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sábado, 23 de noviembre de 2024

Renovación es palabra clave en Latinoamérica (+Audio)

Luego de un año electoral definitorio, la región al sur del río Bravo cifra sus esperanzas en gobiernos progresistas...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 29/12/2021
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Renovación América Latina
El año que concluye cambió una parte de la geopolítica latinoamericana (Foto:nuevatribuna.es).

América Latina es tierra de volcanes y ríos furiosos, selvas intrincadas y llanuras inmensas. Si heterogénea es en su geografía, igual aparece el panorama político, en el que algunos de los nuevos gobiernos surgidos de una maratona de elecciones este año ofrecen una reestructuración de las bases socio-económicas en sus naciones.

En medio de la pandemia de la COVID-19, que hasta ahora deja casi 2 000 000 de fallecidos en esta región donde afloran conflictos de diversa índole, y a pesar de las limitaciones de movilidad, este año los comicios, entre ellos cinco presidenciales, tuvieron las más altas votaciones de los últimos diez años en algunos lugares.

No es casual. Las economías nacionales en su conjunto entraron en retroceso, con el consecuente aumento del desempleo, la pobreza y la miseria extrema. La situación empeoró en aquellos países cuyos gobernantes asumieron el neoliberalismo como sistema y, mientras, el capital engrosó los bolsillos de los millonarios y la llamada clase alta, los sectores productivos y de servicios, en especial los informales, cayeron en picada.

Las elecciones comenzaron el 7 de febrero en Ecuador luego de un período de mala gobernanza por parte del mandatario Lenin Moreno, quien traicionó la confianza depositada en él por su antecesor, Rafael Correa, y entregó el país en bandeja de plata a los empresarios privados y las trasnacionales.

La fatiga política —aunque no fue el único país— hizo que los ecuatorianos escogieran para dirigir el llamado país meridiano del mundo al banquero Guillermo Lasso, quien en estos momentos está involucrado, aunque lo niega y el sistema judicial afirma carecer de elementos contundentes, en el escándalo de los Papeles de Pandora, que informó sobre figuras públicas que burlan el fisco local, situando sus bienes en el exterior. En la actualidad, Lasso apenas cuenta con un 24 % de aprobación nacional. En pocos meses, la derecha ecuatoriana estará en la cuerda floja.

Los comicios permitieron la selección de cinco presidentes, y un altísimo número de líderes políticos, entre legisladores, gobernadores, alcaldes, y parlamentarios de distintos organismos.

El pasado día 19 concluyó esta ronda de ejercicio democrático en Chile, donde más de ocho millones de personas acudieron a las urnas para darle un giro de 180 grados a las políticas internas de esa nación con una historia reciente en que dos personas, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera se turnaron durante cuatro períodos en que ocuparon el Palacio de La Moneda.

¿NUEVO CICLO POLÍTICO?

Desde 1998, cuando el venezolano Hugo Chávez Frías ganó la presidencia América Latina inició un proceso progresista en el que surgieron un grupo de gobiernos desligados del neoliberalismo y con visión diferente de programas y proyectos entonces dirigidos a solventar las grandes desigualdades sociales en sus respectivos países.

Si bien surgieron esas nuevas formas políticas que hicieron retroceder algunos índices nacionales negativos —como en Brasil, que redujo la pobreza en un 48 % en ocho años, bajo la dirección del dignatario Luiz Inacio Lula da Silva— Estados Unidos (EE.UU.) enfrascado en guerras fuera de su territorio, se percató de que estaba perdiendo espacio en Latinoamérica, una fuente de enormes riquezas naturales.

Al ver caer sus fichas, Washington impulsó una estrategia destinada a destruir los regímenes progresistas y socialistas que surgieron en esta etapa, mientras mantenía el acoso económico, financiero y comercial sobre Cuba a la que pronto acompañarían Venezuela y Nicaragua.

Para lograrlo empleó sus tradicionales métodos de terror ideológico bajo el reconocido anticomunismo, —que en muchos países es sinónimo de terrorismo— mientras conspira con las fuerzas de la derecha regional en golpes de Estado blandos, como el fracasado que quiso implantar en Cuba en julio último, dos intentonas en Bolivia, otras en Venezuela y Nicaragua.

Una de sus armas más poderosas son las redes digitales, en la que sus operadores trazan esquemas de desprestigio contra los dirigentes revolucionarios para debilitar el apoyo social y fortalecer sus esquemas de injerencia presencial. El peor temor de la potencia norteña es ser reemplazado en América Latina y El Caribe por dos países que realizan sus acuerdos bajo principios de igualdad, sin interferir en los asuntos internos de sus socios: China y Rusia.

