Si bien los entuertos globales desatados a partir de la impuesta guerra en Ucrania por Washington y sus socios eurooccidentales han copado de hecho el universo mediático en las últimas semanas, otros dislates no menos embarazosos siguen su complicado curso aun cuando circunstancialmente ocupen hoy un más bajo perfil en los medios informativos.
Hablamos concretamente de la agresión externa y terrorista contra Siria, que ya acumula once años de prolongación, y que a pesar de las sonadas victorias de Damasco con el trascedente apoyo de Moscú, Teherán y el Hízbola libanés, no ha cerrado el capítulo ni mucho menos.
- Consulte además: Siria: De lo que toca a la puerta.
De hecho, y a pesar de las promesas de Donald Trump de sacar a los Estados Unidos de las “guerras estúpidas” provocadas por sus antecesores, y de la propaganda electoral de Joe Biden en torno a una pretendida mayor cordura internacional de su administración, Siria permanece como un tema incendiario e inconcluso donde, por demás, fuerzas foráneas insisten en no cerrar la puerta.
Así, desde la era Trump, siguen la ocupación militar norteamericana sobre varias porciones del territorio sirio en complicidad con grupos sediciosos locales, y el ya habitual y abierto robo gringo de energéticos y producciones alimentarias de esas regiones sirias.
Del otro lado, tropas turcas y grupos armados adeptos insisten en mantener bajo control franjas del suelo sirio como pretendida zona de resguardo ante posibles ataques de las milicias kurdas que operan en la zona, algunas de ellas, como las tituladas Fuerzas Democráticas Sirias, armadas por Washington con el premeditado interés de implantar el fraccionalismo y la secesión con respecto a Damasco.
A todo ello se suman además las repetidas acciones punitivas del régimen sionista de Tel Aviv, con fallidos y repetidos ataques artilleros y de misiles y aviación contra ciudades y puestos militares sirios, y destinados a obstaculizar los golpes anti terroristas en la lucha por la liberación y consolidación de la integridad nacional que lidera Damasco desde hace más de un decenio.
En pocas palabras, un cuadro complicado que, sin embargo, no ha podido evitar que hoy la amplia mayoría del territorio sirio esté bajo el efectivo control del Ejército Nacional y sus aliados, y que la respuesta defensiva siga siendo contundente y efectiva.
Es posible además que, a tenor con la implicación de Rusia en las extendidas operaciones militares en Ucrania y la ya citada preponderancia del asunto en el universo mediático internacional, se haya estimado por algunos círculos foráneos que ha surgido una coyuntura favorable para sacar las uñas en el entorno sirio y arrimar brasas a sus propias sardinas.
Así, el alto mando ruso en Siria informó hace poco de un nivel de incremento en los últimos días de las acciones de los grupos terroristas que operan contra Damasco, en coincidencia con el clima de tensión generado por el anuncio de Ankara de operaciones militares para consolidar la ya citada “zona de defensa” de unos treinta kilómetros de anchura en las áreas norteñas donde operan milicias kurdas.
De todas formas, señales de que toda esta actividad tendría sonada respuesta defensiva, han sido, en las últimas horas, el redoble de la presencia de la aviación rusa en las posibles áreas de conflicto a las puertas de la frontera con Turquía, y los vuelos de patrullaje conjunto con aparatos de combate de Damasco en otras líneas divisorias factibles de acciones enemigas, incluidas las aledañas a la Alturas del Golán, retenidas ilegalmente por Tel Aviv desde hace varios decenios.
Mientras, en el terreno diplomático, tanto Damasco como sus aliados siguen insistiendo en que la presencia y la hostilidad de tropas extranjeras en Siria no es solo ilegal y violatoria de la soberanía nacional, sino además resulta una fuente propiciatoria de la actividad terrorista, de la cual los invasores se valen inescrupulosamente para lograr sus objetivos depredadores.
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