El rechazo mundial de la comunidad de gobiernos y pueblos favoreció la victoria de Venezuela ante las continuas agresiones de Estados Unidos, la última y más descabellada conocida, la Orden Ejecutiva del pasado 9 de marzo, pero ello no significa que, a partir de entonces, no continúen los planes desestabilizadores cuyas raíces se encuentran en distintas formas de guerra interna para tratar de derrocar la Revolución Bolivariana.
Los próximos meses, preámbulo de las elecciones al Parlamento Nacional en octubre de este año, pueden resultar duros para el desempeño de los programas gobierno nacional ya que resulta difícil pensar que habría un cambio de actitud injerencista del presidente Barak Obama, a pesar de la derrota sufrida en la reciente VII Cumbre de las Américas, en Panamá.
Recibido como líder del imperialismo mundial, y a pesar de que tuvo que retroceder en su política hostil hacia los venezolanos, en el Centro de Convenciones panameño Obama encontró la repulsa de América Latina y el Caribe a su Decreto en el que califica a la nación suramericana de amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional de su gigantesco y militarizado país.
Hace pocos días, el presidente Nicolás Maduro, quien ha demostrado que el Comandante Hugo Chávez estaba seguro de que sería su honorable sucesor político, confirmó no solo la disposición de la Revolución Bolivariana de dialogar con su declarado enemigo, sino también seguir adelante con el Plan de la Patria, hasta el 2019, aun cuando las condiciones económicas del país no son las mejores.
Para el gobierno venezolano es cuestión de honor que pese a la coyuntura política y económica creada por Estados Unidos y sus aliados internos –cada vez más desunidos- y la baja en los precios del petróleo, la población no sea afectada con la implementación de medidas de austeridad. Los proyectos nacionales e internacionales, sujetos a ajustes pero no a su desaparición, serán cumplidos, ya sean, por ejemplos, compromisos con PETROCARIBE o las construcción de miles de viviendas este año.
Descartado está del escenario revolucionario venezolana, que descansa en la unión cívico-militar fomentada por Chávez- seguir las llamadas recomendaciones emanadas de la derecha y de los grandes centros de poder financiero. La digna postura del presidente Maduro y su equipo gubernamental, que ante todo siguen los preceptos revolucionarios del llamado socialismo del siglo XXI, dejan fuera cualquier contacto con medidas austeras neoliberales, lo cual influye, lógicamente, en un camino más empedrado para salir de la crisis actual.
Desde que Maduro asumió la presidencia por estrecho margen tras la muerte de Chávez el 5 de marzo del 2013, de manera continua enfrenta problemas económicos y políticos sin iguales desde hace más de una década, entre ellos la herencia de una moneda, el bolívar, cuyo valor fue en descenso desde finales del 2012, pero que en aquellos momentos era imposible de devaluar, ya que se hubiera corrido el riesgo de disparar la inflación.
La Patria de Simón Bolívar es sacudida por un esquema de ataques antichavistas que se han ido agravando durante los dos últimos años dirigidos a lo interno por los llamados “líderes de la oposición”, entre ellos el detenido y negado a ser procesado Leopoldo López, autor de las acciones violentas que dejaron 43 muertos y las llamadas guerras antecesoras del golpe de Estado blando, con escenarios manipulados por los medios de comunicación masiva alineados a la derecha, que generaron acaparamiento de alimentos, implantación del terror.
Sin embargo, el proceso revolucionario sigue movilizado. Otra prueba de ello ocurrió hace unas semanas luego del “tropiezo diplomático de Obama” y su posterior reconocimiento verbal de que Venezuela no es una amenaza ni para Estados Unidos ni otro país. El pueblo revolucionario se lanzó a las calles para manifestar con su firma – fueron 10 millones 800 mil en tres semanas- el rechazo a la postura imperial y reafirmar su apoyo a la Revolución emprendida por Chávez hace 15 años.
En un discurso pronunciado el pasado día 13, cuando se cumplían 13 años del fallido golpe de estado contra Chávez, Maduro habló ante miles de seguidores en el caraqueño Paseo de Los Próceres.
En sus palabras, el líder político que tendió la rama de olivo a Obama –como ha hecho en varias ocasiones con la oposición interna- afirmó que su gobierno va a radicalizar la Revolución, lo que, explicó, “significa ir a lo que está en la raíz y sacar lo podrido que está debajo. O ellos, o el pueblo. O las riquezas mal habidas o la justicia social en este país”.
El dignatario afirmó que los grupos controladores de la importación de algunos bienes continúan saboteando la economía, a pesar de recibir dólares subsidiados por el Estado, en tanto precisó, como ejemplo de los planes para molestar al pueblo, que en los últimos días “desaparecieron” del mercado dos productos imprescindibles para la vida adulta.
Tras su afirmación de que no cree en la burguesía interna, refirió que “se acabaron las sonrisitas y la habladera con la burguesía. Al que encontremos en conspiraciones y saboteo ¡a la cárcel! ¡Tienen que pagar, agregó, lo que le hacen al pueblo! Se les convoca a dialogar a Miraflores y una sonrisita. ¿Hasta cuándo vamos a calarnos esta hipocresía?”.
