El tiempo es un juez inexorable. Tal vez por ello la adicción oficial norteamericana de sepultar en cajas de plomo sus más sucios secretos para evitar por siglos que alguien pueda acceder a ellos.
Así, todavía, a cincuenta y nueve años del magnicidio de John F. Kennedy en Dallas, lo realmente sucedido sigue bajo los candados, al igual que corren la misma suerte los íntimos “secretos” sobre los atentados a las Torres Gemelas en 2001.
Desde luego, otras veces los silencios no duran tanto. Y son las realidades que inevitablemente salen a flote o la falta de tacto y las contradicciones en que se enmarañan los promotores de entuertos, los que finalmente van despejando tan intencionales nubarrones a pesar de las ingentes maniobras para ocultar, confundir, engañar y embotar a la gente.
Y eso viene sucediendo por estos días en tono a la operación militar especial de Rusia en Ucrania.
Así, la titulada “maléfica intención de Moscú” al decidirse a asumir el ineludible reto de defender su seguridad frente a la OTAN en suelo ucraniano, lo de su “chapucero pretexto” de dar apoyo a la vapuleada población del Donbas, y el “pundonoroso y heroico comportamiento” de los “defensores ucranianos”, empiezan a desmoronarse en la misma medida en que ante las cámaras de televisoras y otros medios de prensa literalmente prohibidos en el “occidente democrático”, como es el caso de RT, comienzan a dar testimonios en vivo y en directo quienes han sufrido en carne propia la verdad de los acontecimientos.
Para ellos, los presuntos “defensores” (buena parte de ellos neonazis del batallón Azov, mercenarios extranjeros y asesores de la OTAN), no pasan de ser torturadores profesionales, asesinos, y gente de mentalidad fascista y xenófoba que les obligaron a vivir como ratas en los sótanos de sus edificios mientras saqueaban apartamentos e instalaban armas para frenar a los rusos y las milicias separatistas escudados en el cautiverio de civiles.
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Y lo mismo viene sucediendo a otras alturas, justo entre aquellos que desde sus lejanos centros de decisión empiezan a enredarse pública y abiertamente en sus propias contradicciones, como es el caso de la reciente y desembozada afirmación de John Kirby, portavoz del Departamento de Estado, de que Washington ya daba una cuantiosa “asistencia militar” a Kiev antes de que siquiera se hablara de la operación militar especial de Rusia ahora en curso.
Una afirmación, por cierto, que pone en solfa la precedente declaración de Abril Haines, directora de la Inteligencia Nacional de los Estados Unidos, acerca de que Rusia se prepara una larga campaña bélica de orden expansionista en Ucrania, de manera de “justificar” los miles de millones de dólares que Joe Biden y sus dúctiles aliados vienen participando a Kiev para prolongar la guerra y desestimar un arreglo negociado.
En fin, todo un gatuperio de malas intenciones que muestra a las clara el papel de gran “organizador” desempeñado por la Casa Blanca en la borrasca destructiva en Europa del Este, además del papel designado a Ucrania como instrumento perfectamente desechable en una guerra impuesta que no tiene nada de patriótica y si mucho de absurda presunción de recolocar a un Estados Unidos, en franca baja, en el efímero trono global que creyó poseer para toda la eternidad luego de la disolución de la Unión Soviética y el campo socialista.
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Y no son conjeturas. Apoyan además este juicio las recientes consideraciones públicas de los Departamentos gringos de Estado y Defensa en torno a la pretensión de instaurar una guerra de desgaste contra Moscú que, textualmente, “debilite en todo lo posible a Rusia.”
Por lo demás, se trata también para USA de aprovechar la burda y extendida “cosecha sensorial” de tan complejos días acelerando la demonización y el cerco económico a Rusia, y haciendo más absoluto del control sobre una Europa Occidental irreflexiva y cómplice (tan competidora indeseada de los Estados Unidos como Rusia y China), junto a la venta masiva de armas para contento del complejo militar industrial gringo, y la monopolización de buena parte de los suministros energéticos al occidente del Viejo Continente.
Verdades que están ahí, que respiran abiertas y descarnadamente, y que no parece serán de las otras miles que todavía yacen bajo cadenas y cerrojos en los archivos oficiales de la primera potencia capitalista para “tranquilidad” de los supremos hacedores de “reglas”… pero solo para los demás.
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