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sábado, 23 de noviembre de 2024

La Isla prohibida (+Infografía)

Unos 140 cruceros pasan cerca de las costas cubanas, pero ninguno puede acercarse a nuestro país, por obra y gracia del bloqueo de Estados Unidos…

Raúl Menchaca López en Exclusivo 27/10/2012
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Crucero entrando en La Habana
Los norteamericanos ni siquiera para vacacionar en cruceros pueden acercarse a Cuba.

Varios miles de vacacionistas transitan cada día por las aguas límpidas y azules del Mar Caribe, convertido en la actualidad en el principal destino de la industria mundial de cruceros, que aprovecha unas favorables condiciones climáticas durante todo el año y la cercanía y el elevado poder adquisitivo de la clientela de Estados Unidos.

Frente a las costas de La Habana y de otras ciudades cubanas navegan semanalmente unos 140 cruceros que operan en el área y que miran con frustración los puertos de la capital, Santiago de Cuba y Cienfuegos, habilitados para recibir a esos hoteles flotantes.

Sin embargo, los cruceros que navegan por la Cuenca del Caribe, orientados en lo fundamental hacia el mercado norteamericano, que durante el siglo pasado asimiló el 65 por ciento de los servicios ofertados en esa modalidad turística, no pueden acercarse a la mayor Isla de la región.

Y es que la ley Helms Burton, uno de los hilos de la venenosa telaraña del bloqueo estadounidense contra Cuba, impide durante seis meses entrar a Estados Unidos a los barcos que tocan puerto cubano.

Cuba, que tiene capacidad para recibir a unas 600 escalas de cruceros y atender a un millón de cruceristas, es vista con interés por muchas compañías dedicadas a ese negocio, que además han sido invitadas por las agencias turísticas Cubatur y Viajes Cubanacán, pero el bloqueo es una pesada lápida que aplasta las buenas intenciones.

Las empresas navieras estadounidenses, que copan el mercado de los cruceros, no pueden enviar sus buques a Cuba, donde, además, la Casa Blanca prohíbe vacacionar a sus ciudadanos, una medida que incluso viola la propia Constitución norteamericana.

De acuerdo con estimaciones de expertos, visitarían a Cuba al menos un millón de los siete millones de estadounidenses que cada año compran vacaciones en hoteles flotantes.

Hay que tener en cuenta que hasta 1959 fuimos el mercado natural del turismo estadounidense, que se movía desde La Florida hacia La Habana hasta por una línea de ferry que todavía algunos abuelos recuerdan saliendo y llegando al puerto habanero.

Una compañía estadounidense Havana Ferry Partners, de La Unión, intentó a inicios de este año restablecer esa línea que en su momento fue muy utilizada, pues incluso permitía viajes de ida y regreso en ambas direcciones durante un fin de semana.

Sin embargo, el siete de marzo último, la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC por sus siglas en inglés) del Departamento del Tesoro denegó a la empresa la solicitud de licencia para operar la ruta entre La Florida y La Habana, al argumentar que iba más allá del ámbito de la política actual hacia Cuba.

Todas esas prohibiciones también actúan en contra de las propias empresas norteamericanas que están privadas de ampliar sus negocios, a pesar de tener, casi al alcance de la mano, un punto atractivo para muchos vacacionistas.

El sólido muro levantado por Estados Unidos alrededor de Cuba, cuyos primeros ladrillos correspondieron a la administración Kennedy, se ha convertido con el paso del tiempo en una tenebrosa red legal.

En la historia humana, ningún bloqueo ha sido tan abarcador y brutal como el que aplica Estados Unidos a Cuba y que nos ha costado pérdidas acumuladas por más de un millón de millones de dólares, considerando la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional desde 1960 a la fecha.

A precios corrientes, las pérdidas ascienden a más de 108.000 millones de dólares “en un cálculo sumamente conservador”, como indica un reciente informe de Cuba a la Asamblea General de Naciones Unidas, que el próximo 13 de noviembre deberá volver a votar sobre un proyecto de resolución que condena esa política estadounidense.

Los norteamericanos son también victimas de ese bloqueo, porque ni siquiera para vacacionar en cruceros pueden acercarse a Cuba, un país que Washington ha convertido en la Isla prohibida.


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Raúl Menchaca López


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