Aplaudido por la población, el Mandatario convocó en el acto a su gabinete y a los poderes públicos a actuar contra los responsables del acaparamiento y de la malversación de fondos, otro de los males que corroe a la economía nacional.
En opinión del prestigioso ex profesor venezolano de la Universidad de Oriente, Steve Ellner, uno de los estudiosos de la Revolución Bolivariana ”mientras que el gobierno no reduzca la disparidad enorme entre los precios oficiales de los bienes y de las divisas extranjeras, por una parte, y el valor para ellos en el mercado abierto, por otra, el contrabando y la corrupción van a ser virtualmente inevitables. Este problema es agravado por las acciones de miembros inescrupulosos y políticamente motivados del sector privado. Los precios subsidiados para divisas y mercancías son correctivos perfectamente legítimos al neoliberalismo, pero el gobierno chavista tiene que evitar los extremos y optar por un terreno medio entre los costos de producción y los precios del mercado”.
En un artículo reproducido en Rebelión, el autor de “El fenómeno Chávez: sus orígenes y su impacto” (hasta 2013) suscribe que “las medidas recientes de Maduro (10 febrero N. Redacción) fueron un paso en la dirección correcta por cuanto reconoció que las condiciones del mercado tienen que entrar en la ecuación, aun cuando el gobierno no puede renunciar al papel intervencionista en la economía, incluyendo la regulación de control de cambio y la de los precios de productos básicos. Al mismo tiempo anunció iniciativas sociales y recalcó que la baja en los precios del petróleo no puede ser un preludio para las medidas de austeridad que caen sobre los hombros de los no-privilegiados”.
Mientras el gobierno busca soluciones para una sociedad polarizada políticamente, la oposición que carece de líderes, busca captar personas indecisas con vistas al venidero proceso electoral para apoderarse de la Asamblea Nacional (Parlamento), - no puede olvidarse que el chavismo ha ganado 18 de las 19 elecciones celebradas en los últimos 15 años-, pero en condiciones menos adversas que las actuales.
Algunas encuestadoras consideradas confiables como la Hinterlaces afirman que los problemas económicos, y en especial la escasez, es ahora la fuente principal de preocupación de ocho de cada 10 venezolanos.
El presidente de Hinterlaces, Oscar Schemel, opinó, tras los resultados de interrogatorios a la población de manera aleatoria, que “el desafío principal para los chavistas no viene del campo de la oposición, que carece de un programa viable, sino de los votantes indecisos”.
El gobierno trata de frenar los planes de la contrarrevolución, con continuas alertas a la población que, aunque aguanta las guerras imperiales a que está sometida, sufre un desgaste psicológico.
A principios de este año, el Ministro del Estado para la Gran Caracas, Ernesto Villegas, advirtió que “cuando usted esté en la cola y vea a un infiltrado que está incitando al saqueo, píntele la paloma de la paz”.
Dicho así, Villegas solo confirmó la vocación pacifista de la Revolución Bolivariana, la cual, en honor a la verdad, poco le importan al imperialista Obama y a la derecha regional. Pocos dudan de que en los próximos meses haya más acciones violentas, conspiraciones para matar a Maduro, y mantengan con mayor poderío las guerras económicas, mediática y de calle.
Los líderes revolucionarios insisten en estos días en la profundización del complot en Venezuela, mucho más luego de que Obama saliera de Panamá en medio del fracaso contra su Orden Ejecutiva y el rechazo de los presidentes de los pasados días 10 y 11 de este mes.
Aristóbulo Istúriz, un fiel amigo de Chávez, gobernador del estado Anzoátegui, afirmó que tras la victoria en Panamá y el respaldo internacional a la campaña “Obama, deroga el decreto ya”, “el imperialismo y la derecha van a intensificar la guerra económica contra Venezuela” .
El presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, también se sumó a las advertencias cuando dijo que “la violencia política regresará a las calles de Venezuela con una nueva ofensiva opositora para enturbiar las elecciones parlamentarias de fin de año.
Hasta que se celebren los comicios, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) posee el mayor número de curules en el Parlamento y constituye la principal fuerza política del país.
Sin ánimo de triunfalismos, el PSUV se propone una campaña electoral que involucre a la población en su conjunto. No hay dudas de que en medio del torbellino político existente en el país, la sabia conducción primero de Chávez y ahora de Maduro, han permitido que el Gobierno continúe la atención de los sectores menos favorecidos económicamente, que es la mayoría de la población. Y la gente no es boba.
Los partidos opositores, fragmentados y carentes de líderes prestigiosos, sin un proyecto de sus intenciones políticas, no parecen - si juegan limpio, lo cual es poco probable- un factor real de riesgo, al contrario de lo que puede suceder con quienes están indecisos ante la furia de los planes desestabilizadores, en los que actúan las grandes trasnacionales y mercenarios extranjeros pagados por Estados Unidos, como se sabe con pruebas fehacientes.
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