Genial como pelotero, el negro estadounidense Talúa Dandridge era, fuera del terreno, la irresponsabilidad personificada, en particular a la hora de firmar un contrato, pues la formalidad era lo último que podía esperarse de este hombre pintoresco y bohemio que con la mayor tranquilidad del mundo se comprometía a jugar en un país y lo hacía en otro.
Cuando en la temporada 1947-48 la pelota cubana profesional celebró dos campeonatos paralelos, en la Tropical* y en el Gran Stadium del Cerro, Talúa firmó para jugar con el club Cuba que junto a Leones, Alacranes y Santiago participaría en el torneo del parque cervecero.
Apenas iniciada la contienda, el excéntrico pelotero pidió la baja para marchar a su hogar alegando hallarse enfermo de los pulmones, afirmación que acompañó el certificado médico y la correspondiente radiografía. Dos días después de liberado, Dandridge reaparecía jugando en México.
Talúa era bien conocido en nuestro país por haber jugado aquí en las décadas del 30 y 40, metiéndose al público en un bolsillo. Lo de Talúa, dicho sea de paso, se lo pusieron los cubanos en referencia a un siniestro personaje que aparecía en los episodios de Chan Li Po, serie que por esos años gozaba de mucha radio audiencia. Antes de romperse la barrera racial en el beisbol de los blancos, Dandridge brilló en las discriminadas Ligas Negras de los Estados Unidos con el uniforme de los New York Cubans, hecho que lo identificó aún más con nuestra afición.
Bateador consistente en cualquier pelota, con el guante lo mismo deleitaba en el campo corto que en la antesala. Quien hubiera apreciado su aspecto físico sin antes haberlo visto en un diamante, no sería capaz de imaginar el formidable fildeador que fue. Dandridge, dueño de unas manos prodigiosas y un desplazamiento insospechado en él, era zambo hasta llevar las piernas en forma de paréntesis, así lo describió Eladio Secades.
No obstante, estas que pudieran considerarse limitaciones, no fueron obstáculo para que el Comité Especial encargado de seleccionar a los peloteros negros que no tuvieron acceso al beisbol de Grandes Ligas lo escogiera para incluirlo en el Salón de la Fama de ese circuito mayor, después de que Jackie Robinson rompiera la barrera racial en 1946.
Hace años leí sobre él esta anécdota acontecida en México: comentaba la publicación que por insistencia de un amigo que sentía una admiración sin límites por Talúa, cierta artista de cine fue un día a verlo jugar al Delta Park, y sin llegar al asiento reservado para que viera fildear a Dandridge, preguntó dónde estaba el fenómeno que le habían anunciado.
El fenómeno estaba allí, en el campo corto, sucio el uniforme, roto por una de las rodillas, los bombachos del pantalón caídos, y las piernas, las terribles piernas de Talúa, trazando un arco grotesco. La señora lo examinó desde la visera de la gorra hasta los spikes llenos de tierra, y con sorpresa le preguntó a su amigo si ese era Dandridge. Al no recibir respuesta afirmativa, comentó: “Pero si a ese infeliz le pasa un tren entre las piernas”.
El admirador, herido en lo más profundo de su devoción por Talúa, se apuró en responder: “En efecto puede pasarle un tren… ¡pero no una pelota!
*El Parque de la Tropical, hoy llamado Stadium Pedro Marrero, se inauguró en 1930 con vistas a los II Juegos Deportivos Centroamericanos, de los cuales La Habana habría de ser sede. Su nombre original respondía al de la fábrica de cerveza propiedad del magnate Julio Blanco Herrera y en dicho parque se jugaron los campeonatos profesionales de la Liga Cubana desde su inauguración hasta la temporada de 1946-47 siendo desplazado por el Gran Stadium del Cerro, más confortable y de mejor ubicación que la vieja instalación marianense.
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