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domingo, 22 de diciembre de 2024

Leticia Martínez: Haití fue una manera de volverme mejor persona

El infierno de este mundo, terremoto en Haití, de la Editora Política, recoge historias conmovedoras y el papel de la ayuda humanitaria del pueblo cubano…

Lissy Rodríguez Guerrero en Exclusivo 07/02/2015
5 comentarios

Eran alrededor de las once de la noche del 13 de enero de 2010. Leticia se disponía a revisar en “Corrección” la última página del periódico Granma, mientras la imprenta “calentaba los motores” para imprimir los 500 mil ejemplares del día siguiente. Sin embargo, interrumpió su paso la llamada de la oficina del director. Seguramente pensó que sería alguna noticia de última hora, quizá un detalle que cambiar a los textos…

- “Tienes que prepararte, porque vas a ver en pocos días los muertos que no vas a ver en el resto de tu vida”, le dijo. “Coge una mochila y echa cuatro cosas, que te vas a las cuatro de la mañana para el aeropuerto”.

- ¿Con quién me voy? – preguntó ella, según cuenta buscando esa “tabla salvadora que haría más fácil la expedición”.

- Con Juvenal Balán.

“Y la noche comenzó a clarear”, teclea años después en el recuento de aquellos momentos que la estremecieron, y que tuvo el honor de reportar para el diario, en las páginas de un libro que escribe: El infierno de este mundo, terremoto en Haití, que contiene más de setenta reportajes y crónicas con los cuales enjugó las lágrimas del pueblo cubano, envuelto en la tristeza junto con los habitante de la tierra de Louverture.

“Sabía que me iría con un ser humano extraordinario, además de uno de los seres humanos más capaces que había conocido”, dice en el Preludio de sus letras; y el día de la presentación del libro en el espacio la Polilla Inquieta de la Unión de Periodistas de Cuba, me lo confirma: “La compañía de Juvenal para mí fue lo mejor. Él quizá no lo comprenda en toda su magnitud. A todo el mundo le decía que él me tenía que cuidar y nadie se me acercaba, y yo decía ´¿por qué la gente a mí no se me acerca?`, y era porque Juvenal era como un padre para mí”.

Llega a su casa después de un día agotador, pero no tiene tiempo de pensar en eso. Algunas horas la separan de conocer el infierno de este mundo, por lo que ninguna jornada de trabajo, por muy turbulenta y extenuante, podría comparársele a lo que estaba a punto de vivir en las próximas horas.

“En una mochila tejida, pequeña, nada apta para desastres, metí tres mudas de ropa, otras nimiedades y me recuerdo sobre todo echando la toalla más pequeña que encontré porque estaba convencida que en menos de una semana estaría de regreso. Nadie me había puesto fecha, pero yo no dejaba de decirme “en unos días vuelvo”.

Dejaba atrás sus labores cotidianas como Jefa de la Redacción Nacional del periódico para conocer una nueva rutina que le cambió la vida y la enfrentó a un mundo desconocido de crueldad, dolor, muerte, pero también de amor, ayuda solidaria, tesón.

“Yo lo que estaba pensando era qué iba a poner para la página 8 del otro día, y de repente me dicen que me tengo que ir. Yo no lo pensé dos veces, la palabra `no´ nunca estuvo en mí, y decir que no tuve miedo sería mentir, esas mismas imágenes que pusieron hoy en la presentación yo las vi antes de salir para allá, y yo sabía a qué me iba a enfrentar”, me cuenta.

Según describe en su libro se necesitaron dos días para llegar y las primeras horas eran “para nervios de acero”.

“…el cargero IL-18 de Aerocaribbean apertrechado con 8,4 t de medicamentos, equipos médicos, comida, agua y casas de campaña, además del grupo de prensa, sobrevoló durante las dos horas la capital… Caía la tarde y desde cualquier confín del horizonte podían divisarse aviones volando, unos encima de otros, sobre la ciudad destruida sin poder aterrizar. En las comunicaciones se hablaba de mucha congestión. El combustible comenzaba a escasear y la orden de regresar a Santiago tuvo que ser dada”.

Finalmente, el 15 de enero pudo aterrizar Palmiche, como le llamaban a la aeronave cubana. Y así empezaron las primeras horas del equipo de prensa en la peor tragedia natural del continente americano.

CANTAR A LA VIDA…

Leticia está conmovida, pero aclara que sus lágrimas no son de dolor, que el recuerdo que le dejó esa experiencia se acerca más a la alegría y al agradecimiento, por esos médicos que sanaron las heridas del cuerpo y del alma, y toda la gente que continúa arrancando la felicidad a los rostros que todavía respiran el olor del polvo. “Que el libro “El infierno de este mundo…” sea un canto a la vida”, es lo que ella desea.

- ¿Anécdotas…?

“Muchas. Primero, estuve cuatro meses durmiendo en una casa de campaña, estaba prohibido dormir bajo techo porque había muchas réplicas del terremoto. No había agua, y la primera vez que me bañé lo hice con un cubo de agua de una piscina abandonada que había en el lugar. Una de las primeras noches por irresponsabilidad nos quedamos durmiendo en la sala de la casa, y a las cinco de la mañana sentimos la peor réplica, de magnitud 5, 0 en la escala de Richter, casi la misma del terremoto. Fue la primera vez que sentí que el mundo se me movía de esa manera…

“Los niños me tocaban el pelo porque veían que desde el punto de vista físico éramos diferentes. Me querían peinar. Me cuidaban. Yo jugué mucho con los niños. Era la manera que tenía de hacer algo diferente, porque un periodista qué puede hacer, no ayuda en nada, —dice sin calcular todavía la dimensión de la obra que nos regala, y apela a su sensibilidad—un médico sí, y me volqué a esa otra parte. Si tenía un caramelo se los daba, jugaba con ellos, los enseñaba a dibujar, les enseñaba alguna palabra en español. Haití no solo fue mi trabajo, sino también una manera de volverme mejor persona…

