Durante tres días el grupo de concertación internacional fundado por Brasil, China, Rusia, India y Sudáfrica—conocido como los BRICS—celebró en la ciudad sudafricana de Johannnesburgo su XV cumbre.
Con la asistencia de la inmensa mayoría de los más de 20 países que han solicitado de manera formal su adhesión al bloque, no solo se discutieron temas relacionados con el papel de África en el multilateralismo y la consecución de un desarrollo sostenible, sino también aspectos como la reforma de la arquitectura financiera global; la recuperación pospandémica y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.
El recién finalizado cónclave marcó el ingreso de Argentina, Arabia Saudita, Egipto, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos e Irán como miembros plenos a partir del 1 de enero de 2024. Un anuncio calificado por el presidente de China, Xi Jinping, como “un nuevo punto de partida” para la interacción y la consolidación de sus objetivos.
Creado en 2006, el grupo BRICS es un actor relativamente nuevo en la geopolítica, que ha ido ganando influencia en los últimos años a partir de su extraordinaria capacidad de producción y poderío financiero. Para tener una idea, los cinco miembros fundadores representan alrededor del 41% de toda la población, abarcan el 30% de la superficie terrestre y encarnan el 27% del Producto Interno Bruto a nivel mundial. De hecho, el mandatario de Rusia, Vladímir Putin, en su alocución por vía telemática, aseguró que la agrupación supera en poder adquisitivo al Grupo de los 7 (G-7).
Los BRICS se han movido desde sus inicios con la clara intención de romper con la hegemonía política y económica de los Estados Unidos (EE.UU.), propiciando así un escenario de transición cada vez más manifiesto. Sin embargo, aun cuando se trata de una asociación alternativa real al modelo de gobernanza tradicional impuesto por los centros de poder de Occidente—al que ya le encajó un duro golpe al coquetear con el fin de la globalización y la polarización con esta cumbre— queda mucho por hacer todavía.
De ahí que en la declaración final de la cita hayan buscado aumentar su influencia internacional al tomar partida en asuntos como la compleja realidad de Haití, el conflicto armado entre Rusia y Ucrania y o el delicado contexto social que vive hoy Níger. Asimismo, apostaron por el mantenimiento del acuerdo nuclear de Irán, conocido como Plan de Acción Integral Conjunto y de la resolución 2231 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (ONU), adoptada en 2015 para la no proliferación.
Pero también se comprometieron a fortalecer la coordinación de las políticas macroeconómicas, a profundizar la cooperación y a trabajar en pos de una recuperación sostenible y equilibrada, en la que se consoliden las cadenas de suministros y se estimulen las ventas y los flujos de inversión.
De igual forma, se abogó por robustecer los mecanismos de asistencia agrícola para potenciar la seguridad alimentaria y se responsabilizaron en aumentar la sostenibilidad de los sistemas energéticos, incluida la infraestructura crítica, para promover el uso de energía limpia, la investigación y la innovación en materia energética.
LOS BRICS, CUBA Y LA COOPERACIÓN CON EL G-77 Y CHINA
Como parte de los Diálogos BRICS Plus y con el objetivo de establecer alianzas con países en vías de desarrollo, Cuba participó por primera vez en un evento de este tipo. En calidad de presidente protempore del Grupo de los 77 y China, la Mayor de las Antillas se presentó con la responsabilidad de establecer estrategias comunes que contribuyan al desarrollo sostenible y al cumplimiento de metas afines.
Creado en 1964 por miembros del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) al término de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, el G77 surgió con para estimular los intereses económicos de los fundadores y fortalecer la capacidad de negociación conjunta dentro de la ONU. Con la entrada de Sudán del Sur en marzo del 2015, lo conforman 134 estados, solo mantiene su nombre por cuestiones históricas. En el caso de China, aunque se le considera un miembro oficial, participa y colabora de forma externa.
Tras más de medio siglo de existencia, ha logrado mantenerse unido con el multilateralismo como principio rector de las estrategias de cooperación, a pesar de las marcadas diferencias entre sus integrantes. El G77—que concentra el 80% de la población mundial— ha tratado de convertirse en el contrapeso de las principales potencias económicas integrantes del G-7.
Cuba, por medio de su mandatario, Miguel Díaz- Canel Bermúdez, llamó a potenciar la coordinación efectiva entre ambos bloques para promover la defensa de los reclamos de los países del Sur y así asegurar una mayor representación y voto de las naciones del sur en vías de desarrollo en la toma de decisiones dentro de las instituciones económicas financieras internacionales.
El también Primer Secretario del Partido Comunista enfatizó en la necesidad de un orden monetario internacional más estable, previsible y diversificado; y abogó por la defensa del multilateralismo y el respeto a la Carta de las Naciones Unidas y al Derecho Internacional.
En su intervención, Díaz Canel rechazó la imposición de medidas coercitivas unilaterales, como el bloqueo impuesto por EE.UU. desde hace más de medio siglo al pueblo cubano y defendió un modelo internacional de cooperación solidaria y de beneficio mutuo, sin injerencias en los asuntos internos de los estados.
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