domingo, 19 de mayo de 2024

Siria: Penúltimo Capítulo

Casi seguro las dos cámaras del congreso norteamericano tuvieron en cuenta este tipo de consecuencias cuando mostraron su inquietud y oposición a otra aventura de tan inciertas derivaciones...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 17/09/2013
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Lavriv y Kerru
John Kerry junto a Sergei Lavrov, ambos representantes de Exteriores de EEUU y Rusia.

Humillante la visita de John Kerry a Israel. Que la mayor potencia militar del orbe tenga que dar explicaciones de primer nivel a un aliado, por importante que este sea, resulta un síntoma de debilidad y devela parte del trasfondo que todo el tiempo ha estado imperando en el dilema contra Siria.

El contenido del encuentro entre el secretario de Estado norteamericano y el premier judío Benjamín Netanyahu, se mantendrá secreto. De momento, envolvieron el viaje en los paliduchos celofanes de las tratativas israelo-palestinas, cuya viabilidad a pocos convence y menos usando ese pretexto para ocultar que el secretario de Estado norteamericano fue a darle satisfacciones al premier judío sobre lo convenido con Moscú.

Otro que se quedó descolocado fue Francois Hollande, con su mala imitación de Nicolás Sarkozy, a quien le quedaba mejor el traje de guerrero inescrupuloso dado su derechismo desenfrenado y su alineamiento con Estados Unidos. El ¿socialista? al frente de la Francia actual, pero de espaldas a ella, donde apenas cuenta con popularidad, se quedó con las ganas de dotarse de talla política y con un descrédito difícil de extirpar.

Barak Obama, uno de los protagonistas de esta inconclusa trama, mantiene su discurso agresivo —no faltaba más—propio de los imperios con colmillos o desdentados, cuando no tienen opción sino retroceder en alguna arremetida. Para mantenerse “arriba” afirma que la invasión puede ocurrir si Damasco falla en el plan de deshacerse de su armamento químico. Y subiendo el tono, el presidente deja caer que sus objetivos con respecto a Irán tampoco caducan.

Embarcarse en una guerra, cuando ciudades y Estados completos de la Unión no acaban de salir de la crisis desatada cinco años atrás, es irresponsable y temerario. El coste de una operación bélica podría agravar las condiciones de una economía que, incluso, si transita hacia la recuperación, está por demostrar que sea de forma permanente y sólida, no una mera ingeniería contable.

Casi seguro, las dos cámaras del Congreso norteamericano tuvieron en cuenta este tipo de consecuencias cuando mostraron su inquietud y oposición a otra aventura de tan inciertas derivaciones. Ídem con la cámara de los comunes británica, que desde el inicio marcara la pauta al negarse en redondo a que David Cameron acompañara el obcecado empeño.

EL ACUERDO

De lo acontecido, brilla por su valor en todos los terrenos, el sobrio pero lúcido trabajo diplomático del ministro de exteriores Serguei Lavrov, a cargo de la ejecución de las directrices del jefe de Estado ruso, que emerge muy fortalecido en el orden personal y como máxima figura de un país enorme, de los pocos que mantienen crecimiento estable y con altas reservas en divisas. La singular propuesta, desarrollada con agilidad y limpieza, carece de antecedentes en las relaciones internacionales.

La carta publicada por Vladimir Putin en el TheNew York Times, junto con la consistencia de otras declaraciones suyas, ancladas en el derecho internacional; las investigaciones de terreno con pruebas sobre qué pasó en agosto en las afueras de Damasco, pasa a la Historia, le guste o moleste a quienes carecen de las habilidades demostradas por el Kremlin para pergeñar un ingenioso y constructivo compromiso que, al menos por ahora, evita una conflagración que a nadie ayudaría.

En los próximos días, el gobierno sirio debe entregar los datos relativos al paradero de las instalaciones de producción y almacenamiento de sus armas químicas. Bashar Al Assad aceptó el compromiso que prevé destruir esos recursos. Cada paso será verificado por expertos de la ONU, organismo que ya dio sus parabienes al ingreso sirio a la Convención contra ese tipo de pertrechos.

De lo pactado en Ginebra por los cancilleres ruso y estadounidense debe surgir una resolución a debatir, como civilizadamente corresponde, en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Quizás buscando calmar a la dividida oposición armada, que no acepta el trato conciliado, el convenio indica que se ejercerá control para que no ocurra traspaso del armamento en cuestión hacia otros países.

Quedan fuera de la letra suscrita entre Moscú y Washington aspectos sensibles como que la CIA, por un lado, y Francia, por otro, le dieron armas, dinero y hasta raciones de combate a los grupos, los cuales pueden convertirse tan incontrolables como los de Libia. Aconsejable que el Consejo de Seguridad se ocupe de ese tipo de  complementos.

Aunque la incertidumbre o los peligros no han perecido por entero, que se lograra el primer pacto conseguido sobre conflictos armados en la veintena de años transcurridos desde el término de la Guerra Fría, y pese a los importantes desacuerdos actuales entre esas dos potencias, es digno de tener en cuenta. Queda como prueba de que la negociación y la voluntad son más lúcidas y sensatas que la fuerza bruta y los intereses desordenados.


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


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