Civilidad cubana: pensémosla desde el barrio

Justo por estos días, cuando los olores y sabores de la caldosa cederista comienzan a bullir en el imaginario colectivo del barrio, y las cadenetas y la pintura de las aceras y fachadas ya tienen fecha para darle un rostro más agradable a la cuadra, vale que, a la sazón de nuevos derroteros y tiempos de cambio, nos acerquemos al caldo sustancioso de las buenas ideas, esas que marcan al individuo y lo auscultan en sociedad.

Y es que las aproximaciones a la realidad nacional desde perspectivas basadas en la construcción participativa, el diálogo y la meditación bien argumentada, como una forma de contribuir al empuje de nuestro gran modelo de nación, siempre acaban desembocando en el ejercicio desprejuiciado y comprometido del pensamiento.

A propósito del VIII Congreso de los CDR, y con el latir del barrio como esencia, Cubahora comparte algunas ideas del destacado académico, antropólogo, etnólogo e investigador cubano Jesús Guanche Pérez, quien —como nos tiene acostumbrados en sus análisis y debates— se asomaba a una Cuba culturalmente compleja y en transformación, al tomar los desafíos de la civilidad como un principio matizado por sus propios alcances, contradicciones y paradojas.

Civilidad es cumplir con los deberes como ciudadano, eliminar la tensión que existe en las diferencias de la sociedad y los diversos grupos a los que pertenecemos para lograr una vida conjunta; temas como estos preocupan a los cubanos pues, como ha alertado el presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Raúl Castro, hoy es visible en nuestra sociedad la pérdida de valores y se multiplican prácticas incorrectas hacia los seres humanos y el medio ambiente. Temas como estos deberán, entre otros, guiar los debates del próximo Congreso de los CDR.

En una conferencia impartida en el Centro Cultural Félix Varela, de La Habana, Guanche consideraba los retos de la civilidad de gran importancia para la sociedad cubana actual, “…de cara a las transformaciones que resultan necesarias ante un cambio de época, signada por el reconocido fracaso del neoliberalismo y su impacto mundial; así como el renacer de la esperanza de una parte cada vez más representativa del continente americano y caribeño, que ha sido capaz de sobreponerse a las crisis cíclicas del capitalismo dependiente y optar por una vía de justicia social, crecimiento económico y desarrollo humano. Todo ello frente al permanente riesgo de fuerzas contrarias que tratan de achatar las voluntades para desdibujar el valor de las ideas y su influencia favorable en la toma acertada de decisiones”.

 Partiendo de estas condicionantes contextuales, el profesor insistía en la importancia de no silenciar, sobre todo, lo que por diversas causas no funciona adecuadamente o se desvía de un conjunto de valores universales de la cultura humana, como experiencia acumulada por la humanidad en su decurso histórico y de la cual forma parte la cultura nacional con su amplia y muy rica diversidad de expresiones.

 “Muchos han sido los puntos de vista al respecto, desde quienes disfrutan a plenitud del proceder individual, familiar y espacial identificado como vulgaridad, marginalidad, cual referencia del comportamiento cotidiano, hasta quienes también reconocen y denuncian la indisciplina estatal; es decir, a las personas que por sus cargos y funciones representan al Estado y de hecho son parte de la sociedad y participan de la indisciplina social, pero con una mayor trascendencia que el simple ciudadano de a pie”.

Hay que volver una y otra vez a lo pasado, sin retóricas ni arengas, sino buscando anclajes para el presente. Guanche así lo reconocía cuando apuntaba que “no es posible aspirar a un ciudadano mejor sin un conocimiento histórico adecuado a los niveles alcanzados en nuestros días y cómo ese nivel de conocimiento debe influir en su conciencia ciudadana. El asunto no es repetir hasta el cansancio consignas fuera de contexto y vacías de contenido, sino asumir el papel y el lugar de la historia como ciencia social en interconexión con todo el conocimiento alcanzado”.

Coincidiendo con lo que expresaba Raúl en la reciente sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular, y yendo más allá en su disertación, el académico comentaba: “El permanente desafío de la civilidad cubana, para desarrollar un modelo socioeconómico con justicia social, sostenible y próspero (como en su momento proclamaba José Martí para alcanzar la condición humana de bueno) pasa por la dignificación del ingreso según el trabajo”.

“No podemos olvidar el inevitable juego de palabras: socialismo es socialización y lo que se apartó de este principio ya hace tiempo se derrumbó porque no fue lo que decía que era. El socialismo tiene una profunda connotación sociopolítica y económica, es un camino que debe construirse con, por y para la sociedad; y la socialización tiene una clara connotación sociocultural pues está signada por la participación en su acepción más abarcadora y dinámica. Sin lo segundo lo primero no es posible”.

Para el estudioso y cientista social, en el país hay capacidad e inteligencia suficiente para pensar y actuar a favor de nosotros mismos, y así pasar de la contingencia a la normalidad, como una legítima aspiración hacia el equilibrio dinámico y permanente entre el poder del Estado y el poder de la ciudadanía.

Y esa certeza es la que nos puede hacer pensar más a fondo en la civilidad, al basarse en el respeto entre los seres humanos, el cuidado del medio ambiente y de los bienes públicos; así como en una educación de adecuada calidad que tenga en cuenta las normas de urbanidad y de cortesía.