El acuerdo cuatripartito de este 17 de abril entre Rusia, los Estados Unidos, la Unión Europea y Ucrania, acerca de la crisis en este último país, ha sido objeto de las más diversas interpretaciones por quienes acudieron a negociarlo en Ginebra.
De una parte, la prensa rusa lo consideró un triunfo de la diplomacia local, toda vez que, según el canciller Sergei Labrov, prioriza las reformas legales necesarias para que el gobierno de facto en Kiev admita una amplia autonomía regional que salvaguarde los intereses de los grupos que habitan el territorio ucraniano, y en especial de los ruso parlantes del Este.
Labrov destacó además la coincidencia en brindar una amnistía a quienes han ocupado edificios públicos y tomado las armas contra las autoridades derechistas, así como el reconocimiento de la competencia de la Corte Penal Internacional sobre los delitos que contra los derechos humanos se cometieron entre el 21 de noviembre de 2013 y el 22 de febrero de 2014, en que se produjeron los sucesos que terminaron con el gobierno de Víctor Yanukóvich a manos de la ultraderecha.
Por otra parte, para Rusia es también un hecho positivo la acordada presencia en Ucrania de una comisión de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, OSCE, que supervise el cumplimiento de lo pactado.
A su vez el Kremlin reiteró que no es de su interés atacar a Ucrania ni violar la ley de neutralidad político militar que se supone rige en aquel país, y precisó que un quebrantamiento de ese decreto socavaría todos los esfuerzos para que los ucranianos decidan libremente su camino sin exclusiones internas ni injerencias foráneas.
Mientras, del otro lado, Washington y las naciones de la Unión Europea colocaron en primer plano de sus puntos de vista sobre el tema, el posible desarme de los grupos opuestos a Kiev y la devolución de los inmuebles que ocupan en varias ciudades del país, al tiempo que insistieron en que Rusia debe poner fin a su pretendido apoyo y tutela sobre esos segmentos en el Este ucraniano.
En particular el Secretario norteamericano de Estado, Jhon Kerry, insistió en la retirada de una 40 mil efectivos militares rusos ubicados en las cercanías de las frontera con Ucrania, pero no habló una palabra de la reciente orden de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, de reforzar sus ejércitos de tierra, mar y aire en el
oriente de Europa, en una evidente amenaza contra Moscú.
Kerry, que siguió dando por sentado que el Kremlin está detrás de las revueltas populares en el Este ucraniano, añadió además que Occidente no da por perdidas a Crimea y a la ciudad de Sebastopol, que recientemente pasaron a ser territorio ruso por la voluntad de sus pobladores expresada en un masivo referendo.
De manera que, bien vistas las cosas, el plan para eliminar tensiones en Ucrania va a requerir aún de altas dosis de esfuerzo si se desea su exitosa concreción.
Lo primero es el logro de un clima más neutro y responsable entre algunos de los esenciales impulsores del entuerto, léase los injerencistas de Washington y Europa Occidental, junto a la administración neofascista en Kiev. Y es que no se puede hablar de trabajo honesto por la paz cuando al mismo tiempo se siguen atizando injurias, recelos y ajustes de cuenta contra los interlocutores.
Actitud que precisamente llevó a Moscú a aclarar que Occidente no debe equivocarse y asumir que la reunión de Ginebra implica por un momento el reconocimiento y legitimación por Rusia de las nuevas autoridades de Kiev.
Por demás, queda por dilucidar la propia realidad cotidiana de Ucrania, donde, por una parte, los usurpadores del gobierno no las tienen todas con el principio de amplio federalismo que esperan muchos de los pobladores, puesto que lo consideran una amenaza a sus pretensiones de férreo control nacional, al tiempo que aquellos que reclaman la autonomía no parecen dispuestos a ceder fácilmente en sus aspiraciones ante los que escalaron al gobierno central agitando las banderas de la xenofobia, la represión y la discriminación extremas.
Y con menos razón luego que la “cruzada antiterrorista” ordenada por Kiev a las fuerzas armadas nacionales ha llegado incluso a ser desobedecida por no pocos militares encargados de ejecutarla, muchos de los cuales han preferido confraternizar con aquellos a los que debieron reducir por la fuerza.
En fin…tiempo al tiempo en la espera de ver que ruta finalmente prevalece en una porfía que ha puesto nuevamente en evidencia que la Guerra Fría no es tan cadáver como solían pintarla.
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