42 y 22 años. Esas eran las edades de Lidia Doce y Clodomira Acosta, respectivamente, cuando fueron asesinadas por miembros de la tiranía batistiana, luego de varias jornadas de tortura. El 12 de septiembre, decenas de esbirros fueron conducidos por un delator a un apartamento del reparto Juanelo, en La Habana. Allí se hospedaban las dos mujeres junto a otros cuatro compañeros que debían cumplir con una misión.
Los seis fueron sorprendidos en aquel lugar. Los hombres murieron en el momento, acribillados a balazos salvajemente. Mientras, a Lidia y Clodomira las sacaron a la fuerza para transportarlas a la estación de policías.
“El 13 de septiembre Ventura las mandó a buscar conmigo (…) Al bajar del sótano que hay allí y empujarla Ariel Lima, Lidia cayó de bruces y casi no se podía levantar por lo que este la golpeó con un palo, los ojos se le saltaron al darse contra el contén de la escalera. Clodomira me soltó y le fue arriba a Ariel arrancándole la camisa y clavándole las uñas en el rostro, traté de quitársela y entonces se viró y saltó sobre mí (…) tuvieron que quitármela a golpes”; así narró un guardaespaldas de Esteban Ventura Novo en un juicio realizado luego del triunfo revolucionario.
Al día siguiente, Lidia y Clodomira fueron entregadas a Julio Laurent, un criminal tristemente conocido en la época por los asesinatos de los expedicionarios del Granma que quedaron dispersos luego del combate de Alegría de Pío. Ambas mujeres fueron maltratadas y golpeadas por Laurent para que hablaran sobre los planes de Fidel Castro y la lucha en la Sierra Maestra. Sin embargo, el silencio fue la única respuesta.
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Laurent, ya convencido de que ninguna de las dos diría ni una palabra, las envió en una lancha en la madrugada del 15 y las condujo al fondo del Castillo de la Chorrera. Metieron sus cuerpos en sacos llenos de piedra y así las sumergían y sacaban del agua de forma repetida como último método de tortura. No dio ningún resultado. Dejaron los sacos en el fondo del mar, donde desaparecieron sus cadáveres el 17 de septiembre de 1958.
Es triste escribir sobre las muertes de Lidia Doce y Clodomira Acosta. Los golpes, las torturas, los maltratos que sufrieron hasta el último momento duelen todavía. No obstante, la actitud de ellas inspira y guían a mujeres y hombres que, de acuerdo al contexto que les ha tocado vivir, defienden sin temores los valores de justicia y la libertad.
MUJERES EN CUBA: HISTORIAS POR CONTAR
Cuba, desde sus inicios, ha contado con mujeres como Lidia y Clodomira: rebeldes, inteligentes, intrépidas, valientes, intransigentes. Mujeres desafiantes que han hecho historia de diferentes maneras y de acuerdo a su época: con el machete en la mano o detrás de un timón, escribiendo o curando enfermos, dirigiendo un filme o una academia de ciencias, bailando como nadie, cantando con el alma o lanzando lejos la jabalina.
A manera de homenaje a la memoria y espíritu de Lidia Doce y Clodomira Acosta, desde Cubahora le compartimos un recuento de algunas de estas grandes mujeres.
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