No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista. Ni debe ser saludable para un cubano que se pretenda patriota, honesto y bueno, defender - todo el tiempo, ni frente a todos- una maldad como el Bloqueo contra Cuba. Hay que desajustarse, en más de una fibra, glándula o región cerebral. Hay que corromper los afectos, o extraviar los sentidos, botar en un latón, como basura, la sensibilidad y los principios. Cerrar los ojos y el corazón, andar en modo sordo o “hacerse el “sueco”, desconectarse de todas las noticias y de toda la historia, perderse en la curvita de un individualismo visceral y enfermizo, atroz.
Hay que estar buscando cualquier pretexto para romper toda relación y compromiso con la familia en Cuba, para quitarse el peso de mandarles remesas. O hay que, para seguir siendo un buen hijo o un buen hermano, gritar en un post “ni un centavo para Cuba”, porque eso es bueno para el negocio o porque eso espanta represalias, pero, tras bambalinas, recargarles el móvil, transferirles mensualmente su “vaquita”, y enviarles unas pastillas y unas bolsas de leche en polvo con la “mula” que aparezca.
O ser un tronco de analfabeto político, un tronco de anexionista y un tronco de malagradecido, a la vez, para culpabilizar al Socialismo de todos nuestros males, y no al Bloqueo, o descargárselas al Presidente Díaz Canel que no tiene descanso, ni tregua, que no para de entregarse y de exigir la entrega de los cuadros cercanos a él. No para parecer un buen mandatario, sino porque es un hombre bueno, mandatado para servirle a un pueblo que reconoce sacrificado y solidario, castigado por ser ejemplo para otros pueblos y por levantar la esperanza de un mundo más humano.
- Consulte además: Bloqueo contra Cuba, una política que permanece y asfixia
Puede que un cubano bueno, por una compulsión pasajera, le de un like a un llamado a asfixiarnos, a sumarles penurias a sus parientes de aquí, a los que fueron sus vecinos o compañeros de trabajo. Tal vez una buena cubana respalde este u otro castigo por resentimientos, porque el que fue su novio y la engañó con su mejor amiga es militante comunista y aquella se la pasa compartiendo mensajes contra la Ley Helms-Burton y a la Torricelli. Pero, a los pocos días, se topará por Facebook con la foto del hijo de otra amiga, ingresado en un pediátrico nuestro, que está esperando por un reactivo para un prueba de diagnóstico o por unas dosis de otro medicamento de patente estadounidense, para una operación o un tratamiento que le devolvería las sonrisas que el bloqueo le prohíbe; al bebé y a su mamá, a su hermanita y a sus abuelos, a los médicos y enfermeras que lo atienden.
Puede que Marcos Rubio le resulte atractivo como hombre y vea unas o dos semanas por sus ojos, por sus odios y por sus intereses. Mas, a la larga, descubrirá que aquel es un mentiroso y así como engaña sus electores la engañaría a ella, y así como arrastra, cual colcha de baño público, los derechos humanos del pueblo cubano, lo haría con su promesa de respetar sus gustos y sus decisiones personales.
Tal vez, para un fulano está bien que nos “embarguen” si no pagamos por las empresas que nacionalizamos a inicios de la Revolución, porque desconozca que también socializamos empresas españolas o inglesas y que con ellos convenimos pagos y plazos, sentados en una mesa, con respeto y sin imposiciones. Tal vez, para otra mengana, la decencia es el respeto a la ley, aunque sobren las series y películas con casos de inocentes condenados o criminales absueltos, por los enredados caminos de las interpretaciones o la parcialización interesada de los jueces. Aunque el lawfare se haya vuelto una moda para quitar del medio a los “incómodos”, a la vista de los mandamás. Aunque, se ha castigado unilateralmente, por seis décadas, a un pueblo noble que no ha sido juzgado en tribunal alguno. Aunque, se arrogue el derecho de ser juez quien no tiene moral para hacerlo y halla agarrado, “por los pelos”, pretextos injustos e infundados.
Como esos con los que ha intentado arropar la decisión de incluir a Cuba en la lista negra de los Estados Patrocinadores del Terrorismo, y que los ha dejado más de un vez “en cuero”, frente a los ojos de los informados y los honestos del mundo. Como los acaba de dejar el presidente colombiano Gustavo Petro.
Este castigo maquiavélico no podría defenderse desinteresadamente, ni podría justificarse desde el amor. He intentado explicárselo a mis niñas y no consiguen entender tanta crueldad.
Los hombres de bien en Norteamérica rechazan estas acciones criminales e ilegítimas, la mayoría del pueblo estadounidense percibe la injusticia detrás del Bloqueo/Embargo. Recientemente, tras el paso del huracán Ian por el occidente cubano, líderes y activistas estadounidenses hicieron un llamado urgente, en la edición dominical del New York Times, para que el Presidente Biden levante temporalmente las sanciones y permita que las autoridades cubanas puedan comprar los suministros que se necesitan para la reconstrucción de las zonas afectadas. “Es inconcebible emprender un castigo colectivo contra todo un pueblo impidiendo que Cuba compre materiales de construcción o reciba ayuda en esta hora crítica”, se apunta en el texto.
Al pueblo norteamericano se le niega el derecho de hacer turismo en nuestro archipiélago, de bañarse en nuestras playas, de admirar como circulan en nuestros calles carros que solo pueden ver en viejas películas, de sacar sus propias conclusiones de nuestra realidad y de nuestro sistema político, sin sesgos massmediáticos, ni imposiciones ideológicas. Ellos también serían más libres sin esa política arcaica e inmoral.
Joseph Biden sería mejor persona y mejor presidente si, con una firma, desde sus prerrogativas ejecutivas, desmonta las más de doscientas medidas de castigo implementadas por su contendiente Donald Trump, si desinfla de malignidad las leyes que codifican al Bloqueo. Se distanciaría de una desvergüenza, de esa postura extorsionadora y carroñera con la que se identifica a impresentables republicanos como Jhon Bolton. Sería más consecuente con sus promesas de campaña, con su postura cuando era vicepresidente de Barack Obama, quien propició notables avances en la relación bilateral. También, con las declaraciones de su esposa al visitarnos.
Por doquier se escuchan las voces que condenan esta política unilateral y coercitiva, esta “pandemia permanente, este huracán constante”, como lo calificara nuestro Canciller Bruno Rodríguez Parrilla, al presentar a la prensa nacional y extranjera la actualización del Informe Nacional sobre las afectaciones del Bloqueo.
Una vez más, por trigésima ocasión, se presentará a la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) el proyecto de resolución titulado “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”. Los próximos 2 y 3 de noviembre, los países miembros de las Naciones Unidas, considerarán y tomarán acción respecto a este informe; tendrán ante así la posibilidad de actuar según los principios de la moral y la decencia, con apego al humanismo universalmente reconocido, en respeto a los derechos humanos de los cubanos y de acuerdo a las normas que regulan las relaciones internacionales. Otra vez, tendrán ante sí la posibilidad de ser mejores con un voto, de hacer el bien y así corresponder a un pueblo que lucha por globalizar la bondad.
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