Venezuela aceptó esta semana la petición de Colombia de integrarse como garante de las conversaciones de paz con el guerrillero Ejército de Liberación Nacional (Eln), un paso clave para la tranquilidad ciudadana en las dos naciones fronterizas, que reiniciaron sus relaciones diplomáticas en fecha reciente.
Caracas decidió romper sus vínculos con Bogotá en 2018 debido a la actitud hostil del expresidente Iván Duque, un archienemigo de la Revolución Bolivariana, quien reconoció al usurpador exdiputado Juan Guaidó como presidente de Venezuela, dio cobijo en su territorio a mercenarios pagados por el gobierno de Estados Unidos (EE.UU.) para atacar a su vecina, e impulsó el contrarrevolucionario Grupo de Lima, entre otras fechorías.
La situación política en Colombia es ahora absolutamente diferente, tras ganar la presidencia el exalcalde bogotano Gustavo Petro, quien en su campaña electoral advirtió su interés por recobrar las relaciones con Venezuela, y retornar a las negociaciones de paz con las guerrillas en activo. La paz total es uno de sus propósitos a partir de su asunción el pasado 8 de agosto.
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La confirmación de que Venezuela será garante de las negociaciones que con el Eln adelanta la administración del izquierdista Petro, ex candidato del Pacto Histórico, expresa la importancia del rol que concede al vecino país en un proceso de pacificación que aun carece de fecha de inicio.
La solicitud de Petro era de suma importancia, debido a la posición en que se encuentran las dos naciones que comparten 2 200 kms de frontera común, con numerosos cruces para los ciudadanos que se mueven en ambas direcciones. Miles de personas pasan de un lado a otro para acercarse a sus centros de trabajo o de estudio, y los pasos de entrada y salida constituyen por si mismos fuentes de empleos y de intercambio comercial, las que ahora están amenazadas por la guerra y la delincuencia común.
Uno de los propósitos del presidente colombiano es pacificar su país, de 51 600 000 habitantes. Infelizmente famosa se ha tornado Colombia por el exterminio de activistas, líderes sociales y ex guerrilleros debido al activismo de los grupos paramilitares, sean de sicarios, narcotraficantes y delincuentes, en su mayoría pagados por empresas privadas extractoras de recursos naturales, e incluso por administraciones estaduales.
Colombia ha vivido más de medio siglo de guerra intestina fomentada contra los regímenes de turno por grupos guerrilleros asentados en la parte más profunda de la nación. El Eln y las disueltas Fuerzas Armadas de Liberación Nacional-Ejército del Pueblo, alzaron las armas contra el sistema de explotación existente en ciertas regiones del norte colombiano.
Los enfrentamientos entre las FARC-EP, devenido partido político y las fuerzas armadas causaron más de 250 000 muertos en cinco décadas, y el desplazamiento de otros centenares de miles de personas hacia otras provincias o países que huían de los enfrentamientos y las masacres.
El pueblo colombiano quiere la paz, y casi lo logró con la firma del Acuerdo de paz suscrito entre el gobierno del expresidente Juan Manuel Santos y las FARC-EP en La Habana, en 2016. Ese documento fue engavetado por el siguiente mandatario ultraderechista Iván Duque, quien con su actitud permitió la proliferación de los bandas armadas ilegales. Surgió también una fracción disidente de las FARC-EP, que se sintió engañada por el mandatario al permitir la matanza de ex guerrilleros firmantes del pacto de paz.
VOCACIÓN DE SERVICIO A COLOMBIA
Maduro aceptó con interés y sentimiento de servicio a Colombia, un país al que considera hermano, la solicitud formal y pública que le hiciera Petro, tras el restablecimiento de relaciones y la llegada a Caracas y Bogotá de los respectivos embajadores el pasado mes.
La petición fue hecha durante una conversación telefónica de los mandatarios, luego del anuncio de la reapertura de la frontera común el próximo día 26, confirmaron fuentes oficiales desde la Casa de Nariño, una acción con la que, desde el punto de vista político, restituye a Venezuela su soberanía, derecho y obligación de proteger su territorio y el de sus vecinos, y viceversa.
Ese paso representa un alivio tanto para los ciudadanos de ambos lados como para el comercio bilateral.
Pero hubo más: Petro le habría comentado a su homólogo las intenciones de que retomara su papel de garante en las nuevas conversaciones con el Eln.
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Desde que el líder del Pacto Histórico –alianza de partidos de izquierdas de Colombia- asumiera como deber la restitución de los vínculos diplomáticos, observadores entendían que pronto se anunciaría el pedido a Venezuela para que de nuevo actuara en los diálogos de paz, tal como hizo durante las conversaciones con las FAR-EP, que concluyeron en buenos términos, Luego, como es sabido, fueron boicoteadas por Duque y la camarilla derechista encabezada por el expresidente Álvaro Uribe, uno de los fundadores del paramilitarismo cuando era gobernador del estado de Antioquia.
Un pacto de paz con el Eln depende en buena medida de los buenos oficios del gobierno venezolano, advirtió la directora de la Fundación Ideas para la Paz, María Victoria Llorente, en entrevista con Colombia+20-
En opinión de Llorente, “No hay ninguna posibilidad de avanzar en una negociación si no hay cooperación con el gobierno de Maduro. Es absolutamente indispensable”.
Lo es, no solo por el diálogo en sí mismo, sino porque hay temas binacionales y de la frontera que requieren urgentemente de esa relación.
