La manera en que se ha movido la información sobre la más reciente crisis de salud del Presidente Hugo Chávez puede estar mostrando el por qué la oposición en Venezuela no consigue -a pesar de su innegable poder mediático a nivel global y nacional- convertirse en una fuerza política capaz de revertir las transformaciones ocurridas en ese país en los últimos catorce años.
De un lado, la ausencia de rigor de los medios de comunicación que en Caracas, Miami y Madrid acompañan a quienes se oponen a los procesos revolucionarios en Venezuela y Cuba, que como han hecho sistemáticamente con la salud de Fidel Castro, venden deseos para tratar de convertirlos en realidades.
Desde el Sur de La Florida, el mismo médico que había provocado la burla de Fidel al decretar la “muerte cerebral” del líder de la Revolución cubana, es citado para anticipar la muerte del presidente venezolano y encuentra en medios de Venezuela y España la acogida entusiasta de quienes piensan que carecemos de memoria.
Del otro, la transparencia con que desde el gobierno bolivariano se ha informado de las dificultades sucesivas que ha venido enfrentando el proceso posoperatorio de Chávez después de la compleja cirugía que el pasado 11 de diciembre lo hizo permanecer durante más de seis horas en un quirófano de La Habana. De ese y otros detalles, como la infección respiratoria que lo afecta, de sus conversaciones con el vicepresidente Nicolás Maduro y hasta del modo en que estrechó la mano de éste durante uno de sus encuentros con él, ha conocido el mundo por intermedio de los compañeros y familiares del líder venezolano.
Obviamente, ante la gravedad de la situación y conociendo la ausencia de ética entre sus opositores, la dirección de la Revolución bolivariana, en acuerdo con su jefe, optó desde el principio por informar sistemática y transparentemente sobre la evolución de la salud del presidente. Cualquiera que sea el desenlace, quienes se convierten en voceros de la mentira y apuestan a que la biología les regale lo que la historia les ha negado, pagarán ante el pueblo venezolano el precio de su comportamiento antiético y especulador. No hay que ser un gran analista para percatarse de que su conducta es suicida y el futuro les cobrará un alto precio político por ello.
Una vez más mentira, contrarrevolución y necrofilia marchan juntas. La verdad, el amor a la vida y la justicia también.
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