Fue alcanzado un sueño de la Federación Cubana de Baloncesto, pero no totalmente el acceso al camino hacia la felicidad. La valoración de los analistas resulta apropiada para definir el rendimiento del elenco del país, clasificación masculina, que batió 75x73 puntos a República Dominicana y finalizó en la tercera plaza del torneo correspondiente a los XXIII Juegos Deportivos Centroamericanos y del Caribe (CAC) que acogió el coliseo Elías Chegwin de Barranquilla, Colombia. Porque en el coliseo sudamericano los actuales discípulos de José Ramírez dejaron algunas dudas, varias interrogantes en algunos sectores del juego.
El tercer escaño obtenido en la urbe que organiza anualmente un fantástico carnaval no significa, a mi modo de ver, un absoluto golpe de autoridad, sino la respuesta de un marino amenazado por varios escualos tras naufragar la embarcación.
Empero, como tanto los jugadores como los estrategas saben que el viejo refrán advierte: “Segundas partes nunca fueron buenas”, por eso deben poner manos a la obra para modificar la concepción de hacer del colectivo actual, el rostro competitivo de los baloncestistas. Por supuesto, la tarea es compleja, pues se requiere diseñar una proyección que le proporcione a los muchachos jugar constantemente a la ofensiva mediante un ritmo medio alto. Y así impedirán que sus adversarios acudan a una defensa sin meditar que esa decisión podría tener una incidencia tan negativa como la signada por un huracán fuerza cinco por una nación.
Todos los jugadores de la plantilla son responsables de conquistar ese alcance. Los del perímetro tienen el rango de imprescindibles protagonistas. La elección de una adecuada variante para el quehacer posicional disminuye los obstáculos para adjudicarse el triunfo.
Pocas veces los gigantes del conjunto medallista de bronce en el XXIII CAC jugaron con holgura, pues eran asediados tan pronto les llegaba la esférica. Los pequeños pudieron desmantelar esa estrategia, dedicando menos tiempo para organizar el ataque. Actualmente, son prácticamente fugaces las transiciones defensa-ofensiva y viceversa. Además, denota falta de madurez competitiva que la función de Javier Justiz y Jasiel Rivero fuera detenida por la falta de tiradores con la capacidad necesaria para intranquilizar a los adversarios con oportunos, y certeros, lances desde la media y larga distancias. A mi modo de ver, es forzoso propiciarles esa opción a los gigantes. Solo por esa vía el equipo logrará imponer su estilo, porque los integrantes del binomio JJ enfrentarían en la mayoría de las ocasiones un solo marcaje.
El por ciento de enceste de las tiradas libres en la NBA es preocupante. Usualmente es alta la ineficiencia en las jornadas. Nuestros paisanos pasan (por no decir viven) por ese túnel. Enemistarse con el tránsito sistemático por esa calzada les garantizaría mantener pizarras plenamente dominantes, así como la certeza en el triunfo durante los cotejos de alta peligrosidad.
Reiteradamente los sabedores dicen que lo importante no es olvidar, sino saber recordar. Y es cierto. A los integrantes del equipo medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972, nunca les interesó saber cuántas esposas tuvo el Conde Drácula. Tenían como filosofía limitar al adversario en cualquier parte del terreno con estilo y clase. Resulta oportuno recobrar, en toda su extensión, y modificaciones, esa manera de salvaguardar la cesta. El baloncesto actual reclama de jugadores capaces de maltratar sublimemente a su rival, al punto, que reclame la pericia del silbante para detectar la falta; y confunda al aficionado presente en el parqué o frente a la televisión.
Una performance escrita con una caligrafía de rasgos apresurados, pero legible, se adjudicaron los baloncestistas del país en la quinta edición de los CAC en la presente centuria. Quizás tras este alcance, próximo al sofocón, ya los mozalbetes empiecen a descubrir los matices de las altas realizaciones como lo hicieron, en su día, los nadadores retados por las embravecidas aguas de los océanos; y las espesas vegetaciones de la selva amazónica.
LA CLASIFICACIÓN GENERAL (SIGLO XXI)
San Salvador 2002: 1. República Dominicana. 2. Puerto Rico 3. Belice.
Cartagena de Indias 2006: 1. Puerto Rico 2. República Dominicana. 3. Panamá.
Mayagüez 2010: 1. Puerto Rico. 2. México. 3. República Dominicana.
Veracruz 2014: 1. República Dominicana. 2. Panamá. 3. Puerto Rico.
Barranquilla 2018: 1. Puerto Rico 2. Colombia. 3. Cuba.
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