Es de imaginar los rostros y las imprecaciones de aquellos que a hurtadillas, en largas e insanas jornadas de conspiración y derroche de ínfulas y autosuficiencia, idearon el programa de las guerras silenciosas y del golpe con guantes de terciopelo como una variante prometedora en sus afanes de hegemonismo global.
Ya no haría falta el tan latoso y arriesgado despliegue masivo de tropas y medios para sacar de juego a un enemigo. Bastaría con sustanciosas erogaciones financieras, asesoramiento y la acción de algunos grupos especiales, para crear opositores y protestas cada vez más explosivas, modelar amplias campañas mediáticas de tergiversación, poner en activo a mercenarios y extremistas, y colocar finalmente en el poder a los aliados internos escogidos de antemano.
Y justo para estas fechas, todo indica que la nueva “triangulación global” ya estaba trazada y los tres vértices debidamente bautizados: Ucrania, Venezuela y Siria.
Pero sucede que el planeta cursa hacia el inevitable camino de la multipolaridad, y que quienes piensan en poderes únicos ya no son tan omnipotentes ni las tienen todas consigo.
Los Estados Unidos y sus compadres otanistas —sin el eufemismo de ser considerados simples tigres de papel— viven realmente en medio de una crisis, y el alcance de sus caprichos tiene a estas alturas límites que no pueden ser traspasados, porque de la otra parte hay fuerzas y voluntades que no ceden tan fácilmente.
El golpe fascista en Ucrania, por ejemplo, que aprovechó los devaneos e inconsistencias de las autoridades legítimamente electas, ya no parece que resulta una historia terminada para sus promotores.
La reincorporación a Rusia de Crimea por la voluntad mayoritaria de la población de esa estratégica Península del Mar Negro, y la repuesta enérgica, cortante, inteligente y firme de Moscú a toda posibilidad de que las ilegales autoridades de Kiev o sus “irresponsables y poco profesionales” aliados extranjeros intenten revertir semejante paso, es un trago muy amargo para los progenitores de un supuesto cambio ucraniano.
Es más, las cacareadas sanciones adoptadas de inmediato por Washington y la Unión Europea contra una veintena de ciudadanos rusos, crimeos y ucranianos “responsables de lo sucedido”, no pueden ser más ridículas en su dimensión y alcance, como un indicativo de que la orfandad de alternativas prima en el arsenal de respuestas reaccionarias frente a un Kremlin que no ha vacilado en calificar de justicia histórica la vuelta de Crimea a la “Madre Patria”.
Para más señales de angustia, preocupación y desasosiego entre los golpistas y sus dueños, basta remitirse a la mascarada de las tituladas autoridades de Kiev, que ahora reconocen públicamente la posibilidad de nuevas desobediencias y desmembramientos en el país a cuenta “de la invasión militar de Rusia”, en lo que realmente suena mucho a aquel viejo dicho que sentencia que no hay mal que dure cien años….
Y, curiosamente, en una reacción que algunos empiezan evaluar como una mezcla de pretendido ataque de rabia y urgente golpe de efecto, una vez conocida la reunificación de Crimea con Rusia, la Casa blanca se apresuró a romper todos sus vínculos diplomáticos con Siria y a advertir que solo reconocerá a un gobierno donde no estén presentes, ni el presidente Bashar el Assad ni sus colaboradores.
Una bravata que, amén de intentar mantener la visión de tipo duro y con recursos que piensan debe corresponder a los “elegidos del orbe”, supone la ruptura definitiva de lanzas con las autoridades legítimas de Damasco, que por estos días festejan la trascendente victoria militar que cortó las vías de suministros mercenarios a través del Líbano, y que han expresado su voluntad de organizar las elecciones generales fijadas constitucionalmente para junio próximo, en una prueba de valentía y seguridad políticas que los titulados opositores violentos no desean enfrentar.
Y en el tercer vértice de la triangulación imperial aparece Venezuela, encabezada por un gobierno que con firmeza, audacia, inteligencia y apego a la más rigurosa legalidad, no solo ha resistido los intentos de golpe de estado que estallaron en febrero último, sino que de hecho ya se ha colocado en plena y victoriosa posición de ofensiva.
Si de algo ha servido a estas alturas la nueva y ruinosa etapa del plan desestabilizador contra la nación venezolana, ha sido para desacreditar públicamente a los sectores extremistas de derecha, evidenciar sus netas almas de mafiosos y antidemocráticos, y reconfirmar quienes desde el exterior son los verdaderos padres de la criatura.
De manera que, pese a sus malsanas vigilias, quienes gestaron la táctica de los pretendidos “golpes suaves” tendrán a estas alturas que reevaluar seriamente sus “propuestas”, porque es evidente que la ojeriza y el odio en que se sustentan para nada las acreditan como “infalible receta global”, mucho menos cuando los agredidos no son ingenuas palomas.
Perfecto Pérez
21/3/14 13:20
... como un indicativo de que la orfandad de alternativas prima en el arsenal de respuestas reaccionarias frente a un Kremlin que no ha vacilado en calificar de justicia histórica la vuelta de Crimea a la “Madre Patria”. ¿respuestas reaccionarias? ¿Las medidas fueron acaso "revolucionarias"? fueron justas, equilibradas, inteligentes... pero no pretendamos incluir este asunto en una lógica de revolución- contrarrevolución o reacción, porque hace mucho tiempo que la Union Soviética dejo de existir y de Rusia ser revolucionaria. vamos a acercar el discurso a las nuevas realidades del mundo, y de la geopolítica.
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