Ambos son personajes vinculados con la tragedia que tiñó con sangre al pequeño Estado de los Grandes Lagos africanos, el primero considerado el artífice de las masacres y el segundo la versión cinematográfica de un posible fraude.
Bagasora, artífice del genocidio, murió en la cárcel cuando cumplía una sentencia de 35 años y a Rusesabagina - inspirador del guión para el filme Hotel Ruanda-, le condenaron a 25 años de prisión por actividad terrorista, aunque la fiscalía solicitaba una pena mayor como medida para castigar a quienes amenazan la estabilidad del país.
Ruanda sufrió profundamente durante 100 días de la primavera de 1994, cuando tras la muerte de su presidente, el hutu Juvenal Habyarimana, se desató la violencia perpetrada por remanentes de un Ejército en retirada de la guerra y facciones extremistas Interahamwe (los que matan juntos).
El avance en el teatro de operaciones militares colocaba las posibilidades de victoria en la guerra civil en el lado del Frente Patriótico Ruandés (FPR), formado mayormente por tutsis refugiados en varios Estados de la región y agrupados como guerrilleros por Paul Kagame en 1985.
Pese a la capacidad operativa demostrada, el FPR y el Gobierno abrieron en 1993 un proceso negociador para alcanzar la paz, aunque sin detener las acciones en el terreno, el 6 de abril Hayarimana y su homólogo burundés, también hutu, Cyprien Ntaryamira, retornaban a Kigali cuando su avión fue derribado por misiles.
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Investigaciones posteriores indicaron que los disparos fueron hechos desde zonas controladas por militares e Interahamwe, un atentado que echó a tierra las tentativas de detener la guerra iniciada en 1990 y dio paso a los instintos criminales fomentados desde el colonialismo, que reeditaron en mayor escala la masacre perpetrada en 1959.
En esta ocasión se cumplieron en el terreno los planes de aniquilamiento masivos previstos desde mucho tiempo antes, los cuales ideológicamente concibió el Movimiento Revolucionario Nacional para el Desarrollo (MRND), de Habyarimana y mediáticamente difundieron la Radio de las Mil Colinas y la revista Kangura.
El colonialismo se esforzó por fragmentar y oponer oficialmente entre ellas a las comunidades hutu y tutsi, en la foto un carnet con la diferenciación racial. (Tomada de france24.com)
La intoxicación psicológica que comenzó con la ocupación belga, continuó tras la independencia en 1962, constituyó el trasfondo de un odio étnico generado con objetivos racistas para evitar la unidad nacional en la lucha anticolonialista, la vieja experiencia de divide y vencerás.
Eso sentó las bases para la ejecución del genocidio, una lección a la que toman hoy en cuenta los países africanos desconfiados de las trampas puestas históricamente por quienes pretenden recolonizarlos por sus riquezas, posiciones geográficas estratégicas o simplemente por sus decisiones soberanas.
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Hace 28 años la crueldad se empoderó en Ruanda y creó una marejada de víctimas que nunca olvidarán el daño causado por intereses mezquinos detrás de los asesinatos masivos, a los que Naciones Unidas inexplicablemente le concedió bajo perfil y que solo detuvo la victoria del FPR en julio de 1994 cuando entró en la capital, Kigali.
La pérfida manipulación con la que dividieron al pueblo ruandés no prescribe y enseña hoy la gravedad a la cual puede conducir una confabulación maldita, de ahí la claridad necesaria para evadir las zonas oscuras, donde se esconden ideologías subversivas que atenten contra la unidad nacional, ese es el mensaje:, la moraleja.
Herramientas de labor devenidas armas homicidas en poder de la facción terrorista Interahamwe. (Tomada de france24.com)
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