En medio de una campaña internacional de descrédito a Cuba, orquestada por influyentes círculos de poder de Washington, el ministro de Agricultura Humberto Sorí Marín y el presidente de la república Manuel Urrutia trataron de frenar la promulgación y ejecución de leyes revolucionarias con métodos muy sutiles. Cuando ya era inminente la destitución de Sorí, Urrutia solicitó una licencia de 45 días por vacaciones. Como comentaría Fidel, plantear esa cuestión era crearle un serio problema al Gobierno, más aún cuando no está prevista constitucionalmente su sustitución temporal, ya que no existe el cargo de vicepresidente.
Solo la autoridad de Fidel hizo fracasar la maniobra. El 11 de junio de 1959, se reunió el Consejo de Ministros. Entre otros cambios, a Pedro Miret lo promovieron para Agricultura y a Raúl Roa, como nuevo canciller, quien se estrenó redactando una contundente réplica a una insolente nota del embajador yanqui (15 de junio).
UN INTELECTUAL REVOLUCIONARIO
Raúl Roa García nació en el habanero barrio de Víbora, el 18 de abril de 1907. Según se describiera a sí mismo en una ocasión, “era larguirucho, flaco, intranquilo, boquigrande, orejudo, ojillos soñadores con relumbres de ardilla, a veces melancólico, jocundo casi siempre, lenguaraz a toda hora y más peludo que un hippie”.
Quienes le conocieron, recordaban sus “mataperrerías” de barrio, siempre empinando papalotes, jugando a la quimbumbia, arañando las polvorientas calles con los patines o la bicicleta. Era un apasionado a la pelota y un lector desenfrenado de Emilio Salgari.
A los 19 años entró en la Universidad. Su amiga de aquellos tiempos, la escritora Loló de la Torriente, aseguraba que entonces Roa era “más hueso que carne y por eso le decían El Flaco. Era un formidable asambleísta y dominaba (a la audiencia) con la dialéctica de la verdad en sus razonamientos”.
Miembro fundador del Directorio Estudiantil Universitario (DEU) de 1930, participó activamente en la manifestación del 30 de septiembre de 1930. Por divergencias ideológicas se separó del DEU y fundó con Gabriel Barceló, Pablo de la Torriente Brau y otros el Ala Izquierda Estudiantil (AIE).
Entre 1931 y 1933 fue encarcelado dos veces y Machado lo internó en el tenebroso Presidio Modelo. A la caída de la tiranía, formó parte de la depuración de profesores y alumnos de la Universidad de La Habana.
Mantuvo una posición crítica contra el Gobierno de los 100 días, pues como muchos por aquellos días no supo diferenciar el nacionalismo revolucionario de Guiteras del demagógico reformismo de Grau.
Se graduó en 1935 de doctor en Derecho y publicó Bufa subversiva, recopilación de sus trabajos más significativos hasta la fecha. Tras la huelga de marzo de 1935, durante la dictadura Caffery-Batista- Mendieta, tuvo que exiliarse. En 1940, obtuvo por oposición una cátedra en la Universidad de La Habana.
Opuesto al bonche y al pandillerismo que asolaban la casa de altos estudios, esgrimió el verbo para vapulear ese mal. En 1949 apareció el primer tomo de su Historia de las Doctrinas Sociales, al que sucedieron otras dos recopilaciones de sus trabajos: Quince años después (1950) y Viento Sur (1953).
Opuesto a la tiranía batistiana, se incorporó a la Resistencia Cívica, muy vinculada al Movimiento 26 de Julio. En 1959, aparece su libro En pie. Luego vendrían, entre otros títulos, Retorno a la alborada (1964), La Revolución del 30 se fue a bolina (1968) y El fuego de la semilla en el surco (1981).
CANCILLER DE LA DIGNIDAD
Ya con la Revolución en el poder, Roa fue designado embajador de la Isla en la Organización de Estados Americanos (OEA). Al estrenarse como tal, dejó bien claro “la profunda desconfianza del pueblo cubano” en ese “ministerio de colonias yanqui”, como luego bautizó a ese organismo.
Una vez promovido como ministro de Estado, nombre que entonces adoptaba la cancillería, pronto lo cambiaría por el de Relaciones Exteriores.. Fidel tuvo en él un intérprete idóneo de sus concepciones sobre la diplomacia revolucionaria.
En ese puesto, emprendió aquella épica batalla verbal en la ONU, durante los días de Girón, contra el delegado yanqui, Adlai Stevenson, a quien literalmente vapuleó. Roa refutó todas las mentiras estadounidenses y demostró que la invasión mercenaria había sido organizada y entrenada por la CIA.
Hizo justicia en esa batalla y las demás que librara en el escenario internacional, al apelativo que los pueblos de nuestra América y el mundo le daban: Canciller de la Dignidad, sobrenombre que ganó en una reunión la OEA en San José, Costa Rica, durante 1960. Convencido que en las denuncias de Cuba contra la escalada de agresión yanqui nunca serían atendidas, pidió la palabra en ese cónclave y anunció la retirada de su delegación: “Me voy con mi pueblo y con mi pueblo se van también los pueblos de nuestra América”.
Stone1
9/5/21 17:53
Escuché sobre un video donde Raúl Roa le pega al canciller de estados unidos. Quisiera conseguir ese video. Donde podría encontrarlo?
Marina
28/6/16 8:45
Buenos dias:
Los felicito por su artículo pero creo que una figura como la de Roa y su posición siempre consecuente con los principios de la Revolución debe ser mas divulgada, sobre todo en momentos como estos, donde las ideas cobran mas fuerza que nunca en la defensa de nuestro poryecto social. En el camino de brindar mejores herramientas desde el punto de vista ideológico a nuestra juventud, la vida de Roa es un ejemplo a seguir.
Doris
18/4/14 10:01
Buen trabajo, pero pensé que el autor iba a refrescar o refrendar el anecdotario que se le adjudica que además de se rmuy gracioso, dice mucho del cubano que era. Por ejemplo, aquello de que dijo Shakespeare en un discurso de ONU y luego siguió dando el diuscurso en perfecto inglés, o que le cayó atrás al emisario de Chile cuando el golpe de Estado para darle una galleta, o cuando tenía puesto un sello en su corbata con un burro y el representant ede Eu le preguntó si era recuerdo de familia y le contesto: "No, es un espejo"...Genial!!
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