rondaban nuestros hogares algún que otro verso escrito por el poeta matancero Bonifacio Byrne.
Pues bien, hace unos días durante una guardia que parecía tranquila, pasada la medianoche, se nos comunica de una paciente en el banco de urgencias con una arritmia aguda. Le indicamos a su médico que le trajera a la UCI y al observar la paciente vino a mi mente, por su parecido, la tía Carmen. Había guardado por tantos años su imagen y ahora de a golpe se me presentaba.
Al igual que la tía, la paciente tenía 76 años, blanca, con sus mismos ojos, textura de piel y fuerza por la vida.
Comenzamos a trabajar con ella. Portadora de una afección cardiovascular severa, el pronóstico no era favorable. Fue necesario reanimarla por la severidad del cuadro, colocarla en un ventilador mecánico y realizarle más de una descarga eléctrica para revertir la arritmia.
Aproximadamente una hora después de su llegada a la sala se lograba estabilizar sus signos vitales. En la mañana ya estaba despierta, indicándonos que al parecer esta batalla se había ganado. Veinticuatro horas después, la paciente se encontraba fuera de la ventilación mecánica y con muy buen estado general.
Conversadora, dibujando una sonrisa de agradecimiento, nos describió lo vivido durante la pandemia. Vio morir a una de sus hijas y su nuera por la Covid y quedó al cuidado de cuatro infantes. Uno de sus hermanos, con una afección cardiaca similar a la de ella, había también fallecido meses atrás. Cada historia se antojaba más dura.
Fuerte la señora... que como la buena de la tía Carmen, curtieron y probaron su valía con los difíciles e indescriptibles golpes de la vida.
Sí, se fue de alta. Aparecerá en los registros de la sala como una vida salvada. Craso error, en realidad fueron cinco.
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