La tradición ganadora de Cuba en un deporte como el judo se vio en terapia y sufrió de estrés en estos XXIII Juegos Centroamericanos y del Caribe. Las muchachas acariciaron dos títulos y los hombres cuatro, válidos para imponerse por naciones, pero muy lejos de la calidad y la historia en estas lides.
Sobre los tatamis del Colegio Marymount muchas cosas sucedieron, algunas visibles y otras que andaban caminando silenciosas desde la preparación para el evento. Dentro de las primeras, hay que mencionar el renacer de países sin tradición como Guatemala y Panamá, donde las manos de técnicos cubanos ya comienzan a dar frutos.
Los de la tierra del quetzal no habían ganado jamás una corona entre hombres y aquí rubricaron la hazaña con Julio Molina (60 kg), mientras que los canaleros se extralimitaron en cualquier cálculo con dos oros entre las damas por intermedio de Kristine Jiménez (52 kg) y Miryam Roper (57 kg). En los tres casos enfrentaron a nuestros judocas y los superaron sin rodeos.
Otras evidencias claras quedaron en la necesidad de asumir un judo cada vez más técnico y menos de fuerza o empujones. Los cambios introducidos por la Federación Internacional de Judo desde hace par de años potencian eso y es imposible pensar en ganar por shidos u otras mañas que desconozcan o burlen el ABC de este arte marcial: proyectar al rival con un movimiento que termine con su espalda pegada al tatami.
Nuestra selección femenina fue la cara más distante de lo esperado. Melisa Hurtado (48 kg) equivocó su táctica de combate en la final contra la mexicana Edna Carrillo. A Maylín del Toro (863 kg) y Onix Cortés (70 kg) se les notó cansadas en la primera regla de oro que tuvieron y eso les impidió definir la victoria, al margen de que eran contrarias de calidad, las venezolanas Anrriquelis Barrios y Elvismar Rodríguez, respectivamente.
Todo lo contrario debemos decir de Anailys Dorvigny (57 kg), merecida plata en una categoría bien complicada en el área. Solo Kaliema Antomarchi (78 kg) e Idalis Ortiz (+78 kg) cumplieron sus cetros programados, a pesar de que nuestra doble campeona mundial y oro olímpico de Londres 2012 reconoció no estar al 100 por ciento de su capacidad todavía.
Para este equipo, las cartas ocultas de tal desempeño parecen estar en la pobre preparación internacional (tres atletas en una lid por Europa y dos torneos en Perú y Costa Rica son insuficientes para el nivel que va teniendo la región), así como en más trabajo técnico y táctico ante rivales puntuales y momentos culminantes. Y esto último sí pudo ser evitado.
Entre los hombres, la imagen fue mucho más positiva y el entorno, bajo el mismo panorama anteriomente descrito, no los venció. Oniel Solís (66 kg), Magdiel Estrada (73 kg), Iván Silva (90 kg) y Andy Granda (+100 kg), triunfaron sin sombras, con el mejor judo y una gallardía ponderable.
Iván Silva obtuvo la medalla de oro en los 90 kg (Foto: Abel Rojas Barallobre/ Cubahora).
Sorprendió la derrota de José Armenteros (100 kg) ante un dominicano que por segunda vez no cree en su rango de subcampeón mundial. La estrategia en los 60 kilogramos con Roberto Almenares fue víctima del guatemalteco mencionado y aunque Yandry Torres (55 kg) sufrió una incongruencia arbitral, según sus entrenadores, lo cierto es que en esas divisiones siempre hemos tenido los más enconados rivales.
Los ippones estresados en Barranquilla llevarán trabajo, inteligencia y recursos para saltar la página. De momento, queda el consuelo a media máquina de ganar la disciplina, pero con oxígeno para el paciente.
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