Terminado el cuestionado proceso electoral por el cual se hizo válida la Constitución de corte islamista, las protestas y la violencia persisten en suelo egipcio, lo que da la razón a quienes se adelantaron en vaticinar renovadas jornadas de desorden interno.
El sustrato es variopinto. Desde la inconformidad de la oposición que alega turbios manejos oficiales a la hora de confeccionar y poner en vigor la Carta Magna, hasta acumuladas frustraciones de orden social como la carencia de empleo, la pobreza, el estancamiento económico y las desigualdades.
Como bien indicaban fuentes locales de prensa, “los egipcios estamos ante una prolongada batalla política. Parece que nos dirigimos a una guerra civil. El comodín es el ejército, pero nadie sabe de que lado se pondrá”.
Las contradicciones son serias y ya acumulan importantes actos de violencia y no pocos muertos en los enfrentamientos entre opositores y partidarios del gobierno del presidente Mohamed Morsi, de la facción islamista.
De hecho, hay quienes rememoran por estos días de inestabilidad, aquellas tormentosas jornadas que precedieron la caída del régimen de Hosni Mubarak en febrero de 2011.
Uno de los factores que impulsa la pugna es la adopción de una Carta Magna en dos rondas de votaciones que el oficialismo asegura haber ganado, pero que los partidos laicos consideran fraudulentas.
Por demás, existe un generalizado temor entre diversos grupos políticos de que los Hermanos Musulmanes instauren un férreo estado confesional, apegado a la interpretación más extrema de los textos del Corán.
De hecho, surgidos a fines de la década del veinte del pasado siglo, los Hermanos Musulmanes se definen como partidarios del cumplimiento estricto de la ley religiosa o Sharía, y proclives a la aplicación de la Guerra Santa o Yihad contra todos los que se opongan a esa línea.
En todos estos años, esa agrupación estuvo ligada a actos de violencia que incluyeron la preparación de atentados contra figuras públicas, y en consecuencia se vio sometida a la hostilidad oficial e incluso al encarcelamiento y ejecución de varios de sus principales líderes.
Mientras, del otro lado, unas oposición agrupada en el denominado Frente de Salvación Nacional, y de la que forman parte incluso personeros del depuesto gobierno de Mubarak como los ex candidatos presidenciales Mohamed el Bareidi y Amr Musa, no parece enteramente proclive a escuchar posibles arreglos desde la casa de gobierno, por considerarlos meros intentos de ganar tiempo e imponer finalmente los más rígidos principios islámicos.
En tanto el presidente Morsi halaga al Ejército y lo denomina “garante del orden público” por encima de otras instituciones internas como la propia policía, lo que por añadidura enardece a los sectores que, luego del derrocamiento de Hosni Mubarak, salieron a las calles para exigir de la junta militar en el poder la democratización de las instituciones de gobierno y la realización de comicios libres, precisamente los que otorgaron las riendas oficiales a los Hermanos Musulmanes.
Por lo pronto parece haberse concretado la formación de una comisión para estudiar posibles enmiendas a la Constitución, pero el oficialismo ha descartado la formación de un gobierno de salvación nacional, una de las principales demandas de los opositores.
Dicha comisión, indicaron agencias de noticias, estaría compuesta por diez miembros, entre ellos cinco catedráticos de derecho y cinco políticos de las principales tendencias políticas.
No obstante, lo cierto es que el clima interno egipcio no parece tender a la calma y la distensión, lo que podría brindar credenciales adicionales a las fuerzas internas y externas que, a nombre de establecer la seguridad y la gobernabilidad, podrían intentar el control de un país que resulta clave en la convulsa y disputada zona mesoriental.
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