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jueves, 7 de noviembre de 2024

Queremos una Cuba cubana y no anglosajona (I)

La producción intelectual y propagandística que en el mundo circula con respecto a Cuba han intentado virar nuestra historia al revés...

Eduardo Torres-Cuevas en Trabajadores 01/03/2017
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Estamos en uno de los momentos más trascendentes de nuestra historia; estamos en un momento de extremadas dificultades y de extremada complejidad.

Si observamos la producción intelectual y propagandística que en el mundo circula con respecto a Cuba, se pueden encontrar materiales que han intentado virar nuestra historia al revés; han dicho y dicen cosas que realmente no son como las plantean. Pero la técnica utilizada es extraordinariamente buena, y por tanto es convincente. Sin ningún escrúpulo se puede convertir una gran mentira en una gran verdad.

Algunas personas llegan y preguntan, pero otros afirman a partir de lo que vieron o escucharon y hay que explicarles:

«Mire, eso no fue así», «Ah, no, pero yo lo vi en un documental». Ahora hay una serie sobre Cuba muy divulgada internacionalmente, creo que con unos diez capítulos, donde se presenta la historia de Cuba al revés. Hemos visto intentos de justificar que la Revolución no fue un acto de voluntad popular, con hechos que han sido borrados y sobre los cuales se afirman cosas que son la mitad de la verdad, porque no siempre cuando se ataca en el campo del pensamiento, de la historia, se está operando con mentiras absolutas. Están operando también con medias verdades o interpretaciones incompletas de las mismas, y esto es todavía más perverso, porque el modo de presentarlo tiende a dar una cierta credibilidad. Por tanto, la guerra que se nos hace está ubicada ya en su primer frente y pretende ablandar el territorio que se desea conquistar.

Hay una lucha en el plano generacional. Se está jugando con la no memoria de una generación. Si ustedes observan, hay distintos discursos a distintos tipos de públicos, algunos que no tienen ni siquiera una elaboración intelectual; un discurso primitivo para un público primitivo, pero también está el discurso académico, más complejo.

También están jugando con dos o tres factores que son clave en este terreno; el primero, la memoria. Hay una generación que no vivió una determinada etapa de la Revolución, que entra en activo a partir precisamente del derrumbe del Muro de Berlín, del desmerengamiento de la Unión Soviética. Para esos jóvenes, cuando se les habla de la Revolución, es como si se tratara de una historia antigua que no la han vivido. Hay un vacío que no se llena con facilidad; hay que trabajar en profundidad para llenar ese vacío en cierta medida existencial.

Si a mí me preguntaran cuál es la etapa de la Historia de Cuba más desconocida diría que es la de la Revolución. Tenemos una gran concentración de libros sobre el siglo XIX y sobre sus grandes figuras y una buena producción intelectual sobre la primera mitad del siglo XX. Pero si pasamos a la segunda mitad del siglo XX, no es así. Y esto es clave para entender todo lo que viene detrás, la propia Revolución, cómo se forma la generación que hace la Revolución, en qué contexto surge la generación de Fidel, de Raúl, de los hombres del Moncada.

Le decía a un grupo de estudiantes: «Miren, la primera generación que tuvo en sus manos la producción intelectual cubana anterior al siglo xx es la generación de Fidel». La obra de Félix Varela fue publicada por primera vez, completa, en los años 40 del siglo pasado. Los hombres de los años 20 no conocían prácticamente el fondo del pensamiento de Varela.

El origen del pensamiento filosófico cubano —que es más que eso, es el origen del pensamiento de liberación cubano— está en una obra de José Agustín Caballero, de finales del siglo xviii, que fue traducida del latín y hubo que rectificar el nombre para restituir el que originalmente le dio Caballero. Él tituló ese libro Filosofía electiva, sin embargo le habían cambiado el nombre por el de Filosofía ecléctica. ¿Pero qué importancia tenía la Filosofía electiva? Después Luz y Caballero lo va a decir de una forma muy directa: todas los sistemas y ningún sistema, he ahí el sistema; todos los pensamientos y ninguno en particular, he ahí el pensamiento. Es decir, Cuba tenía que pensarse a sí misma desde la cultura universal; lo otro es lo que Martí dice: con «cultura de aldea» no se pueden librar batallas universales.

Se trata de crear un pensamiento propio que se base en esta acumulación cultural, de conocimiento universal, para que de ella se derive un pensamiento particular integrado al pensamiento universal.

Las Obras completas de Martí, las ediciones más importantes se hacen en los años 40 y principios de los 50. En esos años 40 se editan los principales libros y memorias de las guerras de independencia: las Crónicas de la guerra de José Miró Argenter; se edita el libro de Fernando Figueredo, el de Enrique Collazo. Por tanto, estos hombres que se forman en los 40 y 50 tienen también por primera vez, la literatura mambisa en las manos. Es absolutamente trascendente, porque antes de esa época apenas si se conocía tanto esta literatura de campaña como la literatura teórica cubana.

Hay otro elemento fundamental en ese periodo: lo que significó la evolución del sistema constitucional cubano. Es interesante y hay que estudiar las constituciones cubanas para darse cuenta de qué nivel de desarrollo tenía el pensamiento revolucionario y cómo se codificó en las constituciones, y cuáles son las diferencias con otras constituciones. La Constitución de 1940 constituye la cima de ese proceso por lo que fue referente para el movimiento revolucionario.

