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viernes, 22 de noviembre de 2024

Lecturas de verano (I): La democracia

Excepto en circunstancias temporales, generalmente breves como los períodos revolucionarios, la democracia es quien otorga legitimidad al Estado y al poder y no a la inversa…

Jorge Gómez Barata en Exclusivo 19/08/2013
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La Habana - Panorámica
La actualización del modelo económico cubano da muestras de desarrollo político.

Las ideas no son productos naturales sino resultados de la acción social, tampoco exclusivamente reflejos del mundo material sino derivados de procesos mucho más complejos, alguno de los cuales, como es la capacidad de concebir una realidad diferente a la existente definen la condición humana. “La historia ?decía Marx? se escribe con arreglo a pautas situadas fuera de ella”.

A diferencia de ciertos aspectos de la cultura material y de la tecnología que como el dominio del fuego, el uso de la rueda y la palanca, las armas arrojadizas y otras que acompañan a los humanos desde el principio de los tiempos, las ideas acerca de la convivencia, el bien y el mal, la belleza y la moral, la euforia o la tristeza y otros componentes culturales más abstractos,  tuvieron un desarrollo tardío.

Grandes misterios como la muerte, la maternidad y la paternidad, la casualidad y lo ignoto del firmamento, alimentaron enigmas y dieron lugar a la fe. Creados o no por Él, los hombres reconocieron a Dios y los nombraron de muchas maneras, y creyendo en Él desarrollaron la bondad, la caridad y la solidaridad, como también el miedo y el amor. Las  ideas cerca del pecado, la redención y la trascendencia son hitos en el crecimiento intelectual humano tan importantes como calcular y construir.

Del mismo modo que no hay en la naturaleza un “uno” (1, I), tampoco hay parlamentos ni elecciones, sino cosas y procesos, algunos de los cuales sirven de referencia para la creación humana. Los árabes aventajaron a occidente en las matemáticas porque inventaron algo tan enigmático que resultó inalcanzable al entendimiento de hindúes, griegos y romanos, y  convirtió en herramienta cotidiana la abstracción absoluta: el cero*.

En la historia de la especie humana (mezcla de evolución orgánica, progreso cultural y según la mayoría cree, acción divina), hace alrededor de 4000 años parece haber ocurrido una especie de Big Bang cultural que como resultado de lo que Hegel llamaría acumulación cuantitativa del saber, dio lugar a un “salto cualitativo” trascendental en la andadura civilizatoria del hombre sobre la tierra.

A partir de esa especie de zona cero de la cultura espiritual,  comienza la historia de la creación artística, literaria e ideológica, tal como la entendemos y definimos hoy; desde entonces la especie humana tomó las riendas de su destino. Fidel Castro fue profético cuando ante una crisis que parecía un Armagedón proclamó: “Lo primero que es preciso salvar es la cultura”.

Entre los productos culturales más elaborados creados por los hombres figuran algunos como la escritura y el cálculo, asociados globalmente a la existencia y la civilización y otros relacionados con la convivencia, de ellos ningunos son tan grandiosos y eficaces como el Estado y el Poder, que alcanzaron su dimensión genuinamente humana y sus más altos grados de eficacia cuando, mediante la democracia, se tornaron legítimos.

Excepto en circunstancias temporales, generalmente breves como los períodos revolucionarios, la democracia es quien otorga legitimidad al Estado y al poder y no a la inversa.

Así como la Física y la Medicina y todas las demás ciencias naturales, aplicadas, o sociales, no han dado todo de sí ni lo harán nunca, el Poder, la democracia y el Estado son entes eternamente perfectibles. Creer que al respecto existe un punto de llegada, un “fin de la historia” o un régimen perfecto, no es un error ni una utopía, sino una evidencia de total incomprensión acerca de la naturaleza humana y de su expresión más genuina: las sociedades que se construyen constantemente. Allá nos vemos.

*El cero. Único número que no es un número, equivalente de la nulidad imprescindible (no suma, no resta y no es divisible. Es el único número que no es positivo ni negativo, y si no existiera los números no serían infinitos y todo terminaría en nueve, o lo que es peor, no habría punto de partida para ninguna escala; sin cero toda medición es imposible. Hasta hoy el cero es lo único reconocidamente indivisible. Tal vez los primeros en utilizarlo fueron los mayas (siglo I) y lo emplearon los hindúes, pero fueron los árabes quienes lo generalizaron y lo incorporaron al cálculo. “Cero es una palabra árabe”.    

 


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Jorge Gómez Barata

Profesor, investigador y periodista cubano, autor de numerosos estudios sobre EEUU. y especializado en temas de política internacional.

Se han publicado 1 comentarios


Tábano
 19/8/13 13:12

INTERESANTE ARTICULO,VAMOS A ESPERAR PARA VER A DONDE NOS LLEVA, PARA PODER EMITIR UNA OPINION AL RESPECTO, PIENSO QUE VA A RESULTAR UTIL PARA MUCHAS PERSONAS.

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