Ese proceso también beneficiará a los 6 200 000 colombianos que viven en Venezuela.
TROPAS DEL ELN
Uno de los principales temas en esta ecuación es la presencia de tropas del Eln en territorio venezolano y la cooperación que Caracas brindaría a la guerrilla en determinados momentos, como por ejemplo, el traslado de algunos de sus miembros a Cuba para integrarse en la mesa de negociación durante el régimen de Santos, que ya había hecho sus trámites al respecto.
Las negociaciones, según se pactó en La Habana se tornaron rotatorias entre los garantes, y de La Habana fueron trasladadas a Quito, pero el llamado presidente-traidor Lenin Moreno, siguiendo órdenes de Estados Unidos, (EE.UU.) dio por concluida en 2018 la participación de Ecuador como fiador en las pláticas que adelantaban las partes.
La mesa de conversaciones quedó instalada durante el gobierno del presidente izquierdista Rafael Correa. Aunque su sucesor estaba en pleno derecho de abandonar su papel de garante, Moreno se convirtió, empero, en un contradictor de una guerrilla que buscaba un camino de paz negociado, de manera lenta y rígida en su comportamiento.
Medios políticos ecuatorianos criticaron al régimen de quien se pensaba era un revolucionario prestigioso –y por eso Correa lo escogió para sucederlo- , cuando en realidad se trataba de un colaborador de Washington, desde donde, se supo después, recibía órdenes directas.
Incluso la decisión de desplazar las conversaciones fue anunciada por la prensa, algo insólito en un régimen que se decía democrático, en lugar de tramitar sus posiciones por la vía diplomática, e informándole a las dos partes involucradas, el gobierno colombiano y el Eln, que era, en su opinión, el momento adecuado para la rotación. Una mentira que pocos creerían, pero que lo dejaría mejor parado ante la crítica internacional.
Un protocolo firmado por las partes en Cuba, desconocido por el régimen de Duque, detallaba que ¨“en caso de ser necesario el tránsito por territorio venezolano, se contará con el acompañamiento de los representantes de los gobiernos de Venezuela, y al menos dos países garantes hasta el aeropuerto definido en ese país. Dentro del territorio venezolano, la delegación del Eln se trasladará bajo la responsabilidad de ese país”.
El documento de 11 puntos fue firmado, además de Venezuela, por los representantes de Cuba, Noruega, Chile y Ecuador, los otros garantes.
El pasado 12 de agosto, en La Habana se realizó el primer encuentro de representantes del Eln y del gobierno Petro, después de los anuncios oficiales. Once integrantes de la delegación del Eln viajó hacia Venezuela para su tránsito a Colombia.
Ese viaje garantiza que la delegación de paz del Eln se encuentre con sus tropas en Colombia y en Venezuela para adelantar consultas en dos sentidos: nombrar formalmente una nueva comisión de paz y acordar los términos en los que retomarán la negociación con Bogotá.
Socorro Ramírez, integrante del grupo de la administración de Santos para el entendimiento con el Eln, explicó a una emisora radial local que el rol que asume nuevamente Venezuela no es como el de cualquier otro país garante e implica, dijo, compromisos adicionales.
Ramírez explicó que “El gobierno de Maduro acepta y entiende que adopta compromisos reales para que esa guerrilla esté dispuesta a acabar su acción armada aquí y allá, pues de lo contrario el proceso se estancaría¨.
La experta precisó que Venezuela cumple con el objetivo de un garante: brindar confianza durante el proceso. No es la primera vez que esa nación suramericana participa en el proceso de paz de su vecino, pues primero actuó como garante en La Habana y en diálogos previos del Eln con Colombia.
Ronal Rodríguez, vocero del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario, señaló que esta decisión de Maduro es clave para las dinámicas territoriales y de seguridad en su país, dada la fuerte presencia de esta guerrilla, e incluso, se entiende a Venezuela más como un país-parte que garante.
“Venezuela devino, precisó, en parte de la dinámica, es decir, hoy dentro de la negociación no es un facilitador sino un país-parte. De nada sirve desarticular al Eln en Colombia si esta guerrilla continúa con presencia en territorio venezolano. Porque no solamente tiene un componente armado que se refugia en este territorio sino que ahora también tiene el control territorial de zonas donde el Estado venezolano perdió, en su opinión, el monopolio de la fuerza, que pasó a una guerrilla de más de 3 000 miembros.
Para Venezuela, que el gobierno colombiano lo haya reconocido como un actor de la paz regional, es considerado por medios políticos como un triunfo del sistema político de izquierda, acosado y bloqueado durante años por EE.UU., lo cual conllevaría a una dinámica interesante en el futuro de sus asociaciones con América Latina. De hecho, sitúa esa nación al lado de los que quieren la paz, al contrario de los que desde la derecha practican políticas de odio.
Mientras, a lo interno, la dirección del Eln seguramente revisará cuál es el nuevo panorama con los dos gobiernos izquierdistas involucrados en el alcance de una paz total para sus regiones, incluidas las siempre conflictivas fronteras.
La decisión de Caracas debe ser vista de forma integral para permitir la creación de una agenda mucho más amplia que involucre las conflictividades existentes en las zonas de frontera, donde no solo opera el Eln.
Este nuevo contexto en las relaciones bilaterales, está acompañado de análisis, discusiones, acuerdos y compromisos trilaterales para continuar con las negociaciones, llevar a buen puerto el proceso de paz con esta guerrilla y suscribir un acuerdo con el Eln, nacido en los años 60 del pasado siglo.
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