Sin embargo, los latinoamericanos van aprendiendo sus lecciones y este año de pandemia, recrudecida por el poco interés de algunos gobernantes en proteger a sus pueblos, junto a las consecuencias económicas, crearon una fatiga política, que se venía arrastrando, y que terminó con favorables resultados al progresismo.

VICTORIOSAS ELECCIONES PARA LOS PROGRESISTAS

El año que concluye cambió una parte de la geopolítica latinoamericana.

El maestro Pedro Castillo, en Perú, obtuvo la victoria frente a la ultraderechista Keiko Fujimori; la candidata del partido Libre, de Honduras, Xiomara Castro será, desde el próximo mes, la dignataria de ese país corroído por la corrupción institucional; el joven abogado chileno Gabriel Boric, de la coalición izquierdista Apruebo Dignidad, ganó con 10 puntos de ventaja al derechista radical José Antonio Kast; en Nicaragua, el pueblo reeligió a Daniel Ortega para su cuarto mandato consecutivo.

En Chile también tuvo lugar una importante consulta popular que concluyó con una contundente victoria para la instalación de la Convención Constitucional, liderada por una mujer, mapuche. Convención paritaria, y con presencia de los pueblos originarios escogidos por el pueblo para redactar una nueva Carta Magna igualitaria e inclusiva alejada de las ideas del neoliberalismo.

En Venezuela, donde el pueblo de Chávez resiste las embestidas de EE.UU. y sus cómplices latinoamericanos, la alianza del Gran Polo Patriótico ganó las elecciones regionales para gobernadores, alcaldes, concejales y otros cargos, con el destaque de la participación de los opositores en las boletas.

Los resultados de esos mega-comicios resultaron un respaldo a la Revolución Bolivariana y a su líder, el presidente Nicolás Maduro.

Solo en Argentina, y vistas como un alerta político al gobierno de Alberto Fernández, el Frente de Todos perdió las primarias, en lo que se considera un alerta para enmendar los errores que el progresismo cometió en sus primeros dos años de gobierno.

A estas naciones se unen México, donde el mandatario Andrés Manuel López Obrador busca mantener la integración latinoamericana mediante el mecanismo de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), que preside de manera temporal, mientras es uno de los abanderados públicos de oposición al bloqueo estadounidense contra Cuba y así lo ha manifestado de manera pública.

El partido izquierdista Morena, de López Obrador, obtuvo el primer lugar en votación en las elecciones federales y parlamentarias, para mantenerse como la primera fuerza política de México

En esa oportunidad, los comicios permitieron la renovación completa de la Cámara de Diputados y 15 de las 32 gobernaciones.

Bolivia, que restauró la democracia en 2019 al elegir a Luis Arce, del Movimiento al Socialismo (Mas) como primer magistrado, en lugar de la derechista Jeanine Áñez, ahora en prisión, ratificó en las urnas la vocación progresista de su pueblo pluricultural, al ganar esa agrupación política las elecciones regionales de medio tiempo

Quizás el mayor reto para las fuerzas izquierdistas y progresistas es consolidar la unidad política de la región con el surgimiento de nuevos líderes que trabajen de manera conjunta y renovadora, como cuando en la pasada década Chávez ocupó el liderazgo de la integración regional.

América Latina posee mecanismos importantes para darle la vuelta a la tuerca una vez más. Poderosa es antiimperialista Alternativa Bolivariana para los pueblos de Nuestra América-Tratado de los Pueblos (ALBA-TCP, a la que pertenecen once naciones de Suramérica y El Caribe; en un más positivo grado de colaboración la Celac, de la que no forman parte ni EE.UU. ni Canadá, con espacios políticos alternativos y un alto número de movimientos sociales siempre en alerta; el Grupo de Puebla, una corriente integrada por 11 naciones, que aspira a liderar y reunir al pensamiento progresista en América Latina, con elementos actualizados del Foro de Sao Paulo y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), esta última casi desaparecida por decisión de los regímenes conservadores.

Latinoamérica comienza el año 2022 con una geopolítica desplazada hacia el izquierdismo. Será otro año de dura batalla para las fuerzas progresistas, que seguramente deberán acoplarse de nuevo para crear un eje poderoso, pues EE.UU. no cesará en sus planes injerencistas.

Quizás el próximo año traiga otras noticias alentadoras, ya que serán, en febrero, las presidenciales de Colombia, principal aliado de la Casa Blanca en la región, y en noviembre las de Brasil, donde, si accede a candidatearse, retornará la cordura de manos del líder del Partido de los Trabajadores Lula da Silva.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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