Por ejemplo, si algo está desde el origen en las constituciones cubanas es la consolidación de la sociedad laica; el primer proyecto de Constitución en Cuba, el de Joaquín de Infante, de 1811, ya crea la sociedad laica, la separación de la Iglesia y el Estado, la enseñanza pública, gratuita y laica, la libertad de conciencia. Esos son principios que no están ni siquiera en la Constitución española. Esas constituciones establecen una serie de libertades y derechos, pero es la Constitución de Guáimaro, nuestra primera Constitución, la que une lo legal, lo ético, lo político y lo social, y esto se refleja también en los símbolos nacionales.

¿Cuál es la simbología que contiene la bandera cubana?, ¿por qué muchos países han tenido más de una bandera y nosotros no? Para Fidel fue esencial esa bandera. Recuerdo el momento en que se sugirieron ciertos cambios a la bandera, y él dijo que no, y cambios que podían ser bien vistos.

La bandera nacional ha sido una desde el siglo XIX hasta nuestros días, ¿por qué?, porque ella es un símbolo de unidad. Es una bandera que no surge como resultado de una tradición religiosa, sino como expresión del estado libre, laico, y de libertad de conciencia. De la bandera no basta decir que la amamos porque es nuestra; porque es la mía, como dijo Byrne. Hay que comprender qué simboliza; qué simboliza el triángulo equilátero, que tiene sus tres lados y sus tres ángulos iguales. Ese triángulo equilátero significa libertad, igualdad y fraternidad, simbología laica. ¿De dónde sale?, de la Revolución Francesa; significa también los poderes del Estado: poder judicial, poder legislativo y poder ejecutivo. ¿Por qué la estrella solitaria?, porque la estrella es el único astro que brilla con luz propia, no es satélite ni planeta de nadie, ella tiene la energía y la capacidad de sostenerse por sí misma; y después los colores republicanos, el azul, blanco y rojo, tomados primeros de la Revolución Holandesa, después de la Revolución Francesa, y por último, ya en el siglo XIX, expresión del tricolor del republicanismo. Estas cosas hay que explicarlas.

Como hay que explicar que el Himno Nacional es una marcha de guerra como la Marsellesa, no es un canto a Dios como el himno inglés, «Dios salve al Rey», este es un himno que ni menciona a Dios ni menciona al rey. La libertad implica que usted escoge su dios o no lo escoge, y al mismo tiempo es republicano. El Himno Nacional es como la Marsellesa, un himno de combate.

YO QUIERO A UNA CUBA CUBANA

¿Por qué la Revolución Cubana ha sido una Revolución con sus propias características y capaz de hacerse por los cubanos, sostenerse por los cubanos, y aun cuando desapareció el campo socialista, mantenerse como Revolución propia?

La tradición de pensamiento en todos los niveles tiene hoy una razón para ello; a diferencia de otros países, Cuba ha estado colocada en todos los límites posibles en lo que se refiere a su propia existencia, y repito las palabras de José Antonio Saco: «desearía que Cuba no solo fuese rica, ilustrada, moral y poderosa, sino que fuese Cuba cubana y no anglosajona». Es decir, cuando estamos hablando de Cuba no estamos hablando de un pedazo de tierra, de un territorio, estamos hablando de una cultura, de personas que tienen un modo de ser y hacer, y que tienen una unidad en esa cultura, por eso esta relación que establece Saco cuando dice: «Yo quiero una Cuba cubana», y lo está diciendo en 1838, en la discusión con los anexionistas. ¿Y hay alguna diferencia entre los anexionistas de tiempos de Saco y los de ahora? Quitemos las tecnologías, quitemos todo lo que significa la diferencia de época.

La polémica de Saco es con El Lugareño. ¿Qué le dice El Lugareño a Saco? ¿Con quién estaba discutiendo?, hay que poner las dos partes, si no, no se entiende realmente una posición. Y El Lugareño le decía a Saco, voy a citar algo arbitrario, El Lugareño le decía: «Cuba anexada son quinientos mil yanquis, diablos y demonios, pero diablos y demonios blancos, con capital, que va agregando, no los quinientos mil malayos, africanos, etcétera, que es lo que podemos esperar que España introduzca en Cuba». Cuando El Lugareño le plantea esto, Saco con una humildad tremenda le dice una cosa muy sencilla: «Lo lamento, pero a mí me queda un pequeño reparo, la pérdida de nuestra nacionalidad». El pequeño reparo era bastante grande, ¿no?, la pérdida de nuestra nacionalidad. Y dice en el 1838: «No inclinaré jamás mi frente ante las rutilantes estrellas del pabellón americano, porque si he podido vivir extranjero en el extranjero no podría vivir extranjero en mi propia patria».

Estamos hablando de una polémica de 1838, casi más de siglo y medio. El Lugareño ya estaba hablando de capital. Hoy son otras cosas, pero esa es la esencia del problema, podemos moverlo hacia acá, hacia allá, podemos verlo en sus circunstancias, pero la esencia está ahí, y esa historia contra el anexionismo no comenzó en Cuba hace medio siglo.

*Versión de la intervención del Dr. Eduardo Torres-Cuevas, director de la Biblioteca Nacional José Martí en el VII Pleno ampliado de la Unión de Periodistas de Cuba, bajo el título «Cuba y la ética de todos los tiempos».


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Eduardo Torres-Cuevas

Historiador


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