¿Qué pasó en Singapur?

Suponiendo, solo suponiendo, que el único resultado de la cumbre entre Kim Jong-un y Donald Trump haya sido la determinación del presidente norteamericano de suspender los ejercicios militares con Surcorea, estaríamos antes un hecho notable. Interrogado por la periodista Greta Van Susteren, el estadounidense repitió lo formulado antes en rueda de prensa al término del encuentro con el líder norcoreano: “Vamos a terminar con los ejercicios militares que cuestan mucho dinero (…) es muy provocativo, y quiero hacerlo, y creo que están muy contentos porque es muy provocativo… costó una fortuna hacerlo. Y no haremos eso mientras negociemos de buena fe”.

La jefatura del Comando Pacífico a cargo de esas maniobras no había recibido órdenes de suspender el programa previsto por el Pentágono para el resto del año, pero es de presumir que el mandato les llegue en breve pues de no hacerlo pondría en descrédito mayúsculo a Trump, quien apenas sale de una vibrante trifulca con sus aliados y debe estar deseando que el encuentro en Singapur se superponga a las malas percepciones dejadas entre sus afines en Canadá, asunto que es de imaginar tendrá una larga y fea cola, si no median inteligentes reparaciones.

“Toma mucho tiempo completar una desnuclearización. Pero a pesar de eso, una vez uno empieza el proceso, ya no se pueden utilizar estas armas”. El mandatario norteamericano, desde luego, carece de este tipo de experiencias, pero debe ser el argumento dado por sus asesores y así él lo expuso ante los enviados especiales que fueron a cubrir en Singapur las incidencias de un hecho notabilísimo, pese a estar sometido a una infravaloración casi injustificable, por el modo en que gran parte de los medios lo enfocan y califican de sin contenido el resultado.

Pero esta vez, se le debe dar la razón a Trump o a quienquiera se lo haya sugerido, pues en verdad resulta imposible abreviar un transcurso complejísimo.

El texto, donde se sintetizan los compromisos iniciales de las dos partes, es un punto de arrancada para lo que no puede ser, de ninguna manera, un proceso fulminante. Los dos jefes de Estado se comprometieron a darle otro sesgo a las relaciones entre los Estados Unidos y la República Popular Democrática de Corea, en busca de paz duradera y prosperidad.

Para alcanzar ese resultado reconfirmaron la Declaración de Panmunjom, suscrita entre el norte y el sur de la península el 27 de abril de 2018, documento donde ya se avanza el propósito de la República Popular Democrática de Corea (RPDC) de proceder a su desnuclearización. Washington y Pyongyang se comprometieron además a un intercambio de prisioneros y el envío de los restos de soldados caídos durante la guerra del 1950-53.

En cualquier momento y ante cualquier protagonista hacer dejación de recursos defensivos es ejecutoria de espinosa ejecución. Ahora y con las características y acciones del actual máximo jefe de los Estados Unidos, el proceso por delante sobrepasa el carácter de lo resbaladizo y complejo. Exige las mayores cautelas.

Esa treintena de cabezas nucleares que se calcula tiene la RPDC y su capacidad para fabricar al menos otras siete por año, sumado a contar con cohetes portadores intercontinentales (misil balístico Hwasong-15) son la garantía de los norcoreanos para evitar anunciadas agresiones. Abandonarlas es un riesgo. El valor de asumir tan osado compromiso también le corresponde y honra a Norcorea.

El enfoque que le da Trump a este delicado asunto es típico del magnate. Dijo: “… queremos hacer negocio, tenemos que hacer negocio y haremos negocio”. Desde su óptica es lo más confiable a obtener de él, si, ciertamente, encara estos contratos en la escala que mejor domina.

Las sanciones continuarán hasta tanto no se inicie el desmantelamiento de los recursos nucleares norcoreanos. No se sabe —ese es ángulo silenciado— si en el sur quedan remanentes de las armas nucleares norteamericanas, los portadores, por ejemplo. El trabajo por hacer de quienes deben negociar los tiempos, verificaciones y a su vez, la instrumentación de las garantías de no agresión a la RPDC, están en el tramo de lo comprometido y muy problemático. En ese camino cualquiera se pude perder.

Un eufórico Trump repitió que habrá muchos encuentros con un antagonista a quien valoró de “…un tipo rudo (…) inteligente, ama a su pueblo, ama a su país. Él quiere muchas cosas buenas y es por eso que está haciendo esto”.

Extraordinario criterio y deseable lo mantenga. En el transcurso apenas iniciado habrá participación de otros países. Se presume se incorpore la propia Corea del Sur, donde los estimados son ambivalentes, en dependencia de sin son conservadores o liberales de los altos estamentos, quienes enfocan el tema.

China es casi imprescindible en cualquier acuerdo futuro, dada la enorme frontera y junto con ella los peligros que asume, y dados los antecedentes histórico-culturales que le juntan a Corea.

En definitiva fue el principio sino-ruso de tregua y paridad para las partes, enunciado hace tiempo por Moscú y Beijing, lo que sugirió la senda por donde comienzan a transitar resultados que, ¡ojalá! sean sólidos y base de un fin que generaciones actuales y futuras agradecerán.