Ticos ante insólita elección presidencial

Los votantes costarricenses, calculados en poco más de tres millones, están convocados a las urnas para elegir a su futuro presidente entre los dos candidatos más votados en la primera liza del pasado 2 de febrero, con el insólito panorama de que uno abandonó el proceso por decisión personal.

El proceso electoral en Costa Rica se ha caracterizado, desde un principio, por continuas sorpresas. La de Johnny Araya impactó más porque nadie esperaba que el postulado por el oficialista Partido de Liberación Nacional (PLN)  se retiraría de la contienda, cuando hace seis meses atrás se le consideraba el sustituto de la mandataria Laura Chinchilla, sin posibles tropiezos hacia la Primera Magistratura.

Un segundo momento que sacudió al mundo político tico ocurrió cuando el profesor Luis Guillermo Solís, con quien pocos contaban incluso en la elección interna de su partido para candidatearse –estaba entre los cinco menos seguros-, logró el escaño y fue ganando escalones en su campaña hasta situarse en lugares cimeros, pero sin imaginarse que ganaría la primera vuelta con 30,8 por ciento de los votos.

El candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC) no posee una carrera política de muchos años de militancia y tampoco ocupó un escaño en la Asamblea Legislativa, de donde se proyectan casi siempre los Presidentes en la nación tica.

Solo en la última década se dio a conocer públicamente cuando ocupó la secretaría general del PLN que dejó atrás “porque lo que veía no me gustaba” pero sin abandonar la Universidad donde sus alumnos, afirma, “me traen a la tierra” ante la casi inminente victoria presidencial, luego de 35 años consecutivos dedicados a la docencia.

En 2005, hizo pública una carta de renuncia al PLN en la que explica que no podía seguir en una organización política tomada por la corrupción, que también abandonó el pensamiento socialdemócrata para entregarse al neoliberalismo. “Un partido, dijo entonces, puede perder el rumbo, pero no el alma”. Poco después se afilió al PAC.

Tal conducta le llevó a plantearse ahora un programa de gobierno centrado en la lucha contra la corrupción, el combate a la pobreza y la desigualdad social.

Puso, como condición para alcanzar tales propósitos, “la educación pública de calidad, la existencia de un sistema de seguridad social que garantice buenos servicios de salud y un régimen de pensiones sólido, así como el apoyo al productor nacional, son tareas de primer orden”, según dijo en una entrevista de prensa.

LAS SORPRESAS DE LA PRIMERA RONDA

La primera ronda trajo sorpresas, algunas negativas, como la derrota del candidato izquierdista José María Villalta, quien aunque era el preferido por el gran público fue atacado duramente por los medios privados de comunicación con el consabido discurso de que introduciría el chavismo en Costa Rica, una de las economías más poderosas de Centroamérica. Villalta, con grandes simpatías entre los jóvenes, perdió por la sucia campaña de la derecha.

Pero Solís, al parecer, no representaba peligro alguno para los oligarcas ticos, aliados de Estados Unidos, quienes vieron en ese postulado a un académico colocado en los últimos lugares de las encuestas. Nada que temer dado su carácter moderado, su calidez personal, su empatía con la juventud, su vida profesoral, y su aparente baja influencia entre los votantes.

Según el proceso electoral de Costa Rica para ganar la presidencia es preciso obtener, en primer turno, más del 40 por ciento del sufragio. En la segunda ronda solo se precisa mayoría simple. Y como hay dos meses de campaña entre los enfrentamientos, muchas cosas suceden en ese tiempo.

Analistas comparan sin mucha razón la situación creada por Araya con la ocurrida en Argentina en 2003, cuando el exmandatario Carlos Menem decidió saltar la segunda vuelta dado los resultados de encuestas que no le daban oportunidad para un retorno a la Casa Rosada después de dejar al país en quiebra con su política neoliberal.

Pero este no es el caso del postulado del PLN, un ingeniero agrónomo de 56 años,  alcalde de San José la capital durante 22 años, ya que ocupó el segundo lugar con un margen mínimo del 0,9 por ciento (29,6 por ciento). Entonces, ¿qué pasó con este experimentado político, quien conoce que en su país en virtud del artículo 138 de la Constitución Nacional no es posible la renuncia? Por eso prefirió, al hacer el anuncio, usar el término apartarse.

Pero esa regla de la Carta Magna prohíbe también la abstención. De esa manera, es obligatorio realizar los comicios aunque el candidato en liza anuncie su retiro. Para los votantes, la actitud de Araya y sus declaraciones generaron una incertidumbre que aún no termina y que ha puesto a pensar en la necesidad de cambiar las reglas electorales en el país.

Es difícil prever cual será el nivel de abstención popular, porque es sabido que la segunda vuelta legitima más al nuevo Presidente y favorece la gobernabilidad, puesto que el cargo es obtenido en buena lid, aunque sea por un voto de diferencia.

Muchos se preguntan si, con tantas sorpresas en este proceso, que sucedería si Araya le ganara a Solís – lo cual es muy improbable- pero no imposible en medio de tantas complicaciones. El oficialista, es sabido, quiso desmarcarse de la política de la criticada presidenta Chinchilla.

Lo cierto es que con su actitud alineada a la norma constitucional una serie de incoherencias, pues renunció a la lucha por la presidencia, pero no a ser candidato, porque no puede hacerlo, lo cual resulta un embrollo para el votante que anda perdido en la madeja política de la duda.

Los argumentos de Araya no fueron convincentes para sus seguidores, pues puso también como pretexto en primer lugar los gastos en que incurriría en otros dos meses de campaña, lo cual no convence porque de cualquier manera el Estado gastaría lo mismo en una segunda vuelta con o sin su presencia.

También dijo que no deseaba “tensar más al país”, pero los analistas reflexionaron en que lo que deseaba era zafar el cuerpo ante una política oficial desgastada, sin posibilidades de respuesta positiva a las demandas populares.

La verdad es que en dos mandatos consecutivos, el Partido oficialista, que con Chinchilla a la cabeza está políticamente extenuado, no responde a las reclamaciones de la población tica, y Araya, que es un experimentado político, tuvo además en consideración los resultados de las encuestas que solo le brindaban un 20 por ciento de simpatías. Su decisión se basa en que sabía de antemano que la pelea contra Solís estaba perdida, aunque muchos le critican su falta de ética ante la eventual derrota.

Sus amigos cercanos creen que se apresuró y que sus argumentos son poco convincentes en una nación donde el oficialismo lanzó sus artillerías contra todo lo que pudiera entrometerse en el camino, solo que Solís quedó en solitario y las balas quedaron engavetadas. Al menos por el momento.