El torneo de béisbol de los Juegos Centroamericanos y del Caribe dejó un sabor agridulce. Tuvo un final mojado, con un campeón seco, sin siquiera ensuciarse el traje. México consiguió su primer oro después de nueve podios históricos.
Si vamos a ser justos fue el mejor equipo de la competencia. Pasó de líder la fase preliminar con saldo de 5-1 y entre sus víctimas estuvo el retador por el título, un Cuba que fue de menos a más en el certamen.
Los aztecas armaron una selección para conquistar por primera vez en su historia un cetro beisbolero en la justa múltiple deportiva. Y Cuba también.
Por nóminas eran los dos elencos con más potencial para ceñirse la corona. Al menos llegaron a la final y confirmaron los vaticinios.
México, el más estable; Cuba arrancó, como casi siempre le sucede en los torneos internacionales de béisbol, frío, hizo los ajustes y terminó apaleando a cuanto rival tuvo enfrente.
Pero esa misma tendencia de no arrancar arriba les costó el oro. Su primer adversario fue México, ganador de ese choque por blanqueada de 4-0 sin saber que ahí mismo se decidió la suerte del evento.
Fue una competencia muy mojada. Por esta época la lluvia no cesa sobre esa región centroamericana. Quizá los organizadores debieron preverlo y mover ese deporte para la subsede de República Dominicana, país que dispone de mejor infraestructura beisbolera.
Ya eso no cuenta, queda el sinsabor de un campeón por reglamento y no porque ganara sobre la grama en el juego por el oro.
Para la historia, México es el rey de San Salvador. Su primer oro en pelota. Y Cuba repitió la plata de Barranquilla 2018. Una presea que siempre va a tener un sabor insípido.
Como se vio al equipo en los últimos juegos se esperaba un duelazo por el título. Iban por un oro que no se gana desde 2015 cuando Vegueros de Pinar del Río se coronó en la Serie del Caribe.
El torneo de los centrocaribes no era de gran calidad competitiva, pero en otros de semejante rango Cuba había bateado poco o nada. Ahora sus bates estaban sueltos, con buena producción de conexiones fuertes.
Sería injusto juzgar mal el resultado. Prefiero quedarme con el comportamiento del plantel en los partidos posteriores a la derrota contra Puerto Rico, que de campeón en 2018 pasó al penúltimo lugar ahora.
Los dirigidos por Armando Johnson terminaron a todo tren la fase regular con balance de 5-2 y cuatro victorias seguidas, todas con marcadores holgados.
La lluvia, empero, no los dejó completar la que hubiese sido una actuación ajustada a los pronósticos. Para Cuba en pelota no hay más opción que el oro en este tipo de torneos.
Nadie sabe qué hubiera pasado en un choque final. Y ese es el argumento de optimistas y pesimistas. Se decidió por el primer duelo y no por el último, así de veleidosos son los reglamentos, que para eso se aprueban por mayoría.
Queda como aliciente que se consiguió el boleto para los Juegos Panamericanos de Chile a finales de año. También México, Venezuela (bronce) y República Dominicana (cuarto) estarán en la urbe austral.
Entre las individualidades, Yoelquis Guibert volvió a demostrar sus herramientas: bateó .481, fue líder en jits (13), impulsó siete carreras, pegó tres dobletes y firmó un slugging de .778.
No fue el único: Roel Santos, Yadil Mujica, Erisbel Arruebarrena, Dayán García y Yasniel González exhibieron buen bate.
Entre los lanzadores Yoanni Yera ganó dos juegos y fue el máximo ponchador con 16, el doble de sus más cercanos perseguidores.
La dirección tuvo aciertos al hacer ajustes en el lineup, pero siguió abusando del toque de bola -jugada «matainning» en nombre de la construcción de carreras-, o lo que es lo mismo: entregando un tercio de entrada con esa maldita decisión táctica.
Ojalá un día regulen el toque solo para los innings finales y en dosis que obliguen a los mentores a ampliar su diapasón de variantes tácticas para adelantar corredores.
Pero bueno, volvamos a El Salvador. En definitiva, se viene con una plata que pudo ser oro, pero no deja de ser plata. Que quede claro. Sin justificaciones ni exageraciones.
Dentro de poco serán los Panamericanos y paradójicamente el torneo de béisbol se antoja menos fuerte que este. Estados Unidos dice que no va. Será una buena oportunidad para los nuestros, que deben tomar notas de lo que faltó ahora, y de los que faltaron también.
Se completó el cuadro de los playoffs
Mientras afuera jugaba la selección nacional, dentro de Cuba se siguieron recuperando partidos cancelados o sellados de la etapa regular. Este sábado Ciego de Ávila se convirtió en el octavo clasificado a postemporada.
Su victoria sobre Pinar del Río por 14-6 dejó fuera definitivamente a Mayabeque, equipo de tan buena actuación en la pasada campaña.
Así los avileños se suman a Las Tunas, Santiago de Cuba, Industriales, Sancti Spíritus, Matanzas, Artemisa y Camagüey; queda saber cuál es séptimo entre Tigres y Toros.
El lunes habrá un juego definitorio entre Ciego de Ávila y La Isla en el Latinoamericano, si ganan los Tigres pasan séptimos y chocarán con las Avispas en cuartos de final; si pierden quedan octavos y les tocará entonces enfrentarse a los Leñadores.
La postemporada empieza el día ocho de julio. Hay tiempo, no mucho, para hablar de vaticinios y novedades. Al fin, Yasmani Tomás parece que volverá a vestir el traje de Industriales tras eliminarse el requisito de repatriación para participar en las competencias deportivas cubanas.
Era hora de atemperar el reglamento del deporte a la política migratoria. Un buen paso, una puerta más abierta para quienes han emigrado sin cometer indisciplinas y desean jugar, total o parcialmente, con sus equipos cubanos.
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