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sábado, 16 de noviembre de 2024

¿Revuelta al oeste?

La ineficacia y deterioro de una Europa atada al carro de Washington empieza a generar respuestas populares concretas...

Néstor Pedro Nuñez Dorta en Exclusivo 12/02/2015
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Se le atribuye al escritor norteamericano del siglo XIX, Mark Twain, haber dicho que ser patriota es defender al país… y al gobierno, si se lo merece.

En pocas palabras, que como toda obra humana, las administraciones y entidades oficiales pueden cumplir con las expectativas de quienes las eligen y asegurar su apoyo irrestricto, o de lo contrario desgastarse y quedar obsoletas en el abrasivo de la ineficacia, la inmovilidad y la demagogia, fuentes de desencanto y rechazo en la sociedad.

Y es justo frente a ese cuadro de ineficiencia, incapacidad y retórica vacía, que más tarde o más temprano aparecen las alternativas de cambio, y es que la gente, al final, siempre busca y buscará –inevitablemente- el sacarse de encima los ineptos e hipócritas bultos.

Y precisamente eso es lo que viene sucediendo en una Europa Occidental donde la mayoría de los gobiernos de turno solo han demostrado un absoluto poder de capitulación ante las exigencias económicas, políticas y militares del hegemonismo estadounidense, enterrando hasta el cuello  el añejo imaginario de un Viejo Continente que se proyectaba como interesado en desarrollar una personalidad  internacional propia.

Y las esperadas negativas consecuencias están a la vista. Europa carga, entre otras cosas, con la peor parte de la crisis generada en los Estados Unidos en 2008 y su brutal reflejo a escala del ciudadano común. Al mismo tiempo, se involucra cada vez más en cuanto conflicto provoca y estimula el socio mayor para intentar apuntalar sus ínfulas absolutistas.

De hecho, y solo como botón de muestra, el apoyar las sanciones norteamericanas contra Rusia a cuenta del conflicto en Ucrania, ha costado a la Unión Europea, UE, a estas alturas del juego, pérdidas por 21 mil millones de dólares como consecuencia de la reducción de su comercio bilateral con el nada despreciable vecino del Este.

Y frente a tan desastroso escenario, acatado sin mayor rubor por los gobiernos de turno, no es raro que mucha gente empiece a plantarse con toda seriedad la urgencia de una transformación que haga la vida un poco más llevadera.

Así, en Grecia, el triunfo del actual primer ministro de izquierda, Alexis Tsipras, empieza a marcar un rumbo diferente que se reproduce también en España con el movimiento Podemos, líder hoy en la preferencia pública para los comicios generales ibéricos por encima de las raídas agrupaciones políticas tradicionales, el Partido Popular y el  Partido Socialista Obrero Español.

Tsipras, en pleno ejercicio de su cargo, ya marca un derrotero que muestra el interés por dejar atrás  la actual y caótica realidad regional.

Su accionar básico se centra en lograr un acuerdo sensato y equilibrado con los acreedores externos que, ni lastre la independencia nacional, ni haga de las desdichas de los griegos de a píe la moneda de cambio frente a las entidades crediticias imperiales.

De hecho, el recién estrenado jefe de gobierno ha planteado medidas inmediatas como la recuperación del salario mínimo local, entregar electricidad gratuita a no menos de 300 mil familias sin recursos, y suprimir determinadas gratuidades a funcionarios públicos, mientras en el plano internacional ha declarado que Atenas  no tiene interés en alimentar tensiones con Rusia a cuenta del injerencismo de Washington y sus aliados europeos en Ucrania.

Por demás, ciertos medios de prensa occidentales, bien por pura especulación, bien para  intentar demonizar desde temprano al incómodo nuevo primer ministro griego, ya hablan de una posible salida de Atenas del seno de la belicista Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, y de un acercamiento a Moscú, cuyo presidente, Vladímir Putin -según las mismas fuentes- ha manifestado que está en disposición de colaborar con las actuales autoridades helénicas.

Pero más allá de aconteceres y juicios, lo cierto es que Grecia puede ser la primera puerta para que la “vieja y refinada” Europa acceda a nuevos tiempos menos ligados a la dependencia y la obsecuencia con respecto a la primera potencia capitalista, y se muestre más centrada en  las angustias y necesidades reales de su población, a la vez que más positivamente cercana a los acuciantes problemas del resto del mundo.


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Néstor Pedro Nuñez Dorta

Periodista


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