//

lunes, 23 de diciembre de 2024

Lenin, 90 y más noviembres

Aquel 25 de octubre (7 de noviembre según el calendario gregoriano, adoptado por la Revolución) nacía una nueva época histórica. La hazaña bolchevique avivó la llama de la rebeldía

Frank Agüero Gómez en Exclusivo 06/11/2010
0 comentarios

La noche antes del asalto al Palacio de Invierno, el 24 de octubre de 1917, Lenin advertía a sus camaradas bolcheviques conque el inicio de la Revolución no podía pasar de ese día.

Casi nadie lo secundaba y para apremiar la decisión, el fogoso rebelde llegó a amenazar con renunciar a su alto puesto al frente del Estado Mayor revolucionario si la orden de la insurrección no se producía.

-Las condiciones están maduras y las masas no pueden seguir esperando. El régimen provisional no aguanta un día más. Mañana será demasiado tarde -decía y gesticulaba impacientemente.

En efecto, en el Instituto Smolny (antiguo colegio para señoritas en época del zarismo) se concentraban los delegados convocados al Segundo Congreso de los Soviets, muchos de ellos venidos directamente del frente de guerra, de regiones periféricas de Rusia y de las unidades navales de la Flota de Guerra estacionada en el Báltico y el Mar Negro.

Dirigentes obreros, campesinos y militantes del Partido insurrecto, con sus bayonetas y revólveres en mano, completaban el espacio de la masa convulsionada, que de ahí saldría esa misma noche a tomar los puestos claves del Petersburgo hasta hace poco imperial. Se rendía el Gobierno provisional encabezado por renegados de la Revolución.

Lenin al otro día, en esta ocasión en el proscenio del teatro del Smolny, rodeado de banderas rojas, consignas de Todo el Poder a los Soviets y de símbolos de la hoz y el martillo:

Con voz encendida y de un solo tirón proclama:

-Camaradas, la Revolución Socialista de Obreros, Campesinos y Soldados, de la que hemos estado hablando tanto tiempo los bolcheviques rusos, acaba de triunfar.

Y SUCEDIÓ LO QUE PARECÍA IMPOSIBLE

El poder había sido conquistado por el pueblo. Sucedió lo que parecía imposible desde el sanguinario derrocamiento de la Comuna de París. Fracasaron los pronósticos pesimistas de los dirigentes socialdemócratas que no concebían el triunfo de una insurrección proletaria en un país débil económicamente y con huellas demasiado visibles de servidumbre y secular atraso cultural con respecto a occidente.

Sería ese el primer asombro, suficientemente sustantivo como para que la hazaña no pudiera ser desconocida ni olvidada por la Humanidad, más allá de los numerosos aciertos y no menos abundantes errores cometidos con el paso de los años por los dirigentes de la primera revolución socialista victoriosa y sus continuadores.

El hecho de haber triunfado en un país "semisalvaje", al decir del propio Lenin, en solitario dentro de un sistema totalizador capitalista y en época de pleno auge del imperialismo, demostraba que la teoría elaborada por Marx y Engels era posible llevarla a la práctica y enriquecerla con las nuevas experiencias.

Su valor científico e ideológico no radicaba (ni radica) únicamente como filosofía para analizar y comprender al mundo, la naturaleza y la sociedad, sino en los criterios y principios que la sustentan, que bien entendidos y asimilados a la cultura de cada nación y grupo social, permite a las vanguardias políticas e intelectuales elaborar tácticas y estrategias adecuadas para revolucionar y transformar las realidades en busca de la igualdad y justicia.

Desde entonces, los revolucionarios dedicados a organizar a los pobres del mundo y esclavos sin pan y sumarlos a la lucha por el paraíso en la Tierra, pudieron contar con más razones para constituir partidos obreros destinados a tomar el poder político bajo los principios creados por Lenin y encarnados en el bolchevismo ruso.

Aquel 25 de octubre (7 de noviembre según el calendario gregoriano, adoptado por la Revolución) nacía una nueva época histórica, la ruptura de la hegemonía hasta entonces absoluta del imperio del capital y la esperanza para decenas de millones de personas de conquistar los más elementales derechos humanos y vivir sin el yugo de la explotación. Empezaba a hacerse realidad la posibilidad de un mundo sin guerras, sin dominio de una nación sobre otra, sin hambre, miseria y marginalidad, sin desprecio de unos seres por otros en base a falsos conceptos de superioridad de razas o destinos predeterminados.

La hazaña bolchevique avivó la llama de la rebeldía de las colonias por liberarse del yugo de las metrópolis, echó leña a la caldera revolucionaria para que los pueblos de Asia y África ajustaran cuentas pendientes con sus amos imperiales y se decidiesen a tomar las riendas de sus destinos independientes.

Hasta la lejana América llegaron los ecos de aquel Octubre y sus vientos estimularon decisivamente la organización sindical y política de los trabajadores, campesinos y estudiantes.

Nutrieron la conciencia antiimperialista de la intelectualidad de esta parte del continente, que fructificó en las organizaciones revolucionarias y los primeros combates de clase por reivindicar el ideal independentista, martiano y bolivariano, apabullado por la dominante presencia yanqui y la traición de las oligarquías nacionales. .

LAS IDEAS NO SE ENTIERRAN

Un nuevo modo de vivir y pensar, de organizar la vida en sociedades radicalmente diferentes a lo que hasta entonces se había conocido comenzó aquel 7 de noviembre. Contra lo que ello significaba se aunaron todas las fuerzas del viejo mundo, acudiendo a cuanto método violento o subrepticio existiese para derrocarlo y sepultar la experiencia bolchevique. Inventaron hasta palabras, como "amenaza bolchevique", que soltaban en sus discursos políticos y mediáticos como verdaderos clichés antisoviéticos.

El pueblo ruso soportó y venció los avatares de la guerra civil, la intervención de más de una decena de estados capitalistas y años después, enfrentaron victoriosamente los soviéticos la colosal arremetida bélica del fascismo en la Segunda Guerra Mundial con el contubernio de las grandes potencias esperanzadas en dirimir a su favor la disputa histórica entre los dos sistemas.

Desapareció la URSS, se esfumaron de escena la mayoría de los regímenes socialistas alumbrados bajo su calco y calor, parecía que el mundo volvía a ser como en 1917, o aún peor, con un solo imperio dominante desde lo tecnológico, económico, cultural e ideológico.

Pero las ideas no se entierran y cuando se sustentan en verdades inocultables, sobreviven esgrimidas por los hombres y pueblos que como los precursores se afincan en ellas para sustentar su filosofía de lucha.

A 90 años de la osadía de Lenin y el pueblo ruso, la experiencia nacida aquellos días se ramifica en Asia, Nuestra América y en nuevos métodos de lucha de masa en escenarios mundiales que incluyen a Europa, África y Norteamérica. Rica y diversa es la cosecha de Octubre anticipando la posibilidad de un mundo nuevo de hombres y mujeres iguales, sin esclavos ni amos.


Compartir

Frank Agüero Gómez


Deja tu comentario

Condición de protección de datos