“Desde el punto de vista personal, como joven, lo que más me impactó fue enfrentarme por primera vez a una catástrofe como esta, ver tantas personas muertas, personas que lo perdieron todo, y ver cómo uno aquí lo tiene todo, o sea, para uno aquí las preocupaciones son mínimas comparado con lo que yo viví allí. Haití cambió mi manera de pensar, mis prioridades en la vida. Además, durante ese tiempo saberme querida por las personas también fue para muy importante, porque en ese periodo, con solo 25 años, yo me alejé de mi familia, de mis amigos…

- ¿Y en lo profesional?

En lo profesional tuve que enfrentarme al diarismo de la manera más cruda, porque ya yo estaba acostumbrada al diarismo del periódico, pero este era diferente. Después de recorrer la ciudad entera, y ver tanto dolor, tanto sufrimiento, yo tenía que sentarme a escribir una crónica apurada, muchas veces presionada porque no había corriente, y tenía que escribir con lo que me quedara de batería en la computadora, y una información uno puede escribirla rápido, pero una crónica es más complicado.

Yo me comprometí en escribir una columna diaria todos los días durante meses, además del reportaje que hacía, y eso te presionaba mucho porque la gente la estaba esperando.

Le agradezco mucho a la dirección del periódico Granma haberme dado esa misión, sobre todo por mi juventud y mi inexperiencia en este tipo de cosas. Es una cobertura que me ha marcado para siempre, y el hecho de poder hacer este libro también, en el sentido de que ya no está solo en el periódico, ya está en un libro que la gente puede ir a buscar, y sobre todo la gente joven puede leer, los que están estudiando Periodismo puedan leer, que sepan que se pueden hacer cosas diferentes, que se puede buscar el lado humano de las cosas.

Muchas veces vamos a hacer una información, vamos a hacer determinado trabajo, y no le buscamos el lado humano, y eso fue lo que más las personas siguieron. Yo traté que el médico me explicara lo que estaba pasando, pero además que me hablara desde el corazón, y eso también lo aprendí porque hasta ese momento no había tenido esa urgencia, y desde allá para acá he intentado seguir haciéndolo de esa forma.

- Ahora tienes una niña, “la luz de tu vida” como dices en la dedicatoria, miras el mundo diferente, si tuvieras la oportunidad de vivir otra vez una experiencia similar, ¿cómo la enfrentarías?

No voy a decir ahora que me negaría, pero sí lo pensaría dos veces más, porque uno se vuelve más sensible después que tiene un niño. Si tengo que ir, vuelvo a ir, sobre todo por ella, para seguir siendo su ejemplo. Pero me va a doler mucho más, cuando yo veía los niños de Haití me dolía, pero ahora estoy segura que sería completamente diferente si me toca de nuevo.

Por eso Leticia dedicó su libro a su pequeña hija Carmen, “para que nunca presencie los horrores de un mundo convertido en infierno”. Y aquella toalla pequeña que echó en su bolsa pensando regresar a Cuba en poco tiempo, la acompañó durante seis meses en una corta pero fuerte vida de campaña, donde narró las hazañas de los médicos cubanos de la Brigada Médica Internacional Henry Reeve —candidato a Premio Nobel de la Paz 2015—, de los estudiantes y graduados de la Escuela Latinoamericana de Medicina y colaboradores del Programa Integral de Salud; y sobre todo de los miles de haitianos hundidos en la desgracia de haber perdido sus familias, de no tener qué comer, de hurgar en los escombros sin noticias, de dormir en las calles, de vivir el infierno de este mundo.


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Lissy Rodríguez Guerrero

Se han publicado 5 comentarios


raymundo
 12/2/15 16:05

Tuve la oportunidad de estar en Haití, llegamos en Abrir del 2010 y aun había réplicas del terremoto, tuve la suerte de recorrer casi todas las regiones y ver el gran sufrimiento en que viven esas personas que otros olvidan. Los cubanos, aquellos que tuvimos el gran privilegio de estar en esos momentos tan duros por los que pasan los seres humanos, estuvimos ahí y estaremos para todos los tiempos, con los humildes y más desposeídos como nos han enseñado en esta revolución tan grande que tenemos. Felicito a Leticia por su trabajo allá y el que hace en Cuba. Ojala sus pudieran publicar toda una serie de historias conmovedoras de todos aquellos que contribuimos en tan honrosa misión.

Ernesto Martínez
 10/2/15 13:49

Leticia:

Excelente periodista familia de un patricio del periodismo cubano. Felicidades, muchos éxitos. Este es tu periodismo.

cayo
 10/2/15 13:41

Te rectifico, Leticia. Ya eras una buena persona y por eso estabas en Haití. Pero tú, como yo, como la gran mayoría de los cubanos que vemos el mundo pobre y desvalido con los ojos del alma, al ver aquel país y su pobre y sufriente pueblo enriqueciste tu alma, la hiciste brotar en palabras escritas y he leido casi todo lo que escribiste desde Haití y por eso TE LO AGRADEZCO.

Jorge Luis
 7/2/15 16:52

Muy contento que nuestro trabajo en el terremoto quedara plasmado en un texto. Ya se puede optener digital. Se puede adquirir en alguna parte? Por favor tengan en cuenta los q como yo estuvimos ahí y hoy seguimos por el mundo controlando desastres.

Leticia Martínez
 7/2/15 12:58

Cubahora, mi otra casa, gracias por el cariño de